El 27 de abril fue sembrada Berta Rosenvorzel, alfabetizadora argentina durante la Campaña contra la ignorancia emprendida por el gobierno revolucionario de Cuba y su pueblo en los primeros años sesenta.
El 27 de abril fue sembrada Berta Rosenvorzel, alfabetizadora argentina durante la Campaña contra la ignorancia emprendida por el gobierno revolucionario de Cuba y su pueblo en los primeros años sesenta.
La expresión “siembra” se oyó con fuerza en Venezuela con la muerte de Hugo Chávez Frías (antes y después también) y su significado refiere a un tipo de continuidad de quién nos ha dejado pero cuyo ejemplo y memoria siguen vivos en el caminar de sus pueblos. “Los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos y a partir de este momento es prohibido llorarlos”, dice Alí Primera como mandato de memoria y de proyecto.
Así, la historia protagonizada por Berta no se convierte en recuerdo sacralizado sino en acervo vivo, en plataforma de presente y de futuro, en legado que potencia los desafíos de hoy y de mañana.
A sus noventa y cinco años de edad, la batalladora maestra comunista Berta Rosenvorzel, fue la última sobreviviente de aquellos luchadores de la cultura y la pedagogía que participaron solidariamente de la gran gesta alfabetizadora emprendida por Fidel y su Pueblo. Su desaparición física ocurre a poco de cumplirse 54 años de aquel 22 de diciembre de 1961 cuando Fidel Castro anunciaba una Cuba libre de analfabetismo.
Igual compromiso. Junto a Berta otros cuatro educadores asumieron el mismo y esencial compromiso fraterno: José Murillo, Tatiana Viola, Elisa Vigo y Angélica Iglesias se alistaron en el Ejército de Alfabetización de las Brigadas Conrado Benítez en el Primer Territorio Libre de América.
Todos ellos, militantes comunistas revolucionarios, recrearon un modelo heredado de quienes habiendo nacido en otras geografías defendieron —por ejemplo— la Revolución Rusa o la República Española. Solidaridad efectiva que muy rápidamente la Cuba socialista asumió como un aspecto sustantivo de su política internacional (e interna).
Cuba ofrendó esfuerzos y vidas de sus milicias rebeldes en los procesos emancipadores del Africa insurgente o de la naciente Nicaragua sandinista y también proveyó médicos y maestros allí donde era necesario, incluso ofreciendo su mano tendida a gobiernos irreconciliablemente antagonistas como ocurrió cuando el huracán Katrina, en 2005, provocó una catástrofe en EEUU.
Recuerda Berta en la introducción al libro “5 maestros argentinos alfabetizaron en Cuba” que “La Revolución Cubana, triunfante el 1º de enero 1959, decidió realizar en 1961 la Campaña Nacional de Alfabetización de Adultos en todo su territorio. En septiembre de 1960 el comandante Fidel Castro se comprometió en Naciones Unidas que en un año se erradicaría el analfabetismo en su país. Era un proyecto ambicioso, pues la herencia de la dictadura de Fulgencio Batista había dejado 1.079.204 habitantes que no sabían leer ni escribir, sobre 7 millones de habitantes. ¿Cómo pudo Cuba cumplir este plazo? Se necesitaban para este fin 300.000 alfabetizadores. Hay que tener en cuenta que en abril de ese año, fuerzas mercenarias financiadas por el imperialismo del norte invadía la isla por Playa Girón, pero en 72 horas (del 16 al 19 de abril) fueron derrotadas. «Las ideas son más fuertes que las armas», afirmaba el apóstol cubano José Martí”.
Berta fue hasta hace muy poco Presidente de Honor de la Asociación de Educadoras/es de América Latina y el Caribe (Aelac), organización que constituye una referencia insoslayable a la hora de pensar y construir —como hoy ocurre con todas sus complejidades y tensiones— una pedagogía emancipadora nuestroamericana.
En un comunicado de Aelac que informa la partida de Berta se enuncia que “se fue como siempre lo soñó: lúcida, positiva, alegre por los logros de su familia y sus compañeros, su querida Aelac a la que nos enamoró y enlazó de por vida”.
Para Berta la experiencia de la Campaña Nacional de Alfabetización fue un honor, un privilegio y una verdadera escuela.
Ideales. Formada desde su juventud en los ideales de la Revolución, fue una comunista cabal hasta el fin de sus días y en sus testimonios no dejó de valorar lo que deja la experiencia cubana: “El pueblo que sabía enseñar alfabetizó a los que debían aprender. La educación es un derecho natural, y se abrieron todos los niveles para el conocimiento múltiple, sin el cual la Revolución no se podía desarrollar ni profundizar. Fue una hazaña popular y cultural. Fuerzas hermanas de diferentes países de Nuestra América llegaron para incorporarse a la campaña, en apoyo y solidaridad con la naciente Revolución que después de Playa Girón declaró su carácter socialista”.
Berta Rosenvorzel ha sido en estas décadas —especialmente en aquellos momentos en que el neoliberal conservadurismo oscureció casi todas las latitudes de nuestro continente— un faro de luz. Sostuvo —como los imprescindibles brechtianos que luchan toda la vida— una esperanza colectiva y apuntaló con su presencia, su sonrisa, su voluntad inquebrantable, una tozuda batalla de ideas para que no sean sepultados los sueños de justicia y libertad que hicieron parir hace ya 200 años el proyecto de Patria Grande. Berta ha sido, en los momentos de gran derrota y desazón, un espejo de optimismo y alegría para continuar la marcha en contextos de derrota. En tiempos de debilidad, su ejemplo fue un lugar reparador desde el cual pudimos tomar envión: es muy probable que las gigantescas transformaciones que ocurren hoy en nuestra América no puedan ser comprendidas sin los esfuerzos resistentes previos, individuales y colectivos, que permitieron tomar aliento, no desmayar y continuar la batalla. Como los de Berta.
El mejor homenaje que podemos hacer a esta gran maestra y brigadista es avanzar en la construcción de un proyecto pedagógico emancipador nuestroamericano, a tono con los vientos de libertad y justicia que recorren nuestra casa común. ¡Hasta la victoria siempre, Berta!
El artículo fue publicado en el sitio www.telesurtv.net/bloggers bajo el título “¡Hasta la victoria siempre, Berta!” y se reproduce con autorización del autor.