El juez Claudio Bonadío avanza sobre su convicción de que puede probar un presunto lavado de dinero. Un colega de fuero le preguntó en los pasillos que comparten sus respectivos despachos si se daba cuenta del impacto que estaba causando su investigación en la política prelectoral del país y le contestó: “Esto recién comienza”.
El kirchnerismo ha decidido desatar su tradicional estrategia para los casos en que se siente amenazado. No va por los fundamentos de la denuncia (¿hubo o no incumplimiento tributario de Hotesur? ¿Hay habitaciones de hoteles que encubren maniobras sospechosas?) sino por desautorizar a sus denunciantes. La lógica “amigo-enemigo” es lo que mejor le ha funcionado en estos 12 años (campo o pueblo, patria o buitre, corpo o prensa libre, por sólo dar algunos ejemplos) cuando ha entrado en crisis y está dispuesto a repetirlo. Primero fue en el escenario mediático, usando desde expresiones ramplonas como la de “juez pistolero o golpista” hasta falacias como imposibilidad republicana de investigar a un mandatario en ejercicio. Se ve que sus autores se olvidaron de repasar casos como Watergate o el más reciente pedido de procesamiento a la hija del titular de la corona española. El artilugio militante consiste en ponerse del lado del juez Bonadío o de la presidente Kirchner. Esa es la falacia.
Claudio Bonadio forma parte de los magistrados nombrados a medida de la necesidad política del momento. Es un juez de los 90, pensado por sus proponentes como “amigo” del poder. Y ya se sabe, la historia lo demuestra, que el contemplativo u obsecuente del poderoso es el primer traidor cuando se pierde el poder. Y, también el devenir de la humanidad lo demuestra a pesar de la obcecación de la intelligentzia K encarnada por la Cámpora, el poder nunca es eterno y termina mucho más rápido de lo soñado.
El gobierno nacional ha tenido una epifanía y descubrió por estas horas (¿recién ahora?) que el juez tiene 9 causas para elevarse a juicio político. De repente, el kirchnerismo vio la luz y recordó desde escándalos como la curtiembre Yoma o la empresa Tandanor hasta contagios de enfermedades nunca investigados por el magistrado por inacción judicial. Los santafesinos recordamos bien a este juez que intervino en el sonado caso del Banco Integrado Departamental (BID) que iba a ser salvado por el gobierno integrado por el ministro de economía Roque Fernández en el 1995 gobernado por Carlos Menem. La estafa se perpetró a la vista del hoy cuestionado funcionario. Nadie en su sano juicio republicano pondría las manos en el fuego por un juez nombrado en una servilleta de bar o cantina como servil al poder de turno. Pero muchos estarían en condiciones de asegurar que la investigación que instruye se basa en hechos contundentes que podrían ser la punta del ovillo que desentrañe la madeja del lavado de dinero auspiciado por el Estado.
Dicen en la sede de los Tribunales porteños que circulan rumores y fotos que pretenden amedrentar al juez. De su vida privada, claro. La infamia repite sus métodos. Aseguran los que transitan esos mismos corredores que el juez se siente “jugado” y prepara para esta semana un dictamen basado en la documental que le acercó la Afip más pruebas que ya obran en el expediente que podrían sacudir a toda la familia presidencial y a un conocido operador de la época en que el ex presidente Kirchner gobernaba Santa Cruz. Para el Poder Judicial, ha comenzado el tiempo de descuento. Y el olfato de los hombres de balanza en mano suele ser siempre agudo.
La farándula al poder. El debate político de este 2014 parece estar más presente en los set de la televisión “pum para arriba” y en los cócteles protagonizados por modelos y actores que en los tradicionales foros de discusión de perfil bajo. La realización de la tapa de los 100 personajes del año de la revista Gente que se concretó en la semana que acaba de terminar es un claro ejemplo. El siempre moderado Daniel Scioli llegó primero, se sacó su foto a solas y partió raudo para evitar cruzarse con sus contrincantes peronistas o “paraperonistas”. “No quiere ni verlo a Massa”, confesó a este cronista uno de sus asesores. Saludó con amabilidad a los presentes, posó y escapó. En el margen opuesto, el líder del Frente Renovador charló con cuanto periodista encontró (Lanata, Longobardi, Gelblung, Leuco, Feinmann, Fernández Díaz y siguen las firmas). Expuso planes de gobierno a quien quisiera escucharlo y no titubeó en retratarse con Martín Insaurralde: “En todo caso, el problema lo vas a tener vos”, le dijo al consorte de Jessica Cirio, que terminó recibiendo el mote de “colado” al evento del aristocrático Hotel Alvear. Ernesto Sanz paseó su don de gente y de radical entre los presentes y fue el que más estrechó manos sin discriminar partidos o pensamientos. Mauricio Macri se blindó tras su equipo de prensa que lo aisló en un rincón y midió cada flash que se le proponía. Llamó la atención la ausencia de Hermes Binner. “Es que viene complicado con las encuestas”, contó una de las organizadoras del evento. Así mide el termómetro cholulo al ex gobernador de Santa Fe.
Sin embargo, llamó la atención que entre los promotores y asistentes de la tapa de la revista se mencionara el nombre de una inesperada coterránea. María Eugenia Bielsa era esperada y no se supo si no fue invitada o declinó estar allí. La misma fuente que opinó de Binner dijo muy suelta de cuerpo antes algunos cronistas: “Quizá venga con su compañero de fórmula Omar Perotti”. La sorpresa de esa frase, claro, debe ser tamizada con lo que puede circular en un evento en el que el champagne y el sushi pesan más que las plataformas partidarias.