Se dice que la erotomanía es uno de los varietales que crece en alguna de las ramas de las psicosis. Buscando en la más frecuente de las enciclopedias virtuales nos encontramos con “un trastorno mental inusual en el que una persona mantiene la creencia ilusoria de que otra, generalmente de un estatus social superior, está enamorada de ella”. Este tipo de psicopatología es el núcleo fundamental sobre el que nace, crece y se desarrolla la trama de “Erotomaníaca”, la obra de teatro dirigida por Mary Décima que se presenta los sábados a las 21 en Espacio Bravo, Salta 1857.
“Es más fácil creer en teorías conspirativas que hacerse cargo de las propias falencias”, anuncia el trailer de la obra con una sonoridad cinematográfica. Y ese enrosque irá creciendo a lo largo de toda la función, ambientada en la dirección de un colegio secundario.
Entre esas cuatro paredes, el director cita a los padres de Dolores, una alumna que denunció una situación de acoso por parte de un profesor. Ni Dolores ni el caso aparecen jamás en la escena, sólo son referenciados en este encuentro entre dos instituciones fundantes: familia y escuela.
En ese reducido cuartel, la batalla comienza bastante pareja: dardos, risotadas, reproches, gritos y llantos. Cuando parece inclinarse para el lado del matrimonio, el director presenta un arma pesada y aparece en escena el responsable del gabinete psicopedagógico, un personaje siniestro, envuelto en un falso vestuario de hombre conciliador.
Lejos de convertirse en mediador, el personaje (interpretado por Quique Marín) echa más leña al fuego: la violencia va tomando todos los costados del discurso escénico, principalmente desde el texto, escrito por Federico Aicardi, el mismo actor que interpreta al director del colegio. Al desprecio xenófobo del padre (Daniel Villalba), se suma un particular menosprecio por el género femenino, cuyo principal blanco es su pareja (Florencia López Ferrada), es decir, la madre de la supuesta víctima, también mujer.
La violencia escolar asimétrica es una realidad que ocupa con frecuencia un espacio considerable en los medios de comunicación, a través de los cuales varios casos fueron cobrando una visibilidad que irrita por su merodeo con el morbo. Pero en la actualidad, esa asimetría fue cambiando de roles: ya son cada vez más frecuentes los casos de agresiones hacia docentes y la creciente ola de casos de acoso entre compañeros cobran una gran notoriedad por el impacto de las nuevas tecnologías. Se habla con mayor frecuencia de bullying desde la aparición del celular en el aula y la irrupción de youtube. La escuela, esa caja de resonancia de las relaciones sociales, es el entorno que le sirve de excusa a “Erotomaníaca”, una propuesta perturbadora, que nos interpela inevitablemente.
Con un nivel de delirio que se manifiesta desde el primer momento, el texto encuentra aire y se potencia en sus juegos más absurdos, algo que no condice del todo con cierto tono realista en las actuaciones, precisamente en los personajes más siniestros, los que pertenecen al cuerpo docente. Y la obra gana con la fuerte presencia escénica de Villalba, encarnando a un personaje sádico que juega con claridad a contrarrestarse con su mujer, la única figura trágica de la historia.