Las elecciones legislativas dejan una brecha total entre la Casa Blanca y el Capitolio para los dos últimos años de mandato del presidente Barack Obama, pero la división no tendría que ser necesariamente mala. "Las eras de poder dividido han resultado ser las más productivas", aseguró Gerald Seib, analista político del diario The Wall Street Journal.
Los gobiernos divididos —aquellos con un presidente de un partido y un Congreso controlado por el de la oposición— han aprobado en promedio más leyes que aquellos gobiernos unificados —con un Congreso y un presidente del mismo signo—, según un análisis del diario The Washington Post.
El presidente, el demócrata Obama, afronta los dos años que le quedan de mandato con un Congreso en manos de la oposición republicana, que ayer recuperó el Senado y mantuvo cómodamente la Cámara de Representantes (Diputados) en las legislativas.
Claro mensaje. Más dificultades tras 24 meses de parálisis por las luchas bipartidistas que prometen continuar. Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano, consideró que los estadounidenses mandaron un mensaje claro de rechazo a las políticas de Obama. "Los principios y el mensaje de nuestro partido han tenido eco en los votantes de todo el país. Esto es un rechazo a las políticas fallidas del presidente Obama", dijo Priebus tras conocerse los resultados.
Algunos analistas consideran que un Congreso completamente en manos de los republicanos bloqueará aún más la política en Washington, ya que la oposición podrá aprobar "sus leyes" o revocar las demócratas, dejando a Obama sin margen para maniobrar, convirtiéndolo en lo que en la jerga política estadounidense se conoce como "un pato cojo" ("lame duck"). Pero el presidente también podría vetar la agenda rival, a riesgo de agravar la polarización y parecer obstruccionista.
Obama puede recurrir a órdenes ejecutivas sin necesidad de contar con el Congreso para hacer avanzar su agenda, como ha prometido hacer en materia de inmigración después de las elecciones, pero corre el peligro de que los republicanos dejen sus iniciativas sin financiación.
Posturas distintas. Otros, en cambio, consideran que un Congreso en manos de la oposición será bueno. Con el poder dividido, Obama y los republicanos no tendrán más remedio que entenderse. "Tenemos la obligación de trabajar juntos. Sólo porque tengamos un sistema bipartidista no quiere decir que debamos estar en un perpetuo conflicto", dijo ayer el líder de los republicanos en el Senado, Mitch McConnell, tras renovar su puesto en Kentucky. Los republicanos se habían hasta ahora erigido como el partido del no, dedicado a torpedear la agenda de Obama: desde el no a la reforma sanitaria "Obamacare" al no a la reforma migratoria. Sin embargo, si quieren ganar las elecciones presidenciales en 2016 y llegar a la Casa Blanca, quizás deban adoptar una agenda más positiva. "Cuando estás en control, no puedes ser el partido del no. Tienes que tener una agenda y tienes que tener ideas", explica James Hohman, analista político de la web especializada "Politico".
Si los republicanos quieren presentarse en 2016 como un partido capaz de gobernar, deberán demostrar en los próximos dos años que le quedan a Obama que son capaces de llegar a acuerdos.
Sin excusas. Con todo el Congreso de su lado, no podrán seguir culpando a los demócratas ni tendrán excusas para no actuar. "Soy un nadador en un río lleno de rápidos, y ese río es la historia", dijo una vez Obama, que si quiere asentar su legado, deberá pactar con sus rivales para lograr avances. De momento, parece estar dispuesto: ayer convocó a los líderes de ambos partidos en las cámaras a una reunión mañana en la Casa Blanca.