"La Universidad se acordó de nosotros, de los adultos mayores". Con esta idea coincide un grupo de alumnos de la Universidad Abierta para Adultos Mayores, que rescata que se piense a la academia como una buena alternativa "para pasar bien la vida". Este espacio es un programa de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) que arrancó en octubre de 2011 y desde entonces no para de sumar interesados: en el primer cuatrimestre de este año llegó a más de 2.300 asistentes. Se organiza a través de cursos y talleres sobre arte, cine, historia, filosofía, literatura, comunicación, tecnologías o ciencia; son gratuitos y para los que tienen más de 50. No se pide ningún requisito previo de estudio, más que tener ganas de aprender. Los alumnos valoran que sea la "universidad pública" la que sostenga este proyecto y lo haga con una oferta académica de calidad. El lunes comienza la inscripción para el segundo cuatrimestre.
Llegan a la cita pautada conversando como si se conocieran desde siempre, intercambian nombres de cursos, profesores y hasta se dan un rato en la charla para hablar de la famosa serie televisiva Game of Thrones. Todos participan de las clases de la Universidad Abierta de Adultos Mayores. Son Enzo Burgos, un ex viajante de comercio de 77 años; Patricia Oyola, de 56, abuela y ama de casa; Beatriz Gramegna, contadora, jubilada, de 76 años; y Roberto Raimondi, un empresario de 68 años. Cada uno tiene una vivencia diferente del paso por alguno de los cursos y acepta compartirla para trazar un perfil de cómo funciona esta universidad, y de alguna manera ratificar esa idea que corre con fuerza en los debates educativos de rango mundial: la necesidad de sostener una educación permanente, de que es posible aprender a lo largo de toda la vida.
"Soy contadora, tengo asignaturas pendientes con las humanísticas, por eso elegí seguir historia y filosofía. También hice el curso de «Un puente entre el cine y la literatura»", comienza Beatriz Gramegna, de 76 años y ahora "jubilada de la Ansés", tal como se presenta. Recuerda que en 1999 la Facultad de Humanidades y Artes comenzó con estos espacios que llamó "abiertos a la comunidad".
"Mi experiencia es muy positiva. Más en esta etapa de mi vida que no tengo mayores compromisos, que puedo asistir a las clases, leer lo que quiera, es una buena posibilidad. Me gusta el nivel académico que hay, porque son todos docentes de la UNR, van bien preparados, y se adaptaron a nosotros que somos de distintas edades", afirma Beatriz que ahora está entusiasmada también con un curso de filosofía moderna y otro de historia argentina entre 1850 y 1930. Lo que más subraya es que sea la "universidad pública" la que encare esta idea.
Del grupo, la única que no vive en el macrocentro rosarino, es de barrio Industrial —en la zona norte de la ciudad—, es Patricia Oyola, de 56 años, abuela y ama de casa. Cuenta que la mayor parte del tiempo la dedica a cuidar a su nieta. Igual es una asidua participante de esta universidad. "Primero empecé con el profesor Emilio Bellón en el curso de cine. Me gusta escribir, hice talleres de escritura, literarios y la verdad es que uno siempre busca un poquito más", relata.
Dice que cuando terminó el secundario tenía en sus planes estudiar periodismo en La Plata, también locución "pero una serie de malas elecciones (de carreras) más la dictadura" le jugaron en contra para seguir estudiando. Pero no se quedó cruzada de brazos y aprovechó cuanto curso de escritura y comunicación pudo, entre ellos los de esta universidad. "Me gusta escribir, mi preferido es Borges", cuenta Patricia y agrega que pasó por las clases de radio, audiovisual y ahora se enganchó con un taller de objetos.
Para todos. Enzo Burgos tiene 77 años y se puede afirmar que es todo un personaje. Disfruta hablando de esta universidad, siempre y cuando —advierte— los horarios no se interpongan con los encuentros con sus amigos: "Los sábados son en una peña del café que tenemos en La Maltería, y los jueves con «La mesa de los hombres sabios», en el bar del supermercado La Gallega".
