—Absolutamente. Con todos los errores que cometimos y con la principal autocrítica: no haber cumplido con aquel sueño, con todas las vidas que costó... Haber luchado por la justicia, por una mayor autonomía nacional, por un mundo más justo, es absolutamente reivindicable..
—¿Era posible ese objetivo?
—Sí. No hay una respuesta única para todos los momentos. Por ejemplo, Perón en el 45 no hablaba de socialismo nacional, era otro el lenguaje comparado con el de 30 años después. Esto indica un cambio, y lo que estábamos planteando respondía a ese espíritu de época, y a lo que éramos: un emergente de una determinada realidad social y económica. Aquella juventud que arañaba el cielo con las manos no sólo se manifestó acá: lo hizo en Africa, en su lucha anticolonial; en China con Mao, el Mayo Francés... La razón no sé cuál es, posiblemente éramos hijos de la guerra, de una guerra que nos convocaba a matarnos unos a otros... Pero lo que sí es cierto es que esa juventud creyó, pensó, imaginó que podía cambiar la realidad.
—Usted acepta los "errores" que históricamente le hicieron a Montoneros: pasar a la clandestinidad, enfrentar a Isabel... y que los llevó a la derrota.
—Yo recojo esos errores absolutamente, pero también planteo el cambio en la política internacional que se estaba dando...
—Que resume en la frase "llegamos tarde a la cita con la historia"...
—Me refiero al proyecto imperial de EEUU que había estado en una crisis muy profunda y de la estaba saliendo cuando nosotros estábamos llegando a las escalinatas del poder... En el año 71, 72, cuando Nixon separa el dólar del patrón oro logran recuperar terreno en el ámbito mundial invadiendo con papelitos verdes, que hoy estamos pagando...
—¿No se plantearon dejar la lucha armada por las grandes pérdidas humanas?
—El tema de replegarse en función de abandonar la lucha no se planteó. Sobre este punto quiero agregar que habíamos definido como tema principal la organización de los propios trabajadores: transformar el movimiento de los trabajadores en la cabeza del movimiento popular. Planteamos ese era el sector sobre el cual teníamos que jugar nuestra suerte, y ese sector en ese período, 74, 75, 76, siguió peleando, aun cuando los demás sectores estaban retrocediendo. Ese debate se dio en aquel momento, fundamentalmente con Rodolfo Walsh.
—¿Su gran pecado fue el militarismo?
—Hubo esa manifestación de militarismo, pero también es cierto que hubo un período en el cual habíamos avanzado y penetrado por líneas interiores del Ejército. Por ejemplo, durante la gestión (al frente del Ejército del general Jorge) Carcagno, en el 73, hicimos: el Operativo Dorrego y para el 74 planeábamos participar, con armas en la mano, de maniobran con el Ejército, como grupos milicianos. Buscábamos crear condiciones que evitaran el golpe. Aquella conducción de Carcagno calificaba a las empresas trasnacional como enemigas del pueblo y no así a los grupos subversivos, como se nos llamaba entonces. Eso cambia con el desplazamiento de Carcagno, a fines del 73, y toma la conducción el general Anaya.
—Por decisión de Perón. ¿Qué pensaron?
—Que cometió un grave error.
—¿Y cuando los llamó "imberbes" en Plaza de Mayo?
—Sentimos que algo muy profundo se estaba quebrando en el movimiento popular. Que aquello que había contribuido a constituir una fuerza ascendente comenzaba a ser destruido.
—Perón les había declarado la guerra...
—Los hechos posteriores fueron en esa dirección.
—Siempre se dijo que "jugaron" para el golpe...
