A los 16 años, Jésica B. se fue a vivir con Néstor Fabián A., nueve años mayor. Se casaron y tuvieron cuatro hijos. En 2010, tras 7 años de vivir bajo el mismo techo y luego de algunos episodios de violencia, se separaron. Desde ese día, Jésica dice que empezó a huir. De las amenazas, los hostigamientos y los golpes de su marido, que el año pasado cayó preso y ayer comenzó a ser juzgado. La fiscal de la Unidad de Violencia de Género, Raquel Almada, pidió que el hombre fuera condenado a 4 años y medio de prisión efectiva por los delitos de amenazas, daños y desobediencia, todo en un contexto de violencia de género. La defensora pública Andrea Siragusa, en tanto, pidió su absolución. El juicio se extenderá hasta la semana próxima.
Según contó Jésica en la audiencia ante el juez Carlos Leiva, decidió separarse en 2010, antes de una cena, cuando su marido le sirvió un vaso de gaseosa. "No lo tomes mamá", le dijo su hijo mayor. "Papá le puso las gotitas". Las "gotitas" eran un veneno que usaban para matar los insectos de las plantas del patio. Fabián acusó a su hijo de mentiroso. "Tomalo Jesi, mi amor, no le puse nada", le aseguró. Jésica le pidió que bebiera él primero. No lo hizo. "Forcejeamos y le saqué el gotero del bolsillo", recordó Jésica.
Hasta ese momento, el matrimonio y sus cuatro hijos —que hoy tienen entre 5 y 12 años— vivían en Roldán. Jésica se quedó en esa casa. Pero, siempre de acuerdo con su declaración, a los poco días Fabián regresó a la madrugada y después de golpear la puerta con insistencia, cortó el cableado eléctrico. "Se quedó afuera gritando, golpeando los vidrios hasta que amaneció".
Jésica consiguió una orden de restricción y comenzó el derrotero que la llevó a mudarse ya seis veces. "El aparecía todo el tiempo en Roldán y me decía que yo era de él. Saqué a los chicos de la escuela y me mudé a la casa de una amiga. No tenía opción. Me tenía que ir para proteger a los nenes". Se fue a la casa de una amiga, en zona oeste. Al tiempo, alquiló una casa en Mendoza y Valparaíso.
"Me encontró en 2013. El estaba con un amigo", expuso Jésica ante el juez. Cuando sonó el timbre, ella se asomó a una ventana para ver quién era. "Te encontré, hija de puta", le dijo. "A la primera piña estalló el vidrio y empezó a golpearme delante de mis hijos", contó la mujer.
Después vinieron algunos meses de paz. Hasta que un día que Jésica caminaba con sus hijos por Ovidio Lagos y Mendoza, los cruzó en un auto rojo. "Se bajó con un revolver en la cintura", contó Jésica, que, según dijo, subió al auto por temor. El auto se rompió y terminaron en una estación de servicio. Cuando Fabián se distrajo, ella se fue con los chicos hasta su casa. Cuando estaban por llegar, lo vio aparecer. El único lugar que encontró para guarecerse con los chicos fue un contenedor. "Pasamos toda la madrugada en un tacho de basura mientras él me arrancaba la puerta a patadas", relató Jésica en el juicio.
"Desde 2010 tengo atrás de la puerta una mochila con documentos y 300 pesos por si aparece y me tengo que escapar. No conozco otra forma de vida que no sea huir todo el tiempo", dijo la chica, que declaró durante unas tres horas, ahogada por la angustia.
Sin embargo, los hechos por los que Néstor Fabián A. está sentado en el banquillo de los acusados ocurrieron en 2015. En marzo, frente a la casa de su madre, en la zona noroeste, le dijo: "Te voy a matar a vos y voy a matar a los nenes. Esto se va a acabar definitivamente".
Jésica debió recurrir a gente vinculada a asociaciones de víctimas de violencia para volver a su casa, que para ese entonces era en Felipe Moré y 9 de Julio. Las personas que la socorrieron ese día también declararon ayer y reforzaron el testimonio de la joven, al igual que la declaración de su madre.
Según Jésica, en agosto del año pasado Fabián descubrió adónde estaba viviendo y después de forzar una puerta reja, intentó ingresar en la vivienda. Fue a las 5 de la madrugada. Ella se aferró al picaporte hasta el amanecer para evitar que entrara. Cuando se animó a salir, se encontró con una inscripción en la puerta: «Te tengo». "Cada vez que me encontraba, que me pegaba, me llamaba, me decía «te tengo, te tengo, te encontré»", dijo Jésica, llorando.
Las amenazas también fueron telefónicas: mientras estuvo con prisión domiciliaria, desde la casa de su madre. "Llegué a tener agendados hasta 35 números de Fabián", dijo. La fiscal le preguntó por qué seguía respondiendo a los llamados. "Porque cuando atendía el teléfono y escuchaba su voz, me daba cuenta del estado en que se encontraba y si me tenía que ir o si esa noche podía dormir".