Todo estuvo celosamente cuidado y bien monitoreado por Dorna, que es la empresa que tiene todos los derechos de MotoGP. Ya sea desde el ingreso al renovado trazado, pasando por cada una de las diversas áreas hasta llegar a la salida. En síntesis, cumplió con su manual de estilo y no permitió que haya descuidos desde el punto de vista de la organización interna. Pero claro, a la hora de hacer un balance sobre lo que dejó el Mundial en materia de infraestructura y logística sobresalen algunas falencias. Por parte de las autoridades locales y provinciales fundamentalmente. Tal vez la inexperiencia les pasó factura. Ese será el punto a corregir para albergar la temporada que viene a esta disciplina internacional.
En medio del centenar de colaboradores "locales" que había distribuido por todos los rincones de este autódromo, había otro que respondía a la órbita de Dorna. Hombres y mujeres provenientes en su mayoría de Europa actuaban con rigidez a la hora de la acción.
Para ingresar al circuito había que pasar sí o sí en fila india y de manera lenta por un amplio sector del autódromo ya que varios "controladores" debían chequear cada credencial, sea de prensa, VIP, Paddock, con un moderno scaner.
En cada punto del Paddock había mucha seguridad exigiendo la correspondiente tarjeta para moverse. Si algunos parroquianos dejaban pasar a alguien porque no tenían muy claro el rol de cada credencial, automáticamente había alguien de Dorna corrigiendo el error de manera tajante. También fue marcada la presencia de gendarmes y policías, tanto dentro del autódromo como por todo Termas.
Si bien desde la infraestructura técnica no hubo muchas falencias, lo cierto es que se produjeron algunas que generaron en la intimidad más de un dolor de cabeza y deberán corregirse para la próxima cita. Ni hablar de materia de infraestructura y logística. Ahí sí hubo errores.
La ciudad se vio desbordada y encima no tiene plaza para albergar tanta gente. Por eso muchos mutaron obligados a otros lares. Además, según confesaron por lo bajo varios actores privados vinculados a la gastronomía, comercio y hoteles, "hubo un desmedido incremento de precios que las autoridades no pudieron controlar". Ni hablar de lo que fue llegar del centro al autódromo. Lento y mal organizado. En fin, la vuelta del MotoGP sacó un sobresaliente desde lo deportivo. Pero le quedó previa infraestructura y logística.
Nada de precios cuidados
Adquirir alguna prenda oficial de MotoGP tiene su valor. Como lo tienen en otras disciplinas. Pero al público poco le importó, en especial al extranjero que fue el que más abrió la billetera en estas latitudes. Y con sobrados argumentos, ya que tener “algo del Mundial” no se da todos los días. Sobre todo si se tiene en cuenta además que hacía casi 15 años que las dos ruedas más importantes no pisaban suelo nacional. Por eso no resultó extraño ver cómo la gente arrasó con todo el merchandising disponible en el autódromo.
Eso sí, los precios fueron bastante saladitos para la masa común en general. Es que una gorra como las que usan Rossi, Márquez, Lorenzo o compañía, costaba entre 390 y 420 pesos. Las remeras mangas cortas estampadas con diversas figuras y logos iban de los 350 a 450 mangos. Los buzos, 500 en promedio, pero había de 800. Las camperas, dependiendo del material, entre 900 y 1500. Pese a todo, en la improvisada tienda quedó poco y nada de indumentaria.
“Gasté cerca de 3000 pesos”, afirmó el sanjuanino Román. “Compré una gorra y ya estoy hecho, no traje tanta plata sino compraba de todo”, argumentó al pasar Ernesto, quien llegó desde Misiones. “Es caro, pero si no lo compro hoy, no lo hago más. Así que me llevo una remera de Rossi”, justificó Julio, quien llegó desde Jujuy.
En tanto, Yonny se llevó a su Venezuela un imponente reloj “a 1.500 dólares, cuando allá me cuesta 2.100 o 2.200”. Y así se iban multiplicando y “justificando” los casos. A nadie le importó desembolsar con tal de tener algo oficial del MotoGP.