Cada vez más estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) participan de los proyectos de Voluntariado. Tanto es así, que la UNR lidera en este campo la cantidad de iniciativas presentadas y aprobadas a nivel nacional. Se trata de trabajos relacionados con las áreas de la salud, la educación, la preservación de patrimonio histórico o la difusión de derechos, entre otras, reunidas en el Programa de Voluntariado Universitario que se desarrollo en todo el país impulsados por el Ministerio de Educación de la Nación, desde 2006. En la UNR ya constituye una marca del compromiso social que se pretende dejar como sello de las políticas universitarias estatales.
Mientras en 2007 sólo 8 de la 12 facultades de la UNR se sumaban al proyecto, que por entonces involucró a 212 personas (171 estudiantes y 41 docentes), en 2010 esa cifra se tradujo en la intervención de todas las facultades y un universo de 871 participantes (694 alumnos y 177 docentes). Y cuando durante el primer año de gestión se invirtieron casi 90 mil pesos en los distintos planes, esa cifra llegó al millón en 2010. Este último año los ciudadanos beneficiados con las iniciativas de voluntariado sumaron más de 47 mil.
Otra mirada. “En 2006 el Ministerio de Educación de la Nación entendió que había que darles a los jóvenes otra opción. No creía que estaban perdidos o eran un problema, sino que en gran parte eran la solución. Entonces se llevó adelante un convenio entre la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU) y las redes de las distintas universidades por las cuales se empieza a implementar un programa, a través del cual el ministerio se compromete a financiar proyectos de voluntariado y las universidades toman la misma responsabilidad comprometiéndose a profundizar el perfil social de las mismas”, explica el coordinador de los Programas de Voluntariados de la UNR, Carlos Silva, a La Capital.
Plantea que “antes del nacimiento de este proyecto había muchas facultades, muchos docentes y muchos estudiantes que ya hacían trabajo de extensión no institucional”. “En nuestro caso —explica— (Silva, de 32 años, es abogado), trabajábamos en consultoría jurídica en los barrios. Pero también se hacía promoción de salud, como diagnóstico de enfermedades en barrios humildes, por citar algunos ejemplos”.
“Sin embargo, el Estado no estaba detrás de esa voluntad espontánea. Por eso los primeros que aprovecharon el voluntariado fueron aquellos docentes y cátedras que ya realizaban una práctica. Es ahí cuando el Estado comienza a decir que eso era importante, dándoles una atención curricular, un reconocimiento ministerial y obviamente facilita y colabora con el financiamiento”.
Crecimiento. A seis años de la puesta en marcha del proyecto, la inversión desde Nación se quintuplicó. A nivel de la UNR, Silva destaca que “no sólo aumentó la inversión del gobierno sino que la UNR fue creciendo en esa orientación social que se busca profundizar y hoy es la que más proyectos ha presentado y que han sido aprobados a nivel nacional”.
Según Silva, la función básica del voluntariado es brindar un servicio. “La universidad, a través de un grupo de alumnos, coordinados por un docente, institucionalmente llega a un sector de la comunidad, que puede ser una asociación civil, un sindicato, una vecinal, es decir a un espacio orgánico y territorial donde se asienta la extensión. Allí se busca resolver una problemática social como dar un alimento o atender una consulta jurídica. A ese servicio, nosotros le agregamos dos puntales más que son importantes. La primera es que el estudiante, el docente y la institución aprendan de ese intercambio y que a partir de allí se generen cambios curriculares, que tenga en cuenta la realidad que circunda”.
La otra pata “es que la universidad sea capaz de generar propuestas de políticas públicas, cuando entiende que hay un problema que el Estado, en su faz de garante de esos derechos, no lo está resolviendo, ya sea por alguna cuestión territorial, presupuestaria o por carencias técnicas”.
Sobre este aspecto, vale recordar las palabras del rector de la UNR, Darío Maiorana, quien en su discurso de asunción por un nuevo período de cuatro años, prometió “un fuerte compromiso social de parte de la universidad” y resaltó que “la idea es incorporar en cada facultad, como espacio curricular, acciones de voluntariado”.
Ejes temáticos. Si bien los ejes temáticos se plantean desde el Ministerio de Educación (economía social, educación, promoción y atención de la salud, preservación del patrimonio histórico y cultural, participación ciudadana, promoción de derechos, vivienda, infraestructura y servicios sociales básicos, diseños de circuitos turísticos locales), Silva indica que “hay una serie de problemáticas regionales que las tiene que proponer la UNR”. Y cada tanto subraya la necesidad de que “la universidad se legitime socialmente”.
El coordinador destaca que la autonomía universitaria también se puede reflejar en los voluntariados. “Si bien hay una gran parte de jóvenes que todavía tienen una visión individualista, más profesionalista, que tienen bien en claro que quieren tener un título para resolver sus necesidades económicas y hasta acceder a un status social, también es verdad que hay un gran número que abraza la carrera universitaria con un gran compromiso social. Creo que en cinco años de programa se puede empezar a pensar en que la UNR tenga una propia política de voluntariado”.
“Con la voluntad política —redondea—, con la posibilidad de darle a eso la estructura normativa, edilicia, y de recursos humanos, articular esta instancia de participación solidaria es totalmente posible. Así como se exige que cualquier estudiante que pretende lograr su título realice un cursado, también se le va a exigir que cumpla una función social, la que va a ser parte de la obligación como estudiante para obtener su título de grado. No está todavía reglado pero se estudia en este momento una norma que va a exigir, en todas las facultades, que el estudiante tenga cierta cantidad de horas durante su carrera para el servicio social”.