La vida en el Caribe en medio de la nada
Maicol y Bryan son dos amigos adolescentes que tienen sueños, deseos, proyectos y miedos, casi como cualquier chico. La diferencia es el lugar en dónde viven. Se trata de Greytown, un...
20 de febrero 2014 · 01:00hs
Maicol y Bryan son dos amigos adolescentes que tienen sueños, deseos, proyectos y miedos, casi como cualquier chico. La diferencia es el lugar en dónde viven. Se trata de Greytown, un pequeño pueblo sobre el Caribe nicaragüense aislado del resto del país por una densa selva y el mar. Y en ese contexto, ellos siempre tendrán una chance para encontrar un espacio de felicidad. Este es el argumento de "El ojo del tiburón", el documental que se exhibe en el cine El Cairo, con dirección de Alejo Hoijman, que ya recorrió festivales internacionales. "Es una experiencia que excede en mucho lo que puede reflejar la película", dijo el realizador en diálogo con Escenario.
"El ojo del tiburón", tercer filme de Hoijman, le llegó a su vida casi por casualidad. "Viajé a Nicaragua para hacer un documental televisivo que nunca se hizo, y me encontré con dos chicos que cazan monos e iguanas como parte de su vida cotidiana y a la vez los seduce la tecnología de un celular", dijo el director de 43 años, que empezó a trabajar en la industria del cine a los 19 con Pino Solanas como meritorio de dirección y montaje.
"Este trabajo se enmarca en una serie de proyectos relacionados con chicos atravesando ese umbral que los lleva a la vida adulta. Apenas conocí a Maicol y Bryan me di cuenta que ellos eran los personajes de mi película", indicó el realizador.
El rodaje del filme exigió al máximo al equipo de producción. Hay momentos en que pasaron toda la noche en una canoa en medio del mar, en una habitual y riesgosa rutina de pesca; y escenas en las que se ve cómo los jóvenes entran en la espesura de la selva, entre jaguares y tarántulas, simplemente para "cazar chanchos".
El director destacó las condiciones geográficas de las locaciones en donde se rodó "El ojo del tiburón": "Es un pueblo muy aislado, sólo se llega por agua y desde la capital, Managua, se tarda tres días para entrar ahí. Estos chicos nunca vieron un auto en su vida, tienen algunas horas de energía eléctrica por día, y a pesar de su aislamiento les interesa el consumo de las ciudades, se visten de modo urbano, y esa mezcla tiene que ver con la globalización".
Por último, agregó que "tienen una infancia bastante buena, pese a las carencias económicas y el poco futuro que tienen allí. Viven en medio de gente armada y al mismo tiempo disfrutan de cosas muy saludables, pero con muchos riesgos, como el cazar tiburones".
"La moraleja que me dejó esta película —remató— es cómo yendo a un lugar tan lejano se puede encontrar gente tan parecida a uno y tan distinta a la vez".