La cotización del dólar es, por supuesto, un tema central para todos los actores que participan en alguna parte de la cadena productiva nacional.
Las estrategias para salir adelante incluyen reforzar el mercado externo para aquellas que pueden exportar, resignar ganancias en todos los niveles y, en todos los casos, estirar el ingenio para achicar costos al mínimo posible.
MERCADO INTERNO. Los vaivenes de la macroeconomía afectaron con mayor intensidad a las empresas cuya producción atiende mayoritariamente el mercado interno.
Un ejemplo que grafica bien esta situación es el de la línea blanca, un sector que crece rápido cuando el consumo se dispara pero que, a la inversa, se resiente con velocidad cuando los salarios cierran el mes sin extra para pequeñas inversiones.
Leonel Simonetti es el encargado de compras de Inelro, firma de refrigeración comercial con sede en Salto Grande.
Simonetti relató que en la fábrica "se notó fuerte el golpe del dólar en enero", a lo que le siguió un bajón de producción importante que alcanzó el 30 por ciento en todas las líneas.
"La línea blanca fue la más afectada, por ahora nos mantenemos con algo de trabajo por pedidos institucionales, nos están manteniendo los grandes clientes" señaló, para agregar que si bien no tuvieron que parar la producción ni recortar empleo "la época es difícil".
"Es un año raro, hasta ahora veníamos creciendo y siempre con nuevos proyectos, pero este es un año más de transición", argumentó, tras lo cual vaticinó que si bien primavera y verano son la mejor temporada para el rubro "no esperan que haya un gran crecimiento". Un panorama muy parecido trazó Edmundo Salvia, de Plasticraft, firma de casi 100 empleados que se dedica a la inyección de plástico y de matricería ubicada en Villa Gobernador Gálvez.
Al ser proveedores de la línea blanca, tuvieron un primer semestre "muy malo", con una caída de la facturación de alrededor del 20 por ciento y ganancias que se esfumaron en parte por eso y en parte porque algunos de sus clientes decidieron estirar los pagos "de manera unilateral".
"Financieramente todo está muy complicado", afirmó, y dijo que para intentar cambiar la suerte buscarán abrir el abanico de clientes y reforzar la salida al mercado externo.
"Estamos exportando algo a Chile y estamos intentando abrir algunos otros mercados en Latinoamérica, para eso compramos una marca propia que no teníamos y desarrollamos 50 productos propios que comercializamos a través de Avon, la idea es competir con productos de diseño, también estamos haciendo intentos para ingresar en Estados Unidos".
Respecto al empleo, Salvia afirmó que "se sostiene", aunque si hubo una merma en el plantel de contratados.
INSUMOS Y CONFIANZA. Ana Lacas es la titular de Resortes Lacas, pyme familiar con 20 empleados que desde hace 60 años trabaja en la zona sur de Rosario. Para la empresaria, en este momento la mayor dificultad que enfrentan es el abastecimiento de materia prima, ya que existe un cuello de botella y no encuentran las medidas de alambre que precisan, algo que en el país sólo fabrica Acindar.
"Lo que necesitamos es alambre y no podemos importar, dependemos de un monopolio", explicó, y agregó que si bien se siente una merma en la actividad "tienen un rubro amplio y siempre encuentran algo que fabricar".
"No estamos sin trabajo ni tuvimos que suspender gente, pero esta muy muy duro y se preve que todo vaya peor", sintetizó, tras lo cual recordó que el impacto de la devaluación fue fuerte ya que se trasladó a los precios "incluso por las dudas".
Lacas explicó que, ante la coyuntura, la estrategia de la empresa fue "achicarse todos un poquito". "Las comisiones, las ganancias, todo se va negociando, por ejemplo ahora tenemos que pedir más señas que antes porque a la materia prima hay que pagarla cash".
Como muchos de sus colegas, destacó que existe una sensación de temor: "El proveedor tiene miedo de vendernos y nosotros tenemos miedo de vender, porque no sabemos cómo serán los pagos, tuvimos que achicar los plazos en los dos sentidos, como clientes y como proveedores".
El tema de las expectativas fue también uno de los argumentos utilizados por Guillermo Baremboin, titular de Sipel, una empresa de 50 empleados dedicada a control de sistemas de pesajes electrónicos para la industria.
"La actividad está bastante controlada, en una meseta, estamos tratando de sobrellevar algunas dificultades pero a veces se nos complica", dijo, y explicó que falta ver cómo se resuelve el tema de la deuda. "Esas cosas influyen muchísimo, incluso más en el ánimo que en la realidad, hay mucha influencia de los medios también que a veces no ayudan y ponen palos en la rueda".
GRANDES, CON DIFERENCIAS.La Ronda de Negocios de Apyme permite juntar a las pequeñas y medianas firmas que, no por su tamaño, están exentas de algunas de las dificultades que plantea la coyuntura económica nacional.
Sergio Ditaranto, comprador técnico en la oficina de abastecimiento de Celulosa Argentina, relató que el año hasta ahora "es duro", y que todavía perdura el efecto de la devaluación sobre los precios de las materias primas y de los insumos.
"Estamos intentando desarrollar proveedores con costos acordados porque nos impacta muy fuerte en el precio final del papel, muchos insumos son importados y muchos repuestos y materiales también, estamos buscando todos los medios para bajar los costos, porque no podemos trasladar eso al precio del papel", explicó.
Ante esto, desde esa compañía apuntaron a desarrollar nuevos productos con menores costos para lograr el mismo producto final. "Se trata de negociar con los proveedores para que el negocio sea para ambos y no impacte sólo a una parte", agregó. Desde su visión el segundo semestre será muy parecido al primero, aunque con el paso del tiempo los precios post-devaluación "parecen haberse acomodado un poco".
Otra de las grandes empresas presentes en el encuentro de Apyme fue el frigorífico Mattievich. Juan Pablo Biaggola, el encargado de compras, explicó que los primeros seis meses de 2013 "no fue tan complicada", ya que venían con un margen de faena normal que recién ahora "aflojó un poquito por cuestiones de mercado".
De todas formas, recordó que los primeros días tras la devaluación los proveedores "estaban como locos", y nadie compraba nada porque "no había precios y nadie quería vender".
Como en todos los casos, la cuerda se cortó por el lado de la modalidad de pago. Los plazos se acortaron y pasaron de 60 días a 10 o 15, o directamente contraentrega.
Si bien eso se estabilizó, muchos proveedores que antes cotizaban en pesos ahora lo hacen en dólares, con la cotización del día en que se cierra la factura.
"Para el segundo semestre somos optimistas aunque este lapso de devaluación medio tapada, buitres y caída del mercado hace que los productores no vendan por falta de confianza, es algo psicológico".
El combo de falta de certezas sobre la evolución del tipo de cambio, así como la prolongación del conflicto entre el gobierno nacional y los fondos buitre en Nueva York, fueron mencionados también como elementos que no ayudan a la hora de tomar decisiones. Por eso, en opinión de algunos, una buena parte del parate se explica mas por el temor a moverse que por las falencias de la economía real.