"La pasión de Michelángelo", de Esteban Larraín, llega mañana a los cines rosarinos. En la película, Patricio Contreras interpreta a un padre jesuita que investiga los supuestos milagros de un joven que dice ver y hablar con la Virgen María, en plena dictadura de Augusto Pinochet y en el marco de una ola de fanatismo religioso.
El filme se basa en la experiencia real de un joven huérfano llamado Miguel Angel, quien logró gran popularidad en los '80 -durante los peores años del gobierno militar- por mantener un supuesto contacto con la Virgen y convocar grandes multitudes, aunque bajo la sospecha de que todo se trataba de un montaje pinochetista para mitigar las incipientes protestas contra la dictadura.
Vista la amplitud del fenómeno, la Iglesia Católica decide intervenir y envía al sacerdote jesuita, quien, por otra parte, carga desde hace años con una profunda crisis de fe y verá confrontadas sus certezas y dudas con algo que a primeras luces parece una manifestación divina. Larraín afirmó que en esta historia vio la posibilidad de expresar "la gran metáfora de la atávica búsqueda de la identidad nacional" chilena.
—¿Qué temas podías tratar a partir de ese episodio?
—En 2007, cuando terminé mi película anterior, "Alicia en el País", me dí cuenta de lo fascinante que sería sólo imaginar hacer una película sobre este famoso vidente: los milagros, las multitudes, la arista política, el fanatismo, y la historia de Miguel Angel como la gran metáfora de la atávica búsqueda de la identidad nacional.
—¿Qué se escondía detrás de este evento de fanatismo religioso? ¿Qué repercusión tuvo?
—La repercusión fue inmensa. Se contaron más de 100 mil personas las que acudieron a las ceremonias -muchas de ellas venían de otros países, Argentina incluida-, y en total todo el fenómeno duró 5 años. Ayudó ciertamente la cobertura mediática que tuvo el fenómeno, pero también el hecho de que Chile hace 30 años era un país mucho más provinciano y la devoción a la Virgen era muy extendida.
—¿A qué respondía este fenómeno?
—A mi modo de ver, existía un vacío espiritual muy grande ya que se cumplían diez años de dictadura y el país estaba sumido en un profundo estado de desamparo y terror, no ya sólo por los efectos del gobierno militar sino por la crisis económica que afectaba por igual a todo el continente.
—En la película se ve cómo este hecho fue aprovechado por los servicios secretos pinochetistas. ¿De qué manera te parece que le favorecía a la dictadura alentar este tipo de eventos religiosos? ¿En qué medida demuestra -si es que la hubo- una connivencia entre la Iglesia Católica y el poder militar en tiempos de Pinochet?
—La participación de los militares en el fenómeno de Miguel Angel ha sido bastante comprobada y fue la misma Iglesia Católica la que se encargó de desvirtuar la legitimidad de Miguel Angel. Al contrario de Argentina, el gobierno y la Iglesia chocaron constantemente por la posición que adoptó esta última a favor de los perseguidos y atropellados. De hecho, la tesis principal que explica la "Operación Miguel Angel" fue justamente un plan de Pinochet para desacreditar a la Iglesia delante de sus mismos fieles, ya que el discurso de Miguel Angel se volvió rápidamente un discurso anticlerical y de simpatía por el gobierno. Y, por otro lado, se cumplía la tarea de desviar la atención de la opinión pública local respecto al descontento popular que se reflejaban en el hecho de que por primera vez la gente salía en masa a las calles de Santiago a protestar.
—¿Cómo vive el pueblo chileno la religión?
—Durante los últimos 50 años, la Iglesia Católica ha sido bastante vanguardista respecto a la "cuestión social" (fue impulsora de la reforma agraria, apoyó los derechos del trabajador) y alcanzó mucha estatura moral por su rol de defensa de los derechos humanos durante la dictadura. No obstante, hoy su rol de guía moral de la sociedad se ha visto muy dañado por sucesivos casos de pedofilia y abusos sexuales, situación que se ha dado de forma paralela a una liberalización de la sociedad en temas como divorcio, aborto, eutanasia y matrimonio gay.
—¿En qué medida la película llama la atención sobre el fanatismo y la fe llevada al extremo?
—Creo que el filme aborda varios temas. Está la búsqueda de identidad, lo que lleva al travestismo social simbolizado en la transformación de Miguel Angel; la religión como herramienta de manipulación y control social; el fanatismo religioso como resultado de esta necesidad de salvación tan propia de la herencia colonialista española. Pero pienso que en el fondo esta es una película que reflexiona sobre la fe y cuán personal y por ende válida es la fe como parte de la condición humana.
—¿La fe sólo en sentido religioso?
—No, si no la fe entendida como una convicción que no necesita pruebas y es parte de nuestra vida cotidiana. La fe y sus versiones seculares como la convicción, la confianza, más que conceptos etéreos, son ideas que generan realidad de forma muy poderosa.
—¿Por qué elegiste trabajar con Patricio Contreras y cómo fue dirigirlo?
—Patricio Contreras fue desde el inicio del proyecto el actor ideal, porque le daba el peso y densidad actoral que necesitaba el personaje. Dirigirlo fue un agrado, como jugar con Messi, todo sale fácil y a la primera. Fue un gran apoyo, ya que al tener que dirigir a varios actores a la vez, él espontáneamente se transformaba en un asistente que me ayudaba con los actores más jóvenes en los detalles y gestos de la actuación.
La renovación del cine chileno
Estaban Larraín forma parte de la renovación del cine chileno actual y realizó estudios de periodismo en Chile, cinematografía en Cuba e Italia y una maestría en Ciencias Políticas en Francia. Su primera película, “Alicia en el país”, sobre una niña quechua que caminó 180 kilómetros desde su pueblo en Bolivia hasta Jujuy, fue premiada en los festivales de Locarno, Pamplona, Trieste y Bangkok.