Gerardo Martino, el héroe de la resurrección de Newell’s. Un referente acusado de traición hace mucho tiempo y ahora elevado a una condición divina en la cultura popular rojinegra. Sus frustraciones y sus sueños. Preferencias y distancias. Cuentas pendientes, huellas tangibles y vientos de reconocimiento. Un manual de estilo. El relato y el latido de su pasión leprosa. Un viaje fascinante al universo interior del Tata en un mano a mano con Ovación. “Nunca me tocó dirigir un equipo que juegue como este Newell’s”, confió el DT, quien se animó a revisar su propia historia.
—¿Qué sentís que representás para el hincha?
—Siempre creo que hay que buscar la respuesta a esa pregunta en otro momento, donde no pasa nada. No es justo preguntarse esto justo ahora y no hacerlo hace cinco años. En ese momento tenía la misma carrera en Newell’s, sólo que no tenía el año de entrenador. Y además, como me fue bien en este año (2012), no me quiero dejar llevar por la posible respuesta.
—Hiciste méritos como DT.
—Pero hay mucha gente que hace cosas muy importantes y no es reconocida. Entiendo que el fútbol es muy de lo que pasa hoy. Nos olvidamos demasiado pronto de todo lo que pasamos. Y no puedo dejar de reconocer que hubo una época como jugador que la pasé mal. Y no me olvido de las cosas.
—Pasaste de ser acusado de traidor en la liguilla contra Boca a ser endiosado ahora.
—El fútbol presenta estas cuestiones permanentemente. Yo prefiero mantenerme a un costado. Más cuando las reacciones y las muestras no son espontáneas, y hay algo en el medio que induce a algo. Ahora pasó este año como entrenador y es como que eso fuerza las cosas. Yo soy el mismo de los quinientos y pico de partidos, de un par de finales, de un par de títulos.
—Eso es nada menos que la parte más importante de la historia de Newell’s.
—Sí, pero si hubiera sido verdulero después de ser jugador, hubiera quedado en la historia. Valoro los reconocimientos pero hay muestras que son mucho más importantes. Como las de estos pibes que de verdad vienen de jugar en grandes ligas, vienen con contrato vigente, y dejan todo de lado para venir a pelear el descenso con Newell’s.
—Sos la cabeza del proceso.
—Sí, pero ellos tenían contratos vigentes y yo tenía que ver qué hacía con mi vida. Vos ves el currículum de estos pibes y no lo hace cualquiera.
—Evidentemente lo del 86 te marcó. ¿Tenés sed de revancha o te permite disfrutar más de este presente?
—Lo del 86 me abrió los ojos. Me dijo: “Mirá el fútbol es así”, y las reacciones en el fútbol son estas. Quedé escéptico y no hay muchas cosas que me emocionen y sorprendan dentro del fútbol. Me puse distante y analizo todo mucho más.
—¿Después de eso valorás más lo honesto intelectual y futbolísticamente?
—Eso sí. Siento que desde aquello que pasó en el 86, en cada cosa que yo hacía estaba demostrando algo. Era algo inconsciente. Me marcó tanto porque me pareció tan injusto. Vivimos muy mal. Si me preguntan cuál fue el hecho que me marcó más en mi carrera, no fue ningún título, ningún equipo, ninguna copa, fue esa liguilla.
—¿La vida futbolística hoy te devuelve algo que te debía?
—Lo que creo es que estoy teniendo la posibilidad de dirigir a Newell’s que es algo que siempre quise, que en algún momento creí que nunca lo iba a hacer y se dio. A la luz de lo que pasó, estoy muy contento de haber tomado la decisión que tomé y del año que pasé. Lo que más me gustó fue la forma en que lo logramos. Eso me da placer porque no lo logré siempre en mi carrera. Nunca me tocó dirigir un equipo que juegue como este Newell’s.
—¿Qué sueños te quedan?
—Ahora pasan por Newell’s, por armar un equipo que juegue bien y sea reconocido. Por estar en grupos donde crea que tengo algo que hacer. También pasa por ganar algo.
—¿Cómo te imaginás en junio?
—De la mejor manera. Seguro me iré sin traicionar las ideas de juego de este equipo. No es una expresión de deseo, es una certeza.