“Vos no sos divina, vos sos popular”.
“Vos no sos divina, vos sos popular”.
La frase me la estampó telefónicamente Anita, la hija de mi amigo Fer, de apenas 3 años y 3 meses. Adoro a esa pequeña descarada, aunque tras decirme "fea" le haya pasado el tubo a su papá y se fuera a mover la cola al ritmo del hit de "Patito feo", la tira de canal 13 que de tan exitosa arrancó su segunda temporada el miércoles pasado con muy buen rating (14,3).
“Nadie pasa de esta esquina/ aquí mandan Las Divinas/ porque somos gasolina/ gasolina de verdad”, dice la canción que le provoca espasmos a Anita, pero también a más de un millón y medio de espectadoras de su altura, en todo el pais.
Que quede claro, los chicos siempre dicen la verdad, así que si Anita me vio "fea", no hay vuelta. Lo que me llamó la atención fue cómo lo dijo, su estilo teen, televisivo, actual. Y esto se debe a que desde hace un año, "popular" es casi un sinónimo de "fea"; es no ser "divina". ¿Se entiende?
Así lo impone el nuevo paradigma infantil que refleja la tira. ¿Aún no la vio?
En la serie hay dos bandos, casi como en todos los cuentos: Las Divinas y Las Populares. Uno liderado por una nena linda, pero más mala que la araña; y otro encabezado por una buena, pero fea, con trenzas, lentes y ortodoncia.
Para mí, "Patito feo" es un engendro por donde se lo mire, pero es un fenómeno curioso y exitoso (en eso no hay con qué darle). Refleja nada menos lo que se entiende actualmente por niño o niña, conceptos que se construyen históricamente. Hoy muchos chicos, y las nenas de "Patito feo" y su platea infantil son un buen ejemplo de ello, parecen adultos en envase pequeño: se visten, mueven y hablan como adolescentes o jovencitas cuando aún usan pañal (como mi sobrina Manuela, otra fan de la serie).
Y lo más llamativo es que la imagen de estas nenitas, que parece tan moderna, es muy parecida a la que regía antes del siglo XVIII, cuando aún no existía la industria del juguete, ni el jardín de infantes, ni la ropa y la literatura infantil; los chicos se morían como moscas y ni psicólogos ni pedagogos se habían ocupado aún de ellos.
"Todos saben quién manda en este school/ porque nosotras somos gente cool/ gente que siente, con sangre caliente/ que quiere hacerse oir/ sea como sea,/ aquí no entran feas/ pa' que lo veas,/ te voy a mostrar/mirá esa fea,/ aquella otra fea/ aquí no pueden entrar", se entona en la serie, que no me cabe dudas provocaría una segunda muerte de Hans Chistian Andersen.
Es que los guionistas le hicieron pelota su cuentito del tierno palmípedo cuya moraleja apelaba a la inclusión y el respeto al diferente. ¿Qué pasó?
Las nenitas del público, que son chiquitas pero no tontas, no se sintieron identificadas con el monstruito representado por Patito. Optaron en masa por ser lindas como Las Divinas, más allá de su maldad, y hubo que cambiar la historia. Vamos... a no indignarse tanto. Tampoco en nuestra época queríamos ser las hermanastas Griselda y Anastasia, o la Cenicienta del trapo y el balde, sino la que a la noche se calzaba los zapatitos de cristal. Claro, el cuento no se tocaba y así pervivió generación tras generación, pero bueno, acá las cosas son distintas. A la mala de "Patito feo" se la hizo un poquito buena por un tiempo y se acabó el bolonqui. Y no conformes con resolver todo rápido y fácil, los responsables de la tira musicalizaron: "Nosotras bailamos bien, you know?/ Dance, dance y mucho dance/ lo que pide tu corazón/ your heart, your heart, a tí te vamos a dar/ Las Divinas, Las Divinas/ brillan, brillan, como stars/ fuera feas, fuera feas,/ para ustedes no hay lugar".
Unos angelitos las pibitas.
Les dije, esta serie es un fenómeno curioso, si hasta la actriz que personifica a "Patito feo" le explicó a La Capital hace unos días que "el mensaje que deja la tira es que hay que ser una buena persona, compartir y ser el mismo que fuiste siempre".
Sí, claro, me convenció.
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