"Por una fractura en el fémur no pude seguir con el curso de tango y otro de datos barriales, ando con bastón. Por eso este año hice el de radio y me encantó", dice y avanza sobre sus clases: "Las dieron tres profesores muy jóvenes. Me gustó porque hicimos radioteatro, con guión, sonido, todo muy bonito, yo aporté la idea de un cuento, lo grabamos y quedamos chochos de la vida". "De los cursos —continúa— me enteré por la vecinal, Solidaridad Social, de Paraguay al 2500. Tengo unas primas que van a los de historia, que son veteranitas como yo". Enzo es autor de un libro que le editó la Municipalidad de Rosario, "El cuadrado mágico", "orgullo del barrio", asegura. Ahora se dedica a sostener una revista —se llama igual que su libro—, "que se reparte por el barrio del Abasto (San Martín, Pellegrini, Moreno y 27 de Febrero). Al final de la charla, no ahorra palabras para festejar que la Universidad ofrezca esta oportunidad a todos.
Volver a estudiar. "Me enteré de estos cursos por un amigo que estaba estudiando filosofía. Me siento muy cómodo, es toda gente mayor y para mí es una manera de pasar bien la vida y no sentarme en una plaza. Con esta propuesta la Universidad se acordó de nosotros. Porque en general no se acuerdan de la tercera edad". El que opina es Roberto Raimondi, un empresario de 68 años que hace un tiempo decidió dejar el manejo de su trabajo a sus hijos, para dedicarse a estudiar.
Roberto es licenciado en administración de empresas. Y quizás por una razón parecida a la de Beatriz que también viene de los números, dice que está encantado con los cursos que abordan temas sociales: "Empecé con el de fotografía y cine, como elementos sociales. Me pareció extraordinario, igual que los profesores, muy jóvenes y muy buenos en sus clases". Enseguida se entusiasma y cita ejemplos de cómo a partir de fotografías indagaron en la Guerra de Secesión o la Guerra Civil Española, o de películas como La Huelga (de Serguéi Eisenstein, de 1924) en la Revolución Rusa. Habla con entusiasmo de la calidad de las clases y de los profesores. "Emilio Bellón tiene una manera muy generosa de dar clases, es un placer aprender con él", dice, una apreciación con la que otros alumnos concuerdan plenamente.
Profesores y cursos. El dato que aportan estos alumnos sobre los profesores es clave. Es que los cursos son ofrecidos por las distintas facultades de la UNR y dictados por sus docentes, entre los que se encuentran destacados investigadores. Es así, por ejemplo, que entre abril y mayo pasado esta universidad para mayores desarrolló el ciclo de conferencias "Descubriendo el mundo de la química". El decano de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas, Esteban Serra, repasa que estuvieron "a cargo de importantes docentes e investigadores" que lograron una charla amena y cotidiana sobre temas que parecen cerrados a los expertos. Y enfatiza que entre esos investigadores estaban quienes "este año recibieron el premio Konex", de reconocimiento a la labor científica.
La coordinadora de la Universidad Abierta de Adultos Mayores, Elida Penecino, no sale de su asombro del éxito que cosechan estos cursos. Recuerda que arrancaron en octubre de 2011 con 500 inscriptos y que en el primer cuatrimestre de este año llegaron a los 2300. "Es un ida y vuelta, porque hay cada vez más alumnos pero también más ofertas de las distintas facultades. Se fueron integrando unos a otros", profundiza.
Sobre la composición de los alumnos dice que es real que hay más mujeres que varones, que están orientados para los de más de 50, y que se trata de grupos muy heterogéneos.
Desde el lunes que viene hay una nueva oportunidad para anotarse a la segunda etapa del año que comenzará a dictarse el 5 de agosto que viene. La inscripción es en Corrientes 2001, de lunes a viernes de 9 a 13 y de 15 a 19, teléfono 4808393. Se pueden conocer más detalles en www.unr.edu.ar