“El mundo es grande, no te quedes en un solo lugar”, diría Patricio Laus, un rosarino de 44 años con espíritu aventurero, quien desafió al mismo Julio Verne (autor de la novela “La vuelta al mundo en 80 dias”) emprendiendo un prolongado viaje en velero alrededor del océano Atlántico durante 94 días, desde Buenos Aires hasta La Rochelle, Francia. A la travesía no le faltó nada: tormentas en medio del océano, heridos, miedos, satisfacciones, risas y, lo más interesante, cientos de anécdotas, como intentar seguir los partidos de la selección desde un teléfono satelital en el medio del mar.
Todo comenzó el 22 de marzo cuando junto a tres amigos partió desde el puerto de Capital Federal a bordo de un velero de 13 metros de largo (propiedad de uno de ellos). La odisea no fue para nada fácil.
“Los primeros días me costaba dormir debido a los bruscos movimientos de la embarcación, pero, pasada la primera semana, me fui adaptando. Todo parecía andar bien desde entonces hasta que, al décimo día de navegación, sobrevino una tormenta que trajo consecuencias lamentables para el grupo. Dos de mis compañeros debieron abandonar la travesía en Porto Alegre, Brasil”, manifestó Patricio en diálogo con La Capital.
A partir de ese momento, él y su amigo Darío continuaron el rumbo por la costa brasileña hasta llegar a Río de Janeiro, lugar donde resolvieron ciertos problemas técnicos de la nave y donde subió a bordo un pasajero francés.
El trayecto más importante. Luego de visitar Salvador de Bahía, último puerto sudamericano, se aventuraron en un trayecto extenso y dificultoso que les llevó 31 días hasta llegar a Faial, una isla portuguesa, donde se abastecieron de alimentos y agua potable. “El trabajo en equipo y estar preparados para los imprevistos nos impulsó a seguir adelante en numerosas circunstancias. Procuramos dividirnos las tareas, como el manejo del timón, para poder descansar en los momentos libres”, detalló Laus.
Altas temperaturas, enfermedades agudas, medidas de precaución tomadas para esquivar a los barcos de gran porte, la racionalización en el consumo de alimentos, gas, electricidad y agua fueron unos de los tantos obstáculos que debieron afrontar a lo largo de cada jornada para poder subsistir. “Si bien moríamos por un plato de carne, el hecho de no tener refrigerador nos limitaba a alimentarnos con pastas, arroz y alguna que otra pesca en el océano”, explicó el viajero.
“Durante los últimos 18 días de navegación, una sensación de ansiedad se apoderó de nosotros. Al estar comunicados solamente a través de teléfonos satelitales, por medio de los cuales nos informábamos acerca de las condiciones de los vientos, nos desvivíamos por tener noticias del Mundial de fútbol, que estaba transcurriendo en ese momento”, comentó el intrépido navegante.
Los momentos de tensión y de riesgo tampoco faltaron. “Una de las últimas noches del viaje escuchamos, por casualidad, a través de la radio a tripulantes de un barco carguero dando sus posiciones de latitud y longitud, y caímos en la cuenta de que se nos estaba acercando demasiado. Parece que nuestro velero no figuraba en su radar nocturno. Pero afortunadamente pudimos advertirlo de que estábamos ahí. Entonces, fuimos comunicándonos con el buque para prevenir un nuevo encuentro inesperado”, expresó Laus aún aterrorizado por el hecho.
Los viajeros concluyeron su travesía el 23 de junio. Cómo lograron sobrevivir y sobrellevar tantos días en la inmensidad del Atlántico es una pregunta que sólo el espíritu valiente de estos hombres podrá responder.