En Empalme Graneros las cosas no están bien. Por las noches hay sectores del barrio que dan miedo. "No vayan a la zona donde tomaron los terrenos de la hermana María Jordán porque les van a robar; van a volver sin la cámara", dijo a un equipo de La Capital el viernes, cerca de las 21, un alto referente policial.
Ni más ni menos. El efectivo y sus agentes habían tenido que retirarse del predio usurpado debido a las agresiones que recibieron por parte de los "nuevos moradores". Los piedrazos llovían con la intención de que los uniformados y el juez abandonaran el sitio. Y lo lograron.
"Venían bien de atrás", dijo otro policía. Adelante, en tanto, habían quedado las mujeres y los chicos. El escudo perfecto para evitar la actuación de la fuerza. "Imaginate que quede un nene herido; eso es pase a disponibilidad inmediato", sostuvo.
La monja a cargo del lugar permanecía encerrada en su casa, muy cerca del espacio donde se hicieron pozos, fogatas y se plantaron palos para delimitar terrenos. Horas antes allí funcionaban una guardería, un comedor, salones de usos múltiples y una capilla mientras el terreno se usaba para recreación y deportes. Ayer, incluso, estaba previsto un festival.
Jordán tenía miedo de que la emprendieran contra su casa por el solo hecho de defender un ámbito por el que lucha desde hace años. Estaba superada por la situación ya que muchas de las familias que se instalaron son del barrio, frecuentaban el lugar y participaban de la ayuda.
Algunas personas blanquearon que pertenecían a organizaciones como la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y Barrios de Pie, grupos que suelen jactarse de obtener fondos del Estado para reutilizarlos en acción social. ¿Cómo se explica entonces que quisieran establecerse en un lugar destinado únicamente a brindar contención a través de la Iglesia?¿O será que ciertos grupos no pueden soportar que esas tareas se hagan con transparencia mientras pierden el control de las familias logrado a cambio de dádivas de las que siempre se quedan con una tajada?
Por estas horas, en el también llamado barrio Toba, la disputa quedó fácticamente instalada. Y la sensación es que muchos no pueden dejar de beneficiarse a costa de los pobres en un lugar vulnerable. Tan frágil como lo que quedó de un incendio en un almacén, que se desató en la misma noche, a escasas tres cuadras. Allí también asistió la policía para custodiar que la mercadería no fuera saqueada por los vecinos: parte de esos habitantes rehenes de la violencia que se hizo carne en la zona. Esos mismos habitantes que duermen armados para defenderse cuando cae el sol mientras sus hijos son tentados por los dealers de la droga a sólo 15 minutos del centro de Rosario.