Sin definiciones todavía precisas sobre la política interna, sobre todo en materia económica, el gobierno del presidente electo Mauricio Macri, sí en cambio ha comenzado a delinear su posición internacional.
La designación de la rosarina Susana Malcorra, desde afuera del ambiente político vernáculo y dedicada desde hace años más a las relaciones internacionales en las Naciones Unidas que a su profesión de ingeniera electrónica, generó buenas repercusiones en todos los ámbitos. Los docentes que la conocen de la Facultad de Ingeniería de Rosario la recuerdan como una buena alumna y con gran capacidad.
Sin embargo, llamó la atención que una de las primeras definiciones de Macri, casi imperativa, haya sido vinculada a la situación de Venezuela en el Mercosur. Sin mediar palabra de la futura canciller anticipó, como había anunciado en la campaña, que invocaría una cláusula del organismo para sancionar a Venezuela por violar los derechos políticos de los opositores.
Más allá de la consideración que cada país socio del Mercosur haga sobre Venezuela, una nación y un presidente que sin dudas traen más de un dolor de cabeza desde hace años, las cancillerías de los países miembros se han mantenido sin pronunciamientos definitorios sobre la futura acción argentina contra Venezuela. Y eso ocurre porque las decisiones políticas en materia internacional tienen un efecto más importante del que a veces se cree.
Para la Argentina, que Venezuela siga siendo miembro del Mercosur o sea sancionado y eventualmente expulsado no parece constituir una situación estratégica en materia internacional ni doméstica y por eso llama la atención la rapidez con que el tema fue puesto en escena por un gobierno que aún ni siquiera asumió.
Nadie desconoce que la situación política y económica en el país bolivariano es extremadamente delicada, que esta semana mataron a un opositor al gobierno y que las elecciones legislativas de mañana están sospechadas de poca transparencia. Tampoco que tiene un presidente más que cuestionable, quien entre otras cosas calificó de “basura” al secretario general de la OEA, Luis Almagro, ex canciller del presidente uruguayo Pepe Mujica, aliado de Venezuela.
Pese a todo el sainete venezolano el resto de los países miembros del Mercosur mantienen un bajo perfil sobre la política interna bolivariana y ponen por delante sus estrategias comerciales. ¿De qué le serviría a la Argentina liderar ahora una posición principista en el Mercosur cuando debe concentrarse en su delicado frente interno, y en el externo consolidar sus vínculos con Brasil, el principal socio comercial que tiene 201 millones de habitantes y más del doble de superficie que la Argentina? Las primeras más prudentes declaraciones de la futura canciller y el viaje de ayer de Macri a Brasil parecen querer rectificar ese rumbo principista sobre Venezuela, que ningún país lo tiene en situaciones que afecten sus intereses.
La realpolitik. La polémica práctica de la realpolitik, implementada por el canciller prusiano Otto Von Bismarck en el siglo XIX, tiene sin dudas aplicaciones modernas que se han ido adaptando a estos tiempos de doble estándar para situaciones con distintos objetivos en materia de relaciones internacionales.
Sin esa mirada, no podría explicarse entonces por qué Estados Unidos, que intenta ser el líder de las democracia global, tiene como principal aliado en el mundo árabe a la monarquía saudita, una teocracia que reprime cualquier intento de apertura democrática y que mantiene a la mujer con sometimientos casi medievales. Un caso que ha dado vueltas al mundo últimamente es el del bloguero saudita Raif Badawi, quien fue condenado por la monarquía a 10 años de prisión y a mil latigazos por expresar sus ideas de libertad y democracia a través de un sitio web.
Tampoco podría explicarse la política internacional de Rusia, que apoya al presidente sirio Bashar Al Assad en la guerra civil de ese país, que ya se ha cobrado 250 mil muertos y causado el éxodo de cientos de miles de refugiados que escapan de las bombas. Assad, un dictador acusado de los peores crímenes, es parte del problema y no de la solución en esa interminable lucha armada, pero se sostiene con el respaldo ruso e iraní.
Tampoco China tiene buen récord en el campo de las libertades individuales, pero su poder económico prevalece ante todas las miradas y empresas de todo el mundo se han radicado en estas últimas décadas en su territorio aprovechando mejores condiciones comerciales y sobre todo una mano de obra todavía barata.
