Por una u otra razón, Newell’s no pudo hacer todavía de sus divisiones inferiores el caudal inagotable de talentos que nutra la primera división, como supo hacerlo en otros tiempos. Con algunas excepciones, claro, desde que esta comisión directiva asumió la conducción del club allí por fines de 2008, les costó mucho a los pibes que se fueron formando abajo hacer pie, proyectarse y darle luego al club beneficios económicos. Recién ahora, parece, se apostó por darles más cabida y bancarlos aún en la mala. Aquella política pregonada en un contexto descripto como de destrucción de la materia prima, que prometió empezar a explotar a largo plazo, aún no pudo hacerlo. Y para esta aseveración, basta apoyarse en las estadísticas adjuntas, que hablan de los pocos que se consolidaron o tuvieron realmente mucha continuidad.
Claro que las estadísticas deben contextualizarse y este ciclo puede dividirse en tres etapas, que ayudan a explicar la situación.
Ajustarse el cinturón. Esta dirigencia debió lidiar con una caja chica, una deuda grande y un promedio flaco, y al principio no se podía arriesgar. De hecho, la gestión inicial, con Gustavo Dezotti de mánager y Roberto Sensini de DT, supo reforzar bien el plantel muy barato con jugadores poco conocidos y hasta se dio el lujo de pelear un campeonato de entrada nomás.
Pero fue una ilusión efímera que rápidamente trocó en la misma preocupación de un descenso posible después del paso de Javier Torrente y Diego Cagna. Tanto, que sólo la llegada de Gerardo Martino recargó la esperanza.
Curiosidad, o todo lo contrario, Cagna fue el que más hizo debutar jugadores en proporción de partidos dirigidos y el Tata el que menos en este ciclo. Precisamente, la necesidad de puntos y el retorno de muchas figuras internacionales surgidas en el ciclo anterior del riñón leproso, también les dio poca cabida a nuevas apariciones.
La primavera. Fue la primavera leprosa del ciclo. De pelear el descenso, se pasó a ganar un título, se estuvo a la puerta de otros y ni la salida de Martino apartó el giro que habían tomado las cosas. Por eso con Alfredo Berti, sobre todo, y con Gustavo Raggio, no se aprovechó la bonanza para que, en un contexto de menos presión, pudieran empezar a colarse juveniles y se pensó en eternizar el buen momento, con el resutado conocido.
Línea difusa. Curiosamente, en el rubro DT, Newell’s sí apostó por los formados en las inferiores para darles cabida en un buen momento, pero pesó más la autopresión impuesta para que siga la cadena de éxitos. Hasta se levantó la bandera de postulados tácticos que buscó perpetuar, pero que ante la primera encrucijada trastabilló. Por eso llegó Américo Gallego, que apenas hizo debutar a Joaquín Torres. Y ahora Lucas Bernardi, sin currículum como DT, deja por ahora dos líneas de acción que parecen ser partes de una concepción, no explicitada: la de retomar el camino aquel, con claros contrastes, y apuntalar el crecimiento de juveniles, muchos juntos, como casi nunca ocurrió en estos 6 años.
En el medio de la presión que generó, después de Martino, el karma de no ganar un clásico, emerge una línea aún difusa donde sí hubo un cambio previo clave a comienzos de año: el de coordinador general de las inferiores, que pasó del que inició el ciclo, Jorge Theiler, a Carlos Picerni.
Si, además de los contextos referidos, se trabajó bien o mal abajo, excede a este análisis. La única verdad es la realidad. Y ella dice que aún queda mucho por hacer.