Nunca tan contentos los gremios como con estas paritarias. Nunca con tantos problemas en superficie.
Nunca tan contentos los gremios como con estas paritarias. Nunca con tantos problemas en superficie.
Acostumbrados (muchos) a la orden de la monarquía de baja intensidad, que cerraba convenios con un telefonazo, extrañan el sistema real.
Todos sabían que nunca hubo ministro de Trabajo en el reinado K, sino un delegado de la corte. Ahora no, no señor. A discutir frente a una mesa. Eso es bueno, pero también desnuda la capacidad sindical enfrentada a la potencia patronal y la actitud del gobierno, que sigue sin entender su rol, todos sus derechos y sus obligaciones. ¿Qué debe hacer el gobierno? No lo saben tan bien como se piensa y hay reflejos históricos que tientan a las tres partes.
Los gremios mas amancebados al sector K piensan las paritarias como un campo de la batalla ideológico partidaria. Los gremios mas radicalizados, donde los sindicatos de base tienen fuerza encuentran, en estas paritarias libres, un argumento de la lucha frontal contra el aparato burocrático de sindicato único, contra el sistema burgués y contra la coyuntura, que no es la mejor para ningún bolsillo.
Los trabajadores que cobran del Estado tienen una ventaja básica: la del empleo perenne. Solo los K, con el abuso de los nombramientos de último momento, que nadie puede defender sin entrar en contradicción con su conciencia, llevaron a los gremios estatales a la doble pinza.
“Queremos aumentos y que no saquen de la nómina a los ñoquis”. Dos frentes diferentes. Adviértase que esta es una pelea estrictamente estatal. Ni bancarios ni camioneros pueden entender, en su mecánica de trabajo, que es de lucha contra una patronal evidente, la defensa del ñoqui. Solo la disciplina sectorial los suma.
Donde el asunto es un festín es con la “tercera pata” de las negociaciones. Empleado, patrón y el Estado. En una paritaria el asalariado quiere ganar 100 veces mas y el patrón quiere que gane la mitad de lo que está ganando, explotarlo en horarios y expoliarle conquistas. Eso es el origen, exagerado, pero posible, de una negociación paritaria. El Estado, básicamente el Estado presente, tutela que no sea el 100 si no corresponde y que no haya injusticias y se cumplan las leyes de los Contratos de Trabajo. El peronismo, históricamente, es parte de este juego pero… pero su rol como Estado presente fue muy cercano al trabajador, que fue su origen. El peronismo original reivindica al trabajador, le otorga condición de persona social y en tal ascenso las leyes de trabajo fueron/ todas/ para alcanzar tal posición. El peronismo original es fundamentalmente pro obrero.
Sobre ése concepto peronista (“el movimiento obrero es la columna vertebral”…) se arraciman quienes lo creen y los que, aún sin creerlo, se aprovechan. Es una idea fuerza tan potente que nadie concibe al Estado como mediador. No, al menos, desde el peronismo. Un estado que aparente imparcialidad estará definiéndose como traidor a la clase obrera. Difícil escapar de esta trampa del peronismo original. La usaron todos. La seguirán usando.
Desde 1983, cuando con Alfonsín se instala una democracia de mil años, el asunto ha sido claro. No gobierna el peronismo hay una discusión, si está el peronismo en el poder es otra la discusión.
Hay, en este caso, una diferencia sustancial, porque es otra esa: la sustancia. Alfonsín fue el punto mas alto del radicalismo a quien los radicales, como es obvio, dejaron solo. Solo suyo es el triunfo enfrentando al peronismo unido y activo, no proscripto.
La otra presencia no peronista es De la Rúa. Su ineptitud es tan manifiesta que no es necesario apelar a ninguna memoria, está vivo su fracaso y, acaso, sea el fantasma que atormenta a Macri.
Es este, el actual presidente, que asumió el 10 de diciembre de 2015, quien enfrenta paritarias libres sin un partido en su espalda porque, debemos reconocer que Alfonsín y De la Rúa cargaron con su partido: el radicalismo. Macri no tiene partido, tiene estimulantes intenciones de cambio. Cambiemos es eso, una suma de anhelos sin estructura partidaria. En términos conocidos es un frente electoral. Un frente donde, además, no todos piensan lo mismo y citar a Prat Gay y Aguad me libera de ejemplos mas claros. Sin olvidarnos de Torquemada, claro está. En este febrero de 2016 la señora Carrió también existe.
¿Qué se juega en esta negociación paritaria de 2016? Para el FpV la continuidad tranquila de Macri o el primer torpedo bajo la línea de flotación. La razón costo kw no ha sido mensurada por los ideólogos del grupo Newman, tampoco por los liberales a ultranza. Ni siquiera por los bienpensantes y, de hecho, no le preguntaron a la junta efectiva de gobierno (Schiaretti, Vidal, Rodríguez Larreta). La gobernadora niña, el ideólogo real y el experimentado cordobés sostienen territorio. Macri es presidente sin partido y, obvio, sin un territorio propio. El kilovatio aumenta todo. Hoteles y carnicerías. Todo.
La inflación, que pudieron ocultar los K, será parte efectiva de este tema que ahora se desata y puede terminar con el barco Cambiemos muy escorado. La política de shock con las tarifas alegra al interior del
país (falta la del gas). Estamos contentos. Demasiados años robándole de la billetera al resto del país. El kilovatio será el rey de las paritarias. No indica, esta actualización sin escalas, sin aumentos graduales, que la vida del país mejore. Eso debería pedirle Macri a los gremios. Un sacrificio a favor de los que mas tienen. Debería pedirlo aún con una certeza. No lo conseguiría. Sería una injusticia.