"No, no le muestro la cartera"
Usted cuando viaja, ¿es de los que llevan poco equipaje, lo mínimo e indispensable? ¿Y si sale por
la mañana a enfrentar el mundo, va despojado y siempre con alguna mano libre? Qué suerte, qué
envidia. Yo no lo logro: siempre parezco esos muñecos de terracota andinos llamados ekekos. Las
cosas (bolsas, bolsitas, cartera o mochila, agenda, diario y papeles) se me adhieren como exvotos,
verdaderas ofrendas.
11 de febrero 2008 · 10:09hs
Usted cuando viaja, ¿es de los que llevan poco equipaje, lo mínimo e
indispensable? ¿Y si sale por la mañana a enfrentar el mundo, va despojado y siempre con alguna
mano libre? Qué suerte, qué envidia. Yo no lo logro: siempre parezco esos muñecos de terracota
andinos llamados ekekos. Las cosas (bolsas, bolsitas, cartera o mochila, agenda, diario y papeles)
se me adhieren como exvotos, verdaderas ofrendas. En general, las cosas que acarreo me chorrean, se
me caen y desparraman, las olvido y vuelvo por ellas, o las pierdo definitivamente. Un bochorno. Y
así, “con esa pinta”, diría mi abuela Enriqueta, voy y vuelvo del trabajo, así voy de
visita, así entro a un negocio a preguntar un precio, así voy al súper. No tengo paz. Y
claro, debo generar sospecha: de mechera, punga, cleptómana o simplemente de loca, porque más de
una vez alguna cajera me pidió que le muestre la cartera o un personal de vigilancia me solicitó
que abriera el bolso antes de retirarme de una tienda.
Aclaro que por vergüenza o no tener ganas de discutir, siempre he consentido al
pedido, pero
caigo en la cuenta de que me he equivocado. Más al conocer ahora el estudio impulsado por la
Nación y publicado este domingo en
La Capital. “Auditoría ciudadana de la calidad de las prácticas democráticas
en municipios”, se llama el trabajo que entre otras cosas da cuenta lo poco que conocemos los
ciudadanos nuestros derechos y deberes. Siete de cada diez rosarinos admiten que ni siquiera saben
qué les corresponde por simple justicia. Vean.
La semana pasada fui testigo de uno de estos episodios, tan común como
naturalizado. Pagaba mi compra en una caja del súper de Dorrego al 900 y veo cómo le piden a un
señor, tal vez de unos 80 años, que mostrara su cartera (de esas masculinas, ovaladas, de plástico
y con cierre que suelen calzarse bajo el brazo). Era lo único que llevaba consigo, o sea, un hombre
de los de poco equipaje. Y no le había sonado alarma alguna. Supuestamente, el señor había
recorrido las góndolas pero no había comprado nada. Ruborizado se sorprendió ante el pedido y sólo
dijo: “Nunca me pidieron algo así y siempre vengo a este súper, ¿qué pasa?”. El
vigilador le respondió: “Sólo control señor, vaya tranquilo”.
Claro, vaya “tranquilo” como una especie de Wynona Ryder del
subdesarrollo.
No, no, “tranquilo” nada. Las requisas no pueden ser realizadas por
cualquiera y están reglamentadas en el Código Procesal Penal de la provincia de Santa Fe. Desde la
Oficina Municipal del Consumidor, Nicolás Gianelloni me apuntó que en el artículo 168 se especifica
que la requisa personal deberá justificarse fundadamente cuando hubiera motivos razonables para
presumir que alguien oculta consigo cosas relacionadas con un delito. Y en el artículo 260 se
detalla cómo la requisa debe constar en actas debidamente formalizadas, con fecha, hora y firma de
los “funcionarios” intervinientes. Un dato que resaltan quienes controlan las agencias
de vigilancia de la Unidad Regional II de la policía. Según me explicó una autoridad policial, la
resolución ministerial 0521/91 no incluye a la requisa como una incumbencia del vigilador,
“un simple ciudadano que realiza tareas de prevención”. La misma persona me advirtió:
“Sólo puede requisar un policía”. A veces, según los casos, hasta es necesaria una
orden judicial previa para efectuarla. O sea, que si a un cliente le sonara una alarma, “a lo
sumo, el vigilador podría retener a la persona hasta que llegue la policía”.
La próxima, intentaré ir tranquila, con tiempo, y guardar mis petates en esos
casilleros con monedas o llaves. Y si aún así me piden que muestre mi cartera, me animaré. Ya estoy
practicando frente al espejo: “No, no le abro la cartera -contestaré- porque no corresponde,
y si usted sospecha de mí llame a un policía”. Veremos cómo me va.