El nuevo aniversario de los trágicos sucesos ocurridos en septiembre de 1976 y su emocionado recuerdo en todas las escuelas del país, nos encuentra en un momento muy especial del debate público acerca de la lucha de los jóvenes por sus derechos y de la posibilidad del ejercicio efectivo de los mismos.
Mirando el siglo pasado, vemos en la historia de nuestro país relevantes sucesos cuya explicación resultaría menguada e incluso tergiversada si en ella no incluimos a los estudiantes secundarios.
La Reforma Universitaria, la lucha por la enseñanza laica, por la democratización de la enseñanza en los años 70, por citar en principio aquellas intervenciones que nacían de preocupaciones educativas, pero sin olvidar todas las grandes gestas populares en las que también los jóvenes fueron partícipes, desde la Revolución del Parque, hasta el 17 de Octubre de 1945, desde la resistencia a los gobiernos militares que asolaron nuestro país, hasta la masiva experiencia militante al calor del retorno a la democracia en 1983. Allí, como actor colectivo, los jóvenes asumieron papeles decisivos, roles de los cuales muchas veces los mayores desertaron.
Poner esto en su justa dimensión histórica es un merecido homenaje a aquellos compañeros que dieron su vida en los días de dolor y vergüenza. Es justo que así sea, porque aquello por lo cual ellos lucharon, que era mucho más profundo que el derecho al "boleto estudiantil", pertenece a esa tradición de compromiso y solidaridad de los jóvenes argentinos.
Compromiso. Desde mi función de Ministro de Educación de la Nación, quiero entonces reivindicar ese "compromiso", palabra hoy poco usada, pero imprescindible, precisamente cuando algunos insisten en colocar a los jóvenes en el lugar de la pasividad. Esta idea, profundamente reaccionaria, del joven como instrumento maleable de oscuros designios ideológicos, siempre emerge con fuerza cuando la juventud busca sus propios caminos de participación en la vida social. Así ocurrió en el pasado y parece estar ocurriendo hoy.
Revisando la historia del último siglo, los ejemplos nos marcan el camino actual, comenzando, como decíamos, por la Reforma Universitaria. Allí los jóvenes de los colegios secundarios tuvieron una destacada participación. Recordamos aquí a los del Colegio Nacional de La Plata, entusiastas propagandistas del movimiento del 18, fundadores de organizaciones y de periódicos como el recordado "Estudiantina" de Juan Manuel Villareal. Un ejemplo entre tantos otros, como bien podría ser el de Alfredo Palacios, por entonces considerado con justicia "maestro de la juventud", por haber sido él mismo un activo participante, a la edad de 16 años, de los mítines socialistas que abogaban por la jornada laboral de 8 horas. La lista se extiende a lo largo del siglo: José Ingenieros, los hermanos Ghioldi, Alberto Ghiraldo, la casi olvidada luchadora obrera y feminista Carolina Muzzilli están allí, como más tarde lo estarán los jóvenes que participaron en las luchas de laica o libre en 1958 y, tras ellos, los de los ‘70 y los ‘80. De cada una de estas generaciones de estudiantes secundarios hay luminosos ejemplos de compromiso con sus semejantes y, junto a quienes el tiempo hizo famosos están, ante todo, los miles de jóvenes que las biografías no recuerdan, pero que moldearon a esos movimientos colectivos con su entrega.
Prestigio ganado.Todos ellos tienen un prestigio legítimamente ganado en el imaginario histórico argentino. Parece, sin embargo, que cuando de ampliar los derechos al pueblo se trata, algunos olvidan que es durante el curso de estas experiencias de participación colectiva de donde surgen los personajes excepcionales y nosotros, los adultos, no sabemos de antemano quiénes serán estos. Los privilegios de casta hace tiempo que están abolidos y la educación pública es universal y gratuita desde hace tiempo también. Costó mucho defenderla y sobre todo recuperarla. De esa matriz saldrán los que en el futuro conduzcan los destinos de la Patria. No hay que tenerles miedo. Hay que trabajar, día a día, como lo hace nuestra Presidenta, como lo hacen todos los docentes de nuestra Patria para que ellos tengan las herramientas necesarias para ser mejores que nosotros. Para que ejerzan críticamente su función de ciudadanos.
No les va a quedar grande la responsabilidad como algunos piensan. Sobran ejemplos en la historia de jóvenes excepcionales y de los movimientos que lideraron, conmoviendo los cimientos de la injusticia en todas las épocas.
Aquellos jóvenes de La Plata, los de la primavera del 76, son parte de esta historia. De la historia grande de Argentina. Así queremos recordarlos y homenajearlos: con más educación y más derechos para aquellos que los continúan, en cada calle, en cada aula de la Patria, en el corazón de todos los argentinos.