Julio Gambina, doctor en Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, distribuye su tiempo entre la docencia y la reflexión militante. Es profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la UNR, presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (Fisyp), miembro del Consejo Académico de Attac-Argentina y columnista de la actualidad político-económica en distintos medios.
A principios de octubre presentó en la Facultad de Medicina su último libro, "Crisis del capital (2007/2013). La crisis capitalista contemporánea y el debate sobre las alternativas", editado por la Fisyp. En esta nueva obra analiza distintas crisis del sistema capitalista a lo largo de su historia hasta la actualidad, evalúa los horizontes posibles de salida, y ofrece una mirada de la situación económica y política argentina.
—A mediados de septiembre se cumplieron cinco años de la caída de Lehman Brothers, un símbolo de la crisis actual, ¿Se trata de una crisis en vías de resolución?
—El Fondo Monetario Internacional ha dado un pronóstico de temporalidad de la crisis de diez años, con lo cual estaríamos transitando la mitad. Pero es muy prematuro decirlo: la propia situación de hoy en Estados Unidos, con el shutdown (el cierre del gobierno federal) está mostrando las dificultades del principal país capitalista. Esto no es una crisis de Estados Unidos, ni tampoco española, griega. Es una crisis mundial, donde están afectadas las finanzas, la economía y la producción como tal. Hay crisis de los alimentos, y por eso hay volatilidad de los precios. Hay crisis de la energía, por eso hay mucha incertidumbre con los valores del petróleo, el gas. La crisis no afecta a todos por igual. En estos cinco años los ricos más ricos del mundo se enriquecieron más. Es más: el negocio especulativo financiero floreció con estos problemas de crisis. Cayeron Lehman Brothers y muchos otros bancos, pero también lo que se ha invertido en salvataje de entidades financieras en Japón, Europa y Estados Unidos es gigantesco.
—¿Qué sucede en la región?
—América latina tiene un crecimiento de la economía por encima del promedio mundial. Pero es producto de la crisis, porque los precios de los productos que exporta han crecido en términos relativos, como resultado de la crisis alimentaria y la crisis energética.
—Luego de las elecciones presidenciales de 2011, el modelo muestra cada vez más signos de agotamiento. ¿Cuánto de eso, si es posible discernir, es por el cambio del contexto internacional y cuánto son límites propios?
—Argentina tiene problemas estructurales de la economía muy serios. El mayor es que ha crecido la transnacionalización: es cada vez mayor el peso de las empresas extranjeras en distintas ramas de la producción y los servicios en nuestro país. Incluso es un dato del Indec, de su encuesta de grandes empresas. El grueso de la renta que generan las actividades más dinámicas, como exportación agraria, megaminería, la industria automotriz, el sector bancario, fuga al exterior. Después están los problemas locales, de un mercado interno que está condicionado por la capacidad de compra que tiene la población. De 6 millones de jubilados nacionales, el 73 por ciento cobra la mínima. Un tercio de la clase trabajadora está en situación informal. Eso es un fenómeno de los noventa, que vino para quedarse y es estructural.
—En cuanto a los distintos espacios opositores y ciertos sectores del empresariado, ¿cree que están pensando en un cambio en el modelo o en el mismo con reajustes?
—Gobierno y oposición se pelean constantemente, pero en los temas del poder hay coincidencia. Por ejemplo, cuando llega el momento de abrir el canje en 2005, y de reabrirlo en 2010 y 2013, se ponen de acuerdo y muy poquitos diputados y senadores votan en contra. Clarín está en una campaña con notas a favor del fracking, y esta es la estrategia que está implementando YPF con Chevron; es una política de Estado. Sí hay una presión muy fuerte del sector productor y exportador por devaluar. El poder, tanto las clases dominantes como el propio gobierno, está atrás de los dólares. Por eso hay restricciones a la compraventa de divisas. Existe una disputa por la apropiación de la renta. Por eso hay gran inflación en Argentina, y no en otros países.
—¿Cuáles son las características de ese conflicto?
—La Argentina salió de la crisis de 2001 con una devaluación que significó transferir el costo de la crisis a los trabajadores, que son la mayoría de la población, y eso generó grandes ganancias en el sector empresario, sobre todo el más concentrado. Eso funcionó hasta el 2007, cuando esas grandes ganancias encontraron limitaciones. Entre otras cuestiones, porque los derechos sociales reconquistados por los trabajadores, las convenciones colectivas de trabajo, las paritarias, hicieron que se restringieran estas grandes ganancias acumuladas. Y la forma que tiene el capital de defenderse es aumentando los precios.
—El gobierno tomó sus medidas más progresistas para salir de momentos de debilidad: especialmente en 2003 y en 2008/2009. Pensando en la derrota en las Paso, ¿cree que puede haber un cambio en materia económica?
—Mis expectativas están más puestas en la sociedad. Así como fue una sorpresa la movilización brasileña, no hay que subestimar la capacidad de protesta o de reivindicación de la sociedad argentina. Incluso parte del resultado electoral de las Paso es porque hay sectores sociales que apoyaron al gobierno y que hoy dejaron de hacerlo. No habría que sorprenderse de que la continuidad en la suba de precios y las dificultades para atender una canasta básica contribuyan a generar una mayor conflictividad social. Argentina es un país de una gran historia de lucha y organización social. Lo que se logró en 2001 en términos de reivindicación política social está vigente, está presente.