Transmuta la anécdota en poesía, se libera de la fobia en la canción, ruge cada estrofa con la fuerza de un león, pero con la tranquilidad de ese chico rionegrino que supo hacer su camino paso a paso y que no olvidó colocar las migajas de pan para recordar siempre que del sur vino y hacia el infinito va. Lisandro Aristimuño supo desmitificar que la independencia es enemiga del éxito: llena teatros, vende miles de discos y obtuvo las mejores críticas sobre su interpretación y solvencia artística. Aristimuño regresa a Rosario para presentar su nuevo material "Mundo Anfibio", el original y elogiado cuarto disco nominado a los Grammy Latinos como "mejor álbum de música alternativa" y a los Gardel como "mejor álbum rock-pop alternativo", donde participaron Ricardo Mollo, Hilda Lizarazu y Boom Boom Kid. Antes del show, que será este lunes a las 21.30 en el teatro El Círculo (Mendoza y Laprida), Aristimuño dialogó en exclusiva con Escenario acerca de su banda, los Azules Turquezas, de su "arduo" camino independiente y elogió a los hombres que se atreven a llorar en sus conciertos.
—Por suerte el repertorio es súper amplio porque son cinco discos, uno doble, así que serían seis y cerca de 70 canciones. Por suerte tengo una banda con la que estoy hace ocho años y puedo ir generando nuevas versiones y meterle rarezas a ciertos temas. Y también el hecho de que haya un cuarteto de cuerdas hace que podamos ir mutando y de repente hacer un tema con arreglos más clásicos y a la vez hacer rock y electrónica. Es como un juego. Esta gira tiene mucha improvisación en el escenario. Son casi tres horas de show porque se crean ambientes muy largos. Yo dirijo, es como si estuviera mezclando un disco en el escenario. Es súper arriesgado pero cuando sale bien, el placer es enorme.
—¿Con las nominaciones a los premios Gardel y Grammy Latinos sentís que desmitificaste la creencia de que si no pertenecés a una discográfica no podés llegar?
—Fue emocionante, me sorprendió mucho que desde afuera se fijen en la independencia ya que no pertenezco a ninguna compañía. Y uno siempre tiene ese prejuicio de que si no sos de una compañía grande multinacional es muy difícil que te elijan. Lo edité con mi sello "Viento azul" y la verdad que fue un alegrón enorme. Encima competía con otros artistas que pertenecen a sellos importantes. Esto demuestra que la música es más importante que de dónde vengo y de dónde soy.
—¿Como lográs ser un artista independiente o alternativo, sin que nadie manipule tu obra ni tener un hit de radio, y aún así vivir de la música?
—Es como ser el albañil de tu casa. Si se rompe un caño, tengo las herramientas para arreglarlo. Y eso tiene su doble trabajo, por eso cuando te va muy bien es el doble de alegría. Es un trabajo arduo. Estoy todo el día en la computadora. Creo que tengo más el mouse en la mano que la guitarra. Y eso a veces me preocupa, porque amo la música. Por eso tengo que equilibrar para no irme del otro lado y convertirme en manager y productor.
—Tus letras y melodías llenan el alma, algunas resultan desgarradoras... ¿De dónde nacen?
—Una vez le mostré un tema a un amigo y cuando terminó me dijo: "Che, tengo una prima para presentarte" (risas). Es que también me meto en un personaje a la hora de escribir, sobre todo en lo que respecta a la soledad y la pareja. Hace 20 años que estoy en pareja y tengo una hija. Desde los 14 años que estoy con mi mujer. Ella también es de Viedma y se vino a estudiar a Buenos Aires, y yo me vine para acá siguiéndola porque la extrañaba mucho, ni siquiera pensé que podía ocurrir esto en mi vida. Y así surgió mi oficio de cantautor. Lo que escribo tiene mucho que ver con mi vida. Hay gente que tiene capacidad de pensar en el pueblo o en lo popular. Yo no tengo esa capacidad, por eso si pasa eso es alucinante, como un doble mérito. Intento ser muy sensible en mi vida cotidiana, no soy un tipo hermético. También tienen que ver con los paisajes, vivir en la Patagonia es mágico y a la vez desolador porque tenés kilómetros de nada. Mis discos hablan de eso hasta que vine a la ciudad y me choqué contra un edificio. Incluso el disco "Ese asunto de la ventana" fue por una fobia con parálisis facial que me agarró por vivir en la ciudad. Vivía en un edificio y era como mirar un hormiguero desde arriba por la ventana. Pero ahí me puse a escribir y la música logro salvarme.
—Sos del lado sensible del rock, lejos del rockero rebelde. En tus shows muchos hombres lagrimean. ¿Terminó eso de que "los hombres no lloran"?
—El rock tiene una gran cuota de sentimientos, ya sean de bronca o amor, están expresando algo que les jode en el corazón. Iorio, por ejemplo, es un tipo dulce. Un grito o una protesta tiene su lado sentimental porque uno está manifestando lo que le pasa. Pero yo intento usar la metáfora o la poesía. Por ejemplo, mi canción "Agua" surgió porque me peleé con un vecino. En un punto, es una canción que está puteando, pero nadie se da cuenta. Eso de que el hombre tiene que ser duro y macho me parece muy retrógrado y cavernícola. Yo soy de la escuela de Lennon, del amor y la paz, soy un sensible y quiero que se vaya ese prejuicio de ser cursi, grasa o hasta homosexual por decir algo romántico.