"Es una película que trasunta romanticismo, el romanticismo que existía en esa
época en todos los órdenes de la vida, en los 60 y los 70, cuando los jóvenes vivían y todo lo
hacían teñido de ese romanticismo". Así definió Darío Grandinetti "Días de mayo", el filme de
Gustavo Postiglione que relata una historia de amor que transcurre en los días del Rosariazo y en
el cual el actor rosarino interpreta al padre de la protagonista. La película se estrena mañana en
los cines rosarinos
—¿Qué lectura hacés hoy del Rosariazo?
—Creo que todo lo que pasó en este país en aquellos años trajo como
consecuencia lo que está ocurriendo hoy. Curiosamente los chicos más chicos son los que hoy podemos
volver a ver con una intención de volver a pelear por aquellos ideales por los cuales se peleaba a
fines de los 60 y 70. Son probablemente los chicos de 15, 17, 18 los que están más compenetrados en
eso. No sé si por conocer la historia o porque hay como una necesidad de volver a reivindicar
ciertos valores después de la debacle que vive el mundo. De los de veintipico y 30, creo que la
batalla está perdida, están más cerca de la generación de los 80 y 90.
—¿Por qué el cine se ocupó poco de esa época?
—Es así. Sobran los dedos de una mano para contar las películas que se
ocuparon de esos momentos. Y esta es una película que trasunta romanticismo, el romanticismo que
existía en esa época en todos los ordenes de la vida, en los 60, los 70, los jóvenes vivían
románticamente y todo lo hacían teñidos de ese romanticismo y de eso habla la película.
—¿Hoy hay consenso para reflexionar sobre esas cuestiones o es más fuerte la
necesidad de sobrevivir?
—Eso también es una prueba más de lo que digo. Todo está bastante
devastado en ese sentido. No hay mucho espacio para eso en ningún medio de expresión ni de
comunicación. Está todo más relacionado con el boludeo, la frivolidad y el sálvese quien pueda.
—¿Eso es una tendencia mundial o es argentina solamente?
—No creo que sólo pase en este país. Lo que pasa es que en otros países,
sobre todo en Europa, tienen una formación cultural más amplia, entonces es más grande la
posibilidad de salir de este boludeo generalizado. En todo caso hay mayores circuitos en los cuales
uno pueda ver reflexiones o expresiones artísticas o culturales que ayudan a zafar del boludeo,
pero en Latinoamérica es más difícil.
—¿Qué recordás del momento del Rosariazo?
—Yo tenía diez años. Nací en el 59. Y recuerdo, por supuesto que sin
conciencia social en ese momento. No tenía muy claro qué significaba y a qué se debía todo eso,
pero sí recuerdo que fue terrible. La consecuencia de eso fue terrible. Fue la muerte de un chico,
de Bello. Me acuerdo perfecto de eso, que habían matado a un estudiante de un tiro en una galería
en Rosario y tengo plena conciencia de lo que pasó y de la conmoción que significó eso.
—¿Te parece que la película tiene posibilidades de trascender un hecho histórico
puntual que pasó en la ciudad?
—Absolutamente. El Rosariazo no fue llevado a cabo por iluminados que
estaban contándole al mundo de qué se trataba la lucha. En todo caso en Rosario, el movimiento
estudiantil y la juventud rosarina no se quedó atrás de lo que ocurría en el mundo. Era una cosa
que pasaba en París, Praga, Estados Unidos, Portugal, Córdoba y otros lugares del país. Lo que sí
estoy seguro que hay que resaltar es que no vivíamos en ninguna burbuja. No fuimos una punta de
lanza, pero tampoco éramos unos salames que vivíamos en un termo. En ese sentido es muy fácil que
trascienda porque es algo que ocurría en el mundo entero.