Washington. — Estados Unidos seguía con fascinación el último episodio de
espionaje ruso, un arcaísmo de la Guerra Fría que sin embargo decepciona a los más peliculeros por
el nivel «de a pie» que tenían los agentes detenidos. Es cierto que en los viejos tiempos había
tinta invisible, mensajes en clave y diarios llenos de billetes que se intercambiaban con gestos
discretos en estaciones de tren, pero en cuestión de tecnología, James Bond es un mito nostálgico.
Los espías detenidos no usaban prototipos avanzados, sino que compraban los artilugios electrónicos
más comunes en cadenas de súper. Las transmisiones se hacían por Wi-Fi desde un café público a una
notebook en el interior de una camioneta furgoneta estacionada en la esquina, lo que ha hecho reír
a expertos. “En los viejos tiempos, tendrían equipos especiales al estilo KGB. Ahora tienen
computadoras normales, laptops normales”, dijo Sujeet Shenoi, profesor de la universidad de
Tulsa y asesor del FBI. “La tecnología es tan poderosa hoy en día que ya no necesitas tener
un equipo especializado”.
Según los documentos introducidos por el FBI en el arresto de los
sospechosos, los supuestos agentes rusos trabajaban con computadoras portátiles, tarjetas de
memoria y al menos un celular prepago. Otros analistas consideran que los espías no eran tan
tontos, porque con la transmisión codificada por Wi-Fi evitaban el paso de la información a través
de internet y, sobre todo, cualquier contacto visible entre el agente y sus conexiones rusas.
Prueba del abaratamiento tecnológico que ha sacado a las agencias de espionaje de la vanguardia es
el uso de celulares descartables, que sustituye a los pequeños transmisores ocultos en bolígrafos o
cigarrillos para comunicarse con la central.
Anna Chapman, la “femme fatale” de 28 años que acapara por
estos días las portadas de los tabloides, tiró uno de estos celulares cuando sintió que el agente
encubierto del FBI que se hacía pasar por un empleado del consulado ruso la engañaba. Chapman
habría dejado con las manos vacías al FBI si no hubiera tirado la caja a un cesto público, con el
cargador y la factura para la que había inventado un nombre: «Irine Kutsov, 99 de la Calle Falsa»,
escribió con una dejadez imperdonable.
En una época, las radio de onda corta fueron relativamente comunes en
las casas. Actualmente, más bien podrían elevar las sospechas si el FBI cree que alguien es un
espía. No ocurre lo mismo con computadoras portátiles, celulares y tarjetas de memoria. Pero esto
no significa que los espías puedan confiarse. La forma en la que los sospechosos usaron productos
comunes fue reveladora para agentes del FBI que los siguieron por años. Chapman iba a una cafetería
en Manhattan los miércoles con su computadora portátil. Poco después, pasaba por la zona una
camioneta que el FBI sabía pertenece a un funcionario ruso. A la vista de cualquiera, no había
ningún contacto entre ellos. Pero los agentes descubrieron que la notebook de la pelirroja estaba
configurada para conectarse de forma inalámbrica a una laptop en la camioneta, con tecnología
Wi-Fi. En el poco tiempo que las computadoras estaban cerca, era posible transferir archivos
codificados a través de la conexión Wi-Fi del bar. El FBI determinó este mecanismo usando un
programa comercial de análisis de Wi-Fi, no con un artefacto del laboratorio de Q por el que debía
pasar el agente 007 cuando necesitaba algún artefacto sofisticado de espionaje. l