Lionel Messi cargó con dureza contra el vicepresidente económico del Barcelona, Javier Faus, al sentenciar que “no sabe nada de fútbol”.
Lionel Messi cargó con dureza contra el vicepresidente económico del Barcelona, Javier Faus, al sentenciar que “no sabe nada de fútbol”.
Por otro lado, el crack del Barcelona y el seleccionado argentino defendió la supuesta transparencia de los amistosos organizados por su Fundación, investigados por la sospecha de que son utilizados para el lavado de dinero del narcotráfico colombiano. Pero detrás de este microclima, inédito para los Messi desde que están en Barcelona, parece existir una historia de intereses que trasciende al futbolista y hasta podría involucrar al brasileño Neymar. Sí, así como se lee.
“El señor Faus es una persona que no sabe nada de fútbol. Quiere manejar el Barcelona como si fuera una empresa, y no lo es. Barcelona es uno de los equipos más grandes del mundo y merece ser representado por los mejores dirigentes también”, expresó Messi ayer a la mañana en diálogo con la radio catalana RAC1.
La contundencia en las declaraciones del mejor futbolista del mundo es un signo inequívoco de que algo extraño pasa. Jamás se lo había escuchado a Messi hablar públicamente en ese tono. Se trata de una disputa tan direccionada que también sugiere una trastienda poco clara pero real. Se trata de una pelea con el vicepresidente económico de Barcelona. Ni más ni menos.
Tampoco fueron normales y menos aún protocolares las declaraciones de Faus sobre el contrato de Leo que dispararon la respuesta del crack rosarino. Desavenencias al margen, Messi es un porcentaje verdaderamente trascendente del patrimonio de la poderosa institución catalana.
Faus le había dicho a esa misma emisora: “Yo, desde el punto de vista más aséptico y más frío, a un señor que ya se le renovó el contrato el año pasado, pues no sé por qué se le tiene que renovar el contrato este año”. Muy extraño.
Messi también quedó en el medio de otra polémica esta semana al conocerse las noticias sobre la supuesta utilización de los cinco partidos a beneficio de su Fundación que se realizaron el año pasado con el objetivo de blanquear dinero procedente del narcotráfico colombiano.
“No leí nada. Mi familia me comentó lo que se dijo y, la verdad, lamento profundamente lo que se dijo. No sobre mí, sino sobre personas que quiero, como mi papá o jugadores que son amigos. Lo que hicimos nosotros en estos partidos es cien por cien benéfico”, sostuvo con firmeza el capitán del seleccionado argentino.
Consultado sobre los rumores de que habría decidido apartar a su padre de la gestión de su patrimonio, respondió: “Estoy unido a mi padre y a mi familia en lo personal y en lo profesional. Si de mí depende, y mientras él quiera, seguirá siendo el presidente de nuestra empresa y de la Fundación”.
“Yo me dedico a jugar al fútbol y mi padre a gestionar mis intereses más allá del campo de juego, intentando seleccionar los mejores profesionales y asesores que nos ayudan”, completó Lionel.
Esta última contingencia llevó a decir al presidente de Barcelona, Sandro Rosell, que había una campaña en contra del mejor jugador del mundo. También que Leo tenía que ser el mejor pago del mundo, lo que desautorizó, de alguna manera, al vice económico del club. Extraño, todo muy extraño. Porque resulta inverosímil suponer que las declaraciones de Faus no están en consonancia con el pensamiento de Rosell. Salvo que exista una interna feroz en la comisión directiva blaugrana. Esto último sólo lo podrá ratificar o no el paso del tiempo.
Es obvio que la gran apuesta de Rosell es Neymar. Es, y será, su acto de gobierno más trascendente. Messi siempre fue el mayor orgullo de Joan Laporta, el anterior mandamás del Barsa.
La historia parece no terminar ahí. Para nada. Recién empieza.
Messi es el deportista de Adidas más importante de la tierra. Neymar, uno de los más trascendentes de Nike, la marca que viste a la institución culé.
Hay algunos osados que se atreven a asegurar que ahí está el meollo de la cuestión. Nadie se atrevería a aseverar semejante disputa. Lo que nadie podría negar es que todo huele a un tufillo que trasciende largamente lo que se ve, se escucha o se lee.