"Un porro olvidado debajo del banco es un pedido de auxilio que nos hacen los
alumnos, y forma parte de nuestro trabajo el enfrentar los problemas que los pibes nos llevan". La
frase pertenece a Paulo Juncos, maestro de grado de una escuela de la zona oeste de Rosario, y
resume el compromiso cotidiano de un grupo de educadores que, además de enseñar, realizan tareas de
prevención y contención para alejar a sus alumnos de las drogas. Reunidos por La Capital,
consideran que lo esencial es trabajar con los chicos temas como la autoestima y la construcción de
la identidad, aunque admiten las dificultades concretar esta tarea "cuando a veces hay gente que
está vendiendo droga en la vereda de enfrente de la escuela".
La cuestión gana espacio en los medios. El consumo de sustancias adictivas crece entre chicos y
jóvenes, mientras una película recientemente en cartel —"Paco", de Diego Rafecas—
cuenta el drama de los jóvenes que viven esta realidad.
La última encuesta de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la
Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) —con datos de 2007— señala que entre los
estudiantes de entre 13 y 17 años de Santa Fe las sustancias de mayor consumo son las bebidas
alcohólicas y el tabaco, aunque uno de cada diez admite haber consumido alguna droga ilícita, como
la marihuana, el paco o alguna sustancia inhalable. Sobre este último grupo, el estudio destaca que
la edad promedio del inicio del consumo se encuentra en los 14 años.
"Si bien nuestro rol como docentes es enseñar, el mandato que tenemos desde siempre, no podemos
mirar hacia otro lado sobre lo que le está sucediendo al pibe", señala Mabel Ríos, maestra del
turno tarde de la Escuela Nº 63 Almirante Brown.
Mabel es docente de primaria pero además es una militante comprometida que integra Madres en
Lucha, una organización que trabaja para alejar a los chicos del consumo drogas, fundamentalmente
el paco. Con respecto a esta sustancia cuenta que los alumnos preguntan sobre los efectos, y si es
verdad que es altamente adictiva y lleva a la muerte de manera acelerada. "Cómo el tema está
saliendo en los medios les llama más la atención y encuentran en el docente un referente dónde
evacuar esas dudas", apunta Ríos.
De su tarea cotidiana con este tema, explica que "cuando un chico llega totalmente dado vuelta o
sufriendo un poscrisis, es porque está poniendo en evidencia lo que le está pasando y busca
inconscientemente una ayuda". Con esta mirada coincide Paulo Juncos, maestro de la Escuela Nº
1.381, de Rouillón y Doctor Riva, y lo explica con un ejemplo: "Si un alumno se olvida un porro
debajo del banco no es casual, es un pedido de auxilio que nos hace, y forma parte de nuestro
trabajo el enfrentar los problemas que los pibes nos llevan".
En la vereda de enfrente
En la charla con los educadores fluyen lugares, situaciones y nombres propios que atraviesan la
realidad de los chicos sumidos en la adicción. Entre ellos, la existencia de cocinas de pasta base
de cocaína que funcionan en el mismo barrio que donde se escolarizan, como la que finalmente fue
desbarata a principios de 2008 en Empalme Graneros.
Otro dato es el que aporta María Gervasoni, psicóloga de la Escuela Nº 63 y tutora en una
secundaria del Fonavi Parque Oeste: "Los chicos saben todo, desgraciadamente tienen muchas certezas
y te dicen «ese es transero, esa es mechera». Y uno aborda la cuestión de la prevención y a veces
hay gente que está vendiendo droga en la vereda de enfrente de la escuela".
¿Cómo abordar desde la escuela el problema de las adicciones en este contexto? Para Gervasoni,
la forma de encarar esta problemática desde las aulas no pasa sólo por describir y analizar los
efectos de las distintas sustancias, "como algo malo que viene a destruirme desde afuera, sino con
trabajar en relación a qué les esta pasando a los chicos para que busquen en una droga la solución
para tolerar la vida que llevan".
Una de las cuestiones para abordar la prevención —agrega Mabel Ríos— tiene que ver
con la construcción de la autoestima, la identidad y la inclusión. "Siempre les digo que ellos son
forjadores de su historia y su proyecto de vida, por eso cuando armamos actividades a veces alguno
viene y te dice «anoche no tomé porque quería participar del taller», y eso marca que ante un
objetivo, por más mínimo que sea, pueden dejar de lado todo aquello que no les sirve", sostiene la
docente, para quien esto es un ejemplo más de las pequeñas batallas cotidianas que los chicos
libran "entre el consumismo y el ser protagonista de sus decisiones".
La escuela como respuesta
Docente de primarias y secundarias de la ciudad, Juan Pablo Bustamante es otro de los educadores
que trabaja diariamente en la prevención de adicciones. Sostiene que "la escuela quedó como la
última institución después de más de 30 años de neoliberalismo, lo único que ha quedado en pie, y
por eso los padres vienen en busca de una respuesta".
Bustamante entiende además que los adultos muchas veces se sienten desbordados porque ven "cómo
sus hijos se les van a la esquina toda lo noche, sabiendo que el transero es un intocable del
barrio, y pareciera que no hay forma de salir de eso".
Si bien no se resignan a tratar de cambiar esta realidad que viven sus alumnos, estos maestros
saben que son "un puñadito" dentro del magisterio. "Al igual que en la sociedad, hay compañeros con
una mirada reaccionaria de lo que les pasa a los chicos", apunta Bustamante. Mabel Ríos agregó otro
dato: "A veces cuando se denuncia hay docentes que tienen muchos temores, pero igual vamos a seguir
trabajando con actividades preventivas, buscando recuperar el lugar del niño y para que aprendan a
valorarse como personas".