Fuegos artificiales, coherencia política, papelitos de colores, temple de acero en las convicciones, bailecitos en el escenario con música de los Redonditos de Ricota o algún hit de Los Palmeras, Himno nacional, escudo, bandera, escarapela, edificios históricos restaurados, nuevos y gigantes emprendimientos como el CCK ( Centro Cultural Kirchner), y ahora también el sable corbo que compró San Martín en España en 1811 y que legó a Rosas. Y que anteayer fue sacado de paseo por las calles de Buenos Aires para recibir el calor popular.
El kirchnerismo, siempre desafiante, siempre tensionando la realidad, reconquistó una heráldica nacional, ahora democrática y ya no en manos de casas militares, promovió la movilización popular, puso como estandarte a los derechos humanos y sus emblemáticas Madres ("que no estaban en ninguna encuesta en 2003"), la celebración de las fechas patrias con sus contenidos revisionados; al cabo reconstruyó una narrativa alrededor de la Patria, y sobre esa palabra condensó acumulación política. "Tenemos patria, estamos orgullosos", dijo anoche Cristina ante la multitud en la Plaza de Mayo.
Fue durante 12 años, donde políticas públicas, gestión, transformaciones cultural, aciertos notables, yerros sonoros, retrasos, reformulaciones, batallas perdidas, muerte del líder fundador, resucitaciones milagrosas. Todo eso y mucho más fue el kirchnerismo. Una saga política con personalidad, para bien o mal, inolvidable.
En el mismo tiempo, las oposiciones vivieron mayormente en desconcierto. Y no consiguieron mucho más que fraccionarse. En enero pasado, se montaron a la muerte de un personaje con que soñaron torcer el rumbo, el fiscal Nisman. Y tuvieron, demasiado pronto, un nuevo y penoso fracaso político. El fallido fiscal no era el prohombre que necesitaban. Ahora la corporación mediática, empresaria y política opositora se compró otro personaje para salvar a la República, el cortesano Carlos Fayt.
Errar es humano; errar compulsivamente, un patrimonio de la oposición en la Argentina.
El kirchnerismo ganó, de manera consecutiva, las seis últimas elecciones nacionales. Y, por ahora, mantiene buenas chances de ganar la séptima.
Dos puntos sensibles rescató ayer CFK de la docena de años kirchneristas: "Nunca nos van a perdonar la política de derechos humanos. ¿Cómo explicas que justificaste la tortura, la desapariciones, o que hayan tirado personas al mar?", le preguntó ayer una Cristina retórica, y por qué no, chicanera, a la cultura de derechas argentina. Que fue políticamente derrotada, pero que nunca abandonará su sueño de revertir esa derrota cultural inesperada.
Y también hizo referencia al otro demonio, también imperdonable para la derecha argentina: la puesta en funcionamiento de las paritarias, año a año, que produjeron una dificultosa, pero innegable transferencia de recursos del sector del capital al trabajo.
"¿Qué va a pasar en la Argentina?, lo que ustedes quieran, ustedes están empoderados", le dijo anoche a la multitud, a modo de legado. Para CFK no está muy claro como sigue —o no sigue— el kirchnerismo puro en la Casa Rosada. La suerte está en la sociedad. En el voto, y no sólo en el voto.