Curiosa disputa para el final de un ciclo empapado de consignas setentistas. El
gobierno nacional quiere sacar del Banco Central (BCRA) a una ex estrella menemista reciclada en
convicciones K para poner en su lugar a quien fuera presidente de la entidad durante el período de
Eduardo Duhalde (Mario Blejer). Y el objetivo es hacerse de las reservas para pagar deuda, cosa que
parece poner los pelos de punta incluso a la oposición más liberal.
La propia Justicia, que dejó pasar más de un elefante en materia de política
económica durante los 90, redescubre la importancia de los recursos en manos del Estado. El caso de
la jueza federal María José Sarmiento, que restituyó de momento en su cargo a Martín Redrado y
frenó el depósito de dólares en el Fondo del Bicentenario, es paradigmático. La magistrada es la
misma que no tuvo empacho en convalidar a comienzos de los 90 la medida de no innovar que
desencadenó el "per saltum" de la Corte Suprema en la privatización de Aerolíneas Argentinas. Como
entonces, aunque una calidad jurídica diferente, el protagonismo vuelve a tocar la puerta del
máximo tribunal.
La ideología, como falsa ciencia, parece que ahora también es intercambiable.
Sobre todo en la comunidad de economistas del establishment, como Amado Boudou, Martín Redrado o
Mario Blejer, siempre dispuestos a emplearse en el gobierno que los reclame, a modo de sacrificio
para poder seguir predicando la austeridad fiscal y el combate al gasto público.
La pelea chica en torno del sillón del BCRA tiene un costado caricaturesco. En
cambio, la pelea del gobierno para afectar parte de las reservas al pago de la deuda, tiene aristas
más agudas. En principio, busca liberar fondos para mantener el gasto presupuestario. El gasto
público fue clave en el último año para amortiguar el efecto de la recesión provocada por la crisis
global y la sequía en la economía local. Y probablemente sea una herramienta imprescindible este
año para tomar la posta de la inversión privada, que los empresarios prometen escamotear hasta las
elecciones de 2011.
Es un objetivo noble aunque subsidiario de la estrategia oficialista de arreglar
rápido con los acreedores, consolidando el sendero de ortodoxia que ahora interpretan las espadas
kirchneristas que provienen del duhaldismo.
Redrado, el ex golden boy menemista, es en esta historia, el defensor de los
recursos que garantizarán la independencia de política monetaria del país en un contexto de
turbulencias internacionales.
Para atesorar dólares hasta el fin de los tiempos, contribuyendo a financiar las
políticas expansivas de los Estados del Primer Mundo. Y protegerlos con la muralla de una
institucionalidad que otorga al Banco Central un rango casi equivalente al de un poder público.
La acumulación de reservas fue clave para que los países emergentes capearan con
relativo éxito. Hoy, cuando asoma la recuperación, se dispara a nivel global una discusión sobre la
continuidad de esta política. Un debate complejo y no resuelto pero que no escapa a los límites de
la ortodoxia.