La foto de las elecciones de junio puja por convertirse en película. Un clima de
fin de ciclo político se instala más allá, incluso, de los datos de la realidad. Y el sendero
restaurador congelado en los últimos seis meses hace esfuerzo por desplegarse con toda crudeza.
De un lado del ring, el matrimonio Kirchner cerrando filas con el jefe de la
CGT, Hugo Moyano, y los barones del conurbano bonaerense para enfrentar los reclamos de los gremios
y movimiento sociales más combativos y, sobre todo, los fallos de la Corte que van jaqueando el
unicato sindical. La disposición de reservas para garantizar el pago de la deuda y el veto de dos
artículos de la reforma política que tienen como destino acotar las posibilidades de que en 2011 se
presente una alternativa de centroizquierda, muestran un oficialismo muy alejado de la agenda que
horrorizó a las corporaciones más concentradas durante buena parte del año.
Del otro lado, la mesa de enlace coquetea ahora con nuevas medidas de fuerza,
Eduardo Duhalde y Franciso De Narváez fogonean sus candidaturas, la coalición del gatillo fácil
reafirma su posición en el escenario del discurso sobre la seguridad y los funcionarios del
Departamento de Estado de Estados Unidos seducen a la oposición con campañas anacrónicas contra el
gobierno, con el argumento de la inseguridad jurídica.
Como en el cuento que satura la literatura de fin de año, los peores fantasmas
de las navidades pasadas reaparecen en diciembre. Pero no parece que alguien se vaya a volver más
bueno al final del camino. En un clima crispado por las demandas sociales, las operaciones
políticas y el reacomodamiento del poder económico, diciembre hierve en la calle pero, sobre todo,
en los medios.
El mensaje es muy fuerte. La ley de medios, la estatización de las AFJP, las
asignaciones familiares, las alianzas parlamentarias y sociales que reavivaron los sueños de
transversalidad se desgranan frente a las componendas más tradicionales. Vuelve el rico a su
riqueza, el pobre a su pobreza y el señor cura a sus misas.
No está para nada claro que ese sea el mensaje de las urnas en un año electoral
tanto a nivel nacional como provincial. Pero los votos ayudan a crear estructuras políticas cuya
vocación de supervivencia los autonomiza del electorado. Así, el sendero de los realineamientos
políticos de cara a 2011 arranca con una "preferencia por la seguridad", con todo lo que implica
ese término.
Despreciar alianzas políticas progresistas, limar la puja distributiva,
pacificar a las corporaciones, cambiar garantías por seguridad. La política saca el viejo manual
para transitar los años del pato rengo y en eso no escapa la administración socialista en Santa Fe.
La gaffe del Ministerio de Seguridad y la salida de Teresa Beren del control de recaudación son
señales de hibridación del programa original del Frente Progresista.
La realidad marcará hasta dónde es posible volver con las viejas recetas en un
escenario en el cual recrucederá la puja fiscal entre Nación y provincias, crecerá la demanda
social, habrá presión inflacionaria y el empleo se recuperará lentamente, dentro de un contexto en
el que los casos emblemáticos que sacudieron a la región durante este año se están resolviendo con
la victoria del capital.
Entre la agenda de lo posible y la demanda de los deseable, una batalla con
final abierto se verá en el 2010.