Sentimientos contradictorios y emociones atravesadas por el dolor. Eso es lo que se podía percibir ayer en uno de los tantos pasillos ubicados en las entrañas de barrio Larrea, en el noroeste de la ciudad. Es que el jueves a la noche Juan Roque Amarilla, de 36 años, asesinó con un puntazo y por la espalda a su primo hermano Daniel David Piki Amarilla, de 32, poniendo punto final a una discusión motivada por los malos tratos que el matador le propinaba a su concubina.
A Piki lo llevaron en el auto de un vecino hasta el hospital Alberdi y de ahí fue derivado al Hospital de Emergencias, donde falleció pasada la medianoche. Una hora y media más tarde, algunos familiares dieron con Juan Roque en Villa Gobernador Gálvez. Tras darle un severo correctivo, se lo entregaron a efectivos de la comisaría 20ª, quienes lo buscaban con apoyo de personal de la 25ª.
Rescatado. Daniel David Amarilla tenía 32 años y una hija de 3. Con un pasado templado tras las rejas, Piki "estaba rescatado", como se dice del que dejó el mundo del delito. "Trabajaba hace seis años con nosotros en la construcción y se estaba haciendo la casita por calle Juan B. Justo. Por estos días era el cumpleaños de su hija y se lo íbamos a festejar", explicó ayer al mediodía un familiar del muchacho asesinado, mientras en el pasillo de Colombia al 937 bis donde ocurrió el crimen esperaban que llevaran el cuerpo para comenzar el velatorio.
La escena del crimen está ubicada en lo que durante muchos años se valoró como el patio trasero de Empalme Graneros. En el pasillo antes mencionado se levantan varias viviendas, entre ellas la de la madre y el abuelo materno de Piki. Según se pudo reconstruir, desde hace unos pocos meses en la casa del abuelo también residía junto a su concubina Juan Roque Amarilla, quien en 2001 fue condenado a 12 años y 6 meses de prisión por varios delitos.
Los familiares de Piki indicaron que todos los días el muchacho se daba una vuelta por la casa de su mamá. Así lo hizo el jueves, a la hora en que los pobres acondicionan la mesa para la cena. Piki estaba charlando con su madre cuando escucharon gritos y pedidos de auxilio. "Salió y cuando vio que el primo le estaba pegando a su pareja le dijo que no era forma de tratar a su mujer. Lo habló para que no la golpeara. Pero el otro estaba amanecido y tal vez drogado. Cuando Piki se dio vuelta para volver a lo de su mamá, Juan Roque lo atacó y le dio un puntazo por la espalda", indicó un vecino del pasillo. Mientras a Daniel lo socorría su madre, el homicida huía con las manos ensangrentadas y empuñando una cuchilla de carnicero.
A Piki lo cargaron en el auto de un vecino y lo llevaron al hospital Alberdi. Pero la herida era profunda y comprometida. Entonces lo derivaron al Clemente Alvarez donde poco después de la medianoche de ayer.
Lo encontraron. Mientras a la víctima la asistían, Juan Roque salió a la calle con la cuchilla en la mano y se topó con su primo Jonathan, hermano del hombre que agonizaba. El muchacho, de 23 años, llegaba en su moto Guerrero Magic. Pero el homicida lo amenazó con la cuchilla, le arrebató la moto y se marchó.
A partir de ese momento comenzó una carrera contrarreloj. Por un lado, de la comisaría 20ª para conseguir testimonios. Por el otro, de los familiares de los protagonistas quienes salieron a buscar al agresor. Cerca de la 1.30 lo encontraron en Mendoza y General López, en el barrio Pueblo Nuevo de Villa Gobernador Gálvez. Los familiares indicaron que tras "aplicarle un correctivo", se lo entregaron a la policía. Ahora deberá explicarle al juez Juan José Pazos por qué hizo lo que hizo. Aunque eso no será lo peor que le espera. "Hay que creer en la Justicia de Dios", reflexionó uno de los primos del muerto y su matador.
Intento de fuga
Daniel David Piki Amarilla tenía 21 años cuando en octubre de 1999 intentó irse de la comisaría 10ª. Estudió los movimientos de la seccional y descubrió que diariamente sacaban a la vereda un tambor de 200 litros con la basura del penal. Entonces se zambulló en el tacho y se tapó con escombros. El recipiente fue retirado por dos policías que, exhaustos por el peso, pararon a tomar un respiro. Ahí sobrevino el error de Piki: pensó que ya estaba a salvo y levantó con la cabeza la tapa del tarro. Así se encontró cara a cara con los vigilantes. Por el fallido intento, el juez correccional Horacio Benvenutto lo condenó a 2 meses de prisión adicional.