Ejemplos del doble estándar en la política internacional se encuentran en todas partes del planeta y por eso las posiciones políticas deben manejarse con mucho cuidado porque las repercusiones internas son impredecibles.
Ya ha pasado en este país cuando por la estrecha ligazón de la política internacional del menemismo con Estados Unidos se enviaron tropas (aunque no hayan entrado en combate) a la Primera Guerra del Golfo en 1990 para desalojar a Irak de Kuwait. En 1992 y en 1994 la Argentina sufrió dos ataques terroristas contra la embajada de Israel y la Amia, que sin dudas tuvieron relación con esa decisión en materia de política internacional junto a otras secretas que el ex presidente Menem guardará en su consciencia.
El memorándum. Otra de las primeras definiciones de la política internacional de Macri ha sido el anuncio de que pedirá al Congreso la derogación del incomprensible memorándum de entendimiento con Irán en torno a la causa Amia. Ese acuerdo que hipotéticamente haría avanzar la investigación del peor ataque terrorista en suelo argentino ni siquiera fue tratado por el Parlamento iraní, que debía aprobarlo para que entre en vigencia, cosa que nunca ocurrió.
En realidad, en el tema Amia-Irán se entremezclan decisiones de política internacional pero también domésticas. Irán apoya a la dictadura siria de Assad, sostiene a grupos terroristas en Líbano y Gaza, propicia la destrucción de un miembro de Naciones Unidas, como Israel, y lucha para convertirse en la potencia regional a expensas de Arabia Saudita. Con esos antecedentes, la Argentina firmó con Irán un memorándum de entendimiento que sensatamente debería ser archivado para siempre y ya ha sido declarado inconstitucional. Pero, paradójicamente, Estados Unidos y las principales naciones industriales acordaron con Irán un polémico programa de acuerdo para frenar el desarrollo nuclear persa. Otra vez el doble estándar.
Sobre el atentado a la Amia pasaron 21 años y distintos gobiernos sin que haya una sola pista firme sobre quiénes fueron los responsables locales. Y el fiscal especial que investigaba el caso, pero tampoco aportó a su esclarecimiento, apareció muerto hace casi once meses y todavía no se sabe si lo mataron o se suicidó. Sin embargo en París, para extrapolar la situación, ya se identificaron a todos los que produjeron la masacre de hace tres semanas y también a sus autores ideológicos.
Primeras señales. El futuro gobierno de Macri ha despertado buenas reacciones en distintos países. Si bien puede haber mucho de formalismo e intereses en esas cálidas recepciones, es cierto que hay casos particulares interesantes de analizar. Uno de ellos es el de la Madre Patria. El canciller español, José Manuel García Margallo, que estuvo esta semana en el país, fue más que claro cuando dijo: “Queremos volver a tener con la Argentina una relación al nivel que siempre se tuvo”. Se quejaba, con seguridad, por la expropiación de Repsol, aunque el mismo Macri ya anunció que YPF seguirá en manos del Estado. En realidad, España recién comienza a salir de una de las peores crisis económicas del posfranquismo y dos de sus grandes empresas en la Argentina no han tenido un buen desempeño ni han beneficiado el interés nacional. Así fue con Repsol, pero también hace tiempo con Aerolíneas de la mano del grupo Marsans.
Seguramente la futura canciller sabrá diferenciar los históricos lazos culturales entre ambos países (400 mil españoles viven en la Argentina y 100 mil argentinos residen en España) de los intereses y presiones de los grandes grupos económicos.
Otro caso fue el del premier británico David Cameron, quien por teléfono felicitó a Macri por su triunfo electoral. Quedaron en reunirse para potenciar los lazos comerciales e incluso viabilizar el acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, trabado desde hace años. ¿En ese futuro encuentro, Cameron accederá a hablar sobre las Malvinas en base a las resoluciones de la ONU que instan al diálogo bilateral? Gran Bretaña promueve la democracia global pero se niega a hablar sobre su enclave colonial, que a esta altura no es novedad que le interesa más como núcleo geopolítico y económico que por el destino de unos miles de kelpers. Nuevamente el doble estándar.
En el complejo mundo de las relaciones internacionales la prudencia es muy importante, como también saber cuándo plantarse y enfrentar diplomáticamente a quienes sólo, a veces con socios locales, pretenden beneficios ajenos a los intereses del país.