Los partidos euroescépticos, casi todos de extrema derecha, son los ganadores relativos de las elecciones al Parlamento Europeo. En muchos países lograron grandes avances, y en Francia y Reino Unido fueron la fuerza más votada. En Alemania, la euroescéptica Alternativa para Alemania (AfD) consiguió siete escaños y el partido neonazi NPD logró uno. Pero es improbable que logren articular políticas comunes, dada su diversidad. Simplemente, no todos son ultraderechistas y xenófobos.
Pero, ¿de dónde viene este auge de los partidos euroescépticos y populistas? Hay toda una serie de motivos: la frustración por la mala situación económica, el desempleo y la política de austeridad impuesta "por Bruselas", es decir, la Unión Europea. La indignación ante el hecho de que "Bruselas" hable continuamente sobre los mercados y la competitividad, y no de cuestiones sociales, ha sumado tanto a los ultraderechistas en Francia, Reino Unido y Dinamarca, como a las izquierdas radicales, en España y Grecia.
El éxito de los populistas y los euroescépticos es la expresión de los conflictos no solucionados de la Unión Euopea (UE), apunta el politólogo alemán Wolfgang Merkel. No hubo una discusión abierta y sincera sobre la inmigración, y los gobiernos nacionales culpan a la UE de las decisiones más impopulares.
En Reino Unido está de celebración Nigel Farage. Su Partido de la Independencia de Reino Unido (UKIP), con su programa a favor de la salida inmediata de la UE, se situó en cabeza con un 27,5 por ciento de votos. Es la primera vez desde 1910 que ni laboristas ni conservadores ganan una elección en Gran Bretaña. En Francia, la victoria del Frente Nacional alcanzó también dimensiones históricas. Liderado por Marine Le Pen —que empero desde hace tiempo tiene un discurso más moderado—, el partido logró un 25 por ciento de apoyos, siendo la fuerza más votada.
El aliado de Le Pen en Europa, el holandés Geerts Wilders, sufrió un retroceso, aunque su Partido para la Libertad (PVV) no cayó tanto como se esperaba. Wilders y Le Pen firmaron hace meses un pacto para crear un grupo parlamentario propio en la Eurocámara. Pero para eso necesitan al menos 25 eurodiputados de al menos siete países. El número de escaños no es problema, pero necesitan contar con apoyos de otros cinco países. Uno de los posibles socios sería el austríaco FPO, que logró avanzar hasta hacerse con el 20,5 por ciento de votos. Pero muchos otros partidos se reservan su opinión sobre una cooperación con Wilders y Le Pen; otros se muestran a distancia y hay quienes la rechazan de plano. El británico UKIP no tiene ningún interés en unirse a ambos. Ni tampoco el derechista Partido Popular Danés, que también fue la fuerza más votada en su pequeña nación. En cuanto al Partido Nacional Eslovaco, en los que confiaban Le Pen y Wilders, no lograron entrar al Parlamento Europeo.
La francesa y el holandés tienen los ojos puestos en Italia, Suecia, Finlandia o Bélgica. Pero algunas de esas formaciones se muestran reticentes, como los Demócratas Suecos. Los neonazis alemanes del NPD no tienen tantos remilgos. El partido, al que en Alemania se intentó ilegalizar sin éxito, tiene interés en unirse al futuro grupo parlamentario, afimó un portavoz. Pero los euroescépticos de Alternativa para Alemania buscan mantener la mayor distancia posible del Frente Nacional. Su presidente, Bernd Lucke, aseguró que "lamenta el ascenso de la extrema derecha" y que es "impensable" que cooperen con semejantes partidos. En otros términos: euroescepticismo no es equivalente de extrema derecha.
Entre los antieuropeos exitosos hay meros euroescépticos, populistas de derecha moderados, pero también formaciones abiertamente racistas, como Jobbik en Hungría o Amanecer Dorado en Grecia. Igual de amplias son las diferencias en sus contenidos y programas. Para el politólogo Merkel, "no creo que que nos enfrentemos a un bloque colectivo de derechas".
En el otro extremo ideológico, la izquierda radical tuvo su fiesta en Grecia. Alexis Tsipras, el líder de la coalición Syriza, reclamó elecciones "lo antes posible" para restablecer la "legitimidad democrática", luego de su victoria con el 26,5 por ciento de los votos. De sus palabras se deduce que hoy Grecia no es una democracia. El extremismo no es monopolio de las derechas.