“¡Dejáme ver a mi papá! ¡Dejáme ver a mi papá!”. El grito de la adolescente con
rostro adulto le ponía voz a un dolor que se esparcía por toda la esquina. Un muchacho la abrazaba,
conjugando fuerza y delicadeza para evitar que ella viera cómo ingresaban el cuerpo de su padre a
la camioneta azul que lo llevaría a la morgue. Junto a ellos, una nena de 5 años lloraba asustada
en brazos de un familiar. ¿Cómo es posible que alguien que a la mañana de un día cualquiera se
había ido a laburar, de pronto no vaya a volver nunca más?
Los estridentes lamentos que se oían ayer al mediodía en la esquina de
Paraguay y Uruguay, donde Cirilo Villán murió a las 11 tras caer de la terraza donde trabajaba como
albañil, eran de mujeres. Los hombres —algún familiar, un par de compañeros del obrero—
lloraban en silencio, como queriendo impedir el lagrimeo. Cada uno a su modo, todos decían lo
mismo: esto no está pasando, es mentira, es un mal sueño, una pesadilla.
“¡Atrás, chicos! No hay nada para ver”, espantaba una agente
de la GUM a los niños que formaban la primera línea de curiosos. Se iba el camioncito de la morgue
y asomaban las preguntas que siempre llegan tarde: ¿Llevaba casco, tenía arnés? ¿Y cartel
habilitante?
Irregular. Ayer a la mañana Cirilo Villán trabajaba con sus compañeros en la ampliación de Plaza
Niños, un local de dos plantas donde se venden muebles y artículos para chicos. La obra era en la
terraza, que tiene un acceso independiente. Según se supo, el martes habían levantando parte de una
pared perimetral sobre calle Uruguay y ayer quisieron montar la bandeja de protección, algo que
deberían haber hecho antes.
Aunque ayer no estaba clara la mecánica del accidente, diversas fuentes
coincidieron en que Villán estaba parado sobre un precario andamio cuando todo se desmoronó: la
pared de tres metros por uno de alto que habían levantado, así como unas chapas y tirantes. Al
parecer, la víctima cayó desde unos 5 o 6 metros y luego el resto se desplomó sobre él.
Se presume que Villán murió en el acto, aunque las causas del deceso se
establecerán en la investigación del Juzgado Correccional 2. Sobre las condiciones de la obra, el
ingeniero de Obras Particulares del municipio Carlos Hyon fue tajante: “Esto se llama
autoconstrucción. No hay cartel ni nada. Alguien contrató a esta gente para un trabajo, se ve que
empezaron hace poco”, explicó sobre las anomalías que a priori podían detectarse: falta de
elementos de seguridad de los obreros, ausencia de vallado perimetral en la vereda y ningún indicio
de permiso alguno.
Luego se supo que la obra estaba a cargo de un profesional cuyos datos
no fueron suministrados. “No se sabe si es arquitecto o maestro mayor de obras, pero hay un
responsable que fue contratado”, sostenía ayer Narciso Canteros, albañil referente de Manos a
la Obra, ONG que trabaja para mejorar las condiciones laborales de los obreros de la
construcción.
Décadas. Allegados a Cirilo comentaron ayer que era correntino, tenía 43 años, siete hijos y
vivía cerca de la fatídica esquina a la que fue a trabajar por última vez, tras décadas laburando
de albañil. Al cierre de esta edición, su familia esperaba que le entregaran el cuerpo para
velarlo. l