La ex policía Adriana Abaca vive en la zona de Circunvalación y 27 de Febrero. En 2012, cuenta, un soldadito que trabajaba en un búnker de venta de drogas a tres cuadras de su casa amenazó a uno de sus hijos y ella no dudó en ir a Tribunales y denunciarlo. Desde aquel momento, sostiene, sufre intimidaciones de todo tipo pese a tener custodia policial a 30 metros de su hogar. Le balearon la puerta, le tiraron trozos de hierro en el frente y sobre los cables de energía y la insultan cuantas veces la ven. El último hecho fue la madrugada de ayer, cuando un muchacho que conoce disparó en la puerta de su casa y luego, cuando ella salió a la vereda, le disparó desde unos 30 metros sin herirla. "No tengo miedo por mí. Sí temo por mi familia", dijo la tarde de ayer a La Capital.
"Anoche veníamos de la casa de un pariente y tipo 1.30 escuché los tiros. Salí a la calle y lo ví a Darío V., un pibe de unos 25 años. Entonces me fui a decirle al custodio que está a unos 30 metros de casa por disposición de la Justicia. Y cuando este chico me vio se dio vuelta y disparó para donde yo estaba", contó la mujer en su casa de barrio Godoy y frente a la puerta con perforaciones de balas calibre 9 milímetros y abolladuras de proyectiles calibre 22.
El principio. La "mala suerte" de Adriana comenzó en 2012. El 1º de enero de ese año, el mismo día del triple crimen de villa Moreno, un hijo suyo fue amenazado por un hombre que prefiere no nombrar y que ella sindica como quien regenteaba un búnker del barrio. Según se dice en las calles, ese quiosco de venta de drogas era propiedad de la familia Cantero, el clan delictivo de barrio Las Flores cuyos integrantes fueron procesados esta semana por la Justicia por conformar una asociación ilícita dedicada a cometer delitos.
"Cuando amenazaron a mi hijo me sentí impotente y con mucha bronca. Hice la denuncia y a los pocos días comencé a colaborar con la Justicia Federal, que quería saber cómo era el tema de los búnker en el barrio. Lo hice por las amenazas, pero ahora creo que es una obligación de todos para que esto de las drogas se termine de una buena vez", dijo con rigor.
Adriana vive junto a su esposo sus hijos, nueras y nietos. Y sostiene que su vida cambió para mal. "Pasa gente y me grita vigilante, botona. Mis hijos tienen problemas pero ya estoy acostumbrada y no me da miedo. Es el cuarto atentado desde que denuncié el búnker de Larralde al 2800", contó.
Los otros episodios no fueron menores: le tirotearon su casa, intentaron romperle el frente y generar un cortocircuito tirando pedazos de hierro a los cables y quisieron robarle dos veces.
La mujer fue docente y agente policial en los 80 y su marido es subcomisario retirado. No se arrepiente un minuto en haber denunciado el manejo del narcotráfico en su barrio de "siempre". El mismo donde en octubre de 2013 quemaron y mataron a Soledad Nievas, de 19 años; y que un mes antes vio cómo quemaban y mataban a Luis Cuevas, un soldadito de 14 años.
Una vecina de Adriana que prefirió no dar su nombre dijo a este diario: "No se puede vivir así. El barrio es un desastre y la causa son los traslados (de vecinos) que hicieron desde la zona sur. Ahora acá atrás hay un barrio que se llama «La nueva granada» y eso nos mató", aseguró en relación al barrio que detrás del Casino aún es comandado por la banda de Los Monos.