—Esa opinión olvida algunos datos históricos. Estamos a principio de los 70, cuando el imperio (EEUU) empieza a recuperar el espacio que había perdido. El golpe contra Allende en Chile fue poco después del triunfo peronista en Argentina, que es cuando el imperio decide actuar ante el riesgo de perder su posición hegemónica en el cono sur. Dieron el golpe porque no tenían otras formas políticas de controlar el ascenso y las luchas de masa que se estaba produciendo. No alcanzaban ni el aparato burocrático de los sindicatos tradicionales ni el poder de la camiseta peronista en el gobierno, que , por ejemplo, en el 75 es incapaz de contener las huelgas que estallan en Villa Constitución. Ese es el momento cuando desde el sistema de poder nacional e internacional perciben que no hay forma de controlar la situación. No es casual que Alfredo Martínez de Hoz haya sido el presidente de Acíndar y el general López Aufranc su número dos: ellos y los intereses que expresaban tienen mucho más que ver con el golpe que las acciones guerrilleras.
—¿Eran conscientes de que muchísimos militantes eran adolescentes?
—Alejandro Magno dio sus mejores batallas cuando tenía 18 años... En ciertos períodos la juventud no tiene el rol que aparece en otros momentos.
—Siente responsabilidad por las miles de víctimas?
—Toda lucha demanda valor y sacrificio... y sí, la responsabilidad uno la siente. Pero también siente que aquella tragedia la estamos viviendo hoy, y de esa no se habla: hay tantos jóvenes muertos, asesinados como en aquella época; hoy mueren en enfrentamientos entre ellos producto del paco, la droga o lo que fuere. Sobre todo en las periferias de las grandes ciudades. Son los que no tienen lugar en el futuro de esta sociedad. Estos jóvenes son tan jóvenes como fuimos nosotros y están entregando sus vidas para que el sistema siga funcionando.
—A los jefes montoneros se los acusa de haber mandado cuadros desde el exterior a inmolarse durante la contraofensiva del 79.
—Desde el 76 al 83, 10 de los 13 compañeros con cargos de conducción en Montoneros están muertos o desaparecidos. Casi el 70 por ciento. Por suerte no es ese el porcentaje del conjunto de la militancia. Esto indica que aquello de que mandaron a los chicos a la muerte mientras ellos se daban la vida fácil no tiene correlato histórico. Después del Mundial evaluamos que la dictadura empezaba a retroceder y que el pueblo recuperaba terreno. En el 79 se da la primera huelga nacional... Había una contraofensiva popular a la que acompañamos, con algunos errores organizativos, que los señalo en el libro, y que aceleró los tiempos de la dictadura. Si no, cómo se explica que tamaña dictadura haya durado menos que la uruguaya, la chilena...
—Y la guerra de Malvinas...
—Malvinas aceleró los tiempos. El 30 de marzo del 82, 48 horas antes, hubo decenas de miles de compañeros en la calle. Negar la contraofensiva y la resistencia de los pueblos como forma de terminar con la dictadura es olvidarse de nuestra historia. A muchos les conviene olvidar porque miraban desde afuera lo que pasaba, cuando no eran cómplices.
—¿A quiénes se refiere?
—Partidos políticos, grandes medios de prensa, el poder económico..., recién se acordaron de lo que ocurría en el país, de los derechos humanos, cuando la dictadura agonizaba.
—A Montoneros también se los acusa de haber negociado con Massera.
—La famosa negociación con Massera estaba en la mesa de tortura. Los militares de un lado y nuestros compañeros del otro. Esa fue la relación con Massera. Lo denunciamos en su momento pero nadie publicó una palabra, pero dedicaron largas páginas a la relación de Montoneros con Massera. Mentiras circulan como verdades para defender los intereses de aquella clase periodística, económica, de aquel poder sindical que estaba comprometido con esos intereses.
—¿Que les dice a quienes caracterizan al gobierno kirchnerista de montonero?
—Que no es así, y lo explico en el libro. Nuestra política apuntaba a algo distinto: independencia, autonomía, mayor justicia. Pongo como ejemplos las políticas extractivistas que tienen que ver con la entrega de los recursos naturales, lo que está pasando con la política agropecuaria, donde estamos entregando las capacidades productivas argentinas y el agua de nuestro territorio para el cultivo de soja para alimentar a los chanchos chinos. Eso no es un modelo de soberanía nacional.