Cuatro a cinco mil personas haciendo cola sobre la avenida Callao. Así, durante
todo el día de ayer se mantuvo la expectativa por despedir a Raúl Alfonsín. La espera de hasta dos
horas para ingresar al Salón Azul del Congreso. Para la multitud, el esfuerzo valió la pena: allí
estaba Alfonsín en su hora final. Hubo silencio y también emoción. Se sabe, la experiencia ritual,
individual, calma los espíritus. Y la experiencia colectiva, al cabo, se convierte en política.
Pasito a paso, la multitud va rotando de posición en el caprichoso serpenteo que
dibuja la cola hasta embocar la explanada que conduce al edificio. Pasos tranquilos, diálogos
moderados y salvo excepciones, no hay angustia aguda entre los que fueron a despedir al viejo
caudillo radical. Como en las colas por ver a los santos más populares, San Cayetano, San Expedito,
todo es armonía en la diversidad. La foto más perfecta de la clase media de la Capital Federal
estuvo ayer en el barrio de Congreso.
El hombre que amplió la democracia después de la última dictadura tocó ayer la
sensible piel de muchos argentinos. Con sumas y restas, aciertos y fracasos sonoros, tan precario
como la transición democrática misma, Alfonsín trocó desde su lecho de muerte el relato
contradictorio de su propio recorrido político por otro casi cercano a la santificación. "Vine
porque Alfonsín fue único, el mejor, no hubo otro como él", se podía escuchar.
"Estamos tristes, esa es la verdad. Alfonsín fue un hombre muy importante en mi
vida, que además intervino en temas políticos hasta hace poco tiempo. Siempre que teníamos algún
conflicto grande entre nosotros, él funcionaba como un tribunal de alzada", confesó a LaCapital
Alicia Tate, ex diputada nacional.
Después de un año de tensión política sostenida con las patronales del agro, el
sepelio de Alfonsín trajo un respiro. El velatorio del primer presidente de la democracia
posdictadura volvió a posibilitar que el arco político casi completo tenga posiciones coincidentes.
Después de tanta puja, la muerte del caudillo trajo una tregua.
Nadie quiso restarle reconocimiento al máximo hacedor de la reinstalación
democrática. Políticos, empresarios, Iglesia Católica y, en especial, un contundente acompañamiento
de todos los medios de comunicación. Tampoco faltaron el oficialismo ni los sectores de
intelectuales cercanos al proyecto kirchnerista. "Alfonsín tuvo momentos destacados, como el juicio
a las juntas y, entre otros, la firma de la paz con Chile, ratificada por el plebiscito", aportó
Ricardo Forster, de Carta Abierta, quien luego advirtió: "Igual me parece una oportunidad para
preguntarse por qué muchos sectores económicos, la Iglesia y los mismos medios de comunicación, que
bastardearon y combatieron a Alfonsín en su momento, ahora lo santifican".
La tregua momentánea que abrió la despedida de Alfonsín bajó la tensión política
que dominó el último año, aunque no canceló una disputa que recrudecerá en pocas horas. La
oposición radical y sus aliados (Julio Cobos, Elisa Carrió y el socialismo) no ocultan la intención
de darle productividad política a la desaparición del líder de Chascomús. El operativo de
contraponer la "pureza" del caudillo que se va a la "impureza" de lo que nos queda (el
kirchnerismo) ya ganó el relato televisivo.
Alfonsín cuenta a su favor con un atributo contundente: no se enriqueció con la
política y en su vida privada conservó un estilo austero. Una cuerda muy sensible que desarma la
máxima callejera "los políticos suben para robar".
Antes del mediodía, hoy habrá una misa en las escalinatas del Congreso, algunos
discursos institucionales en el propio Salón Azul, y pasado el mediodía, partirá la caravana con el
féretro rumbo al cementerio de la Recoleta.
Una vez allí, sobrevendrán los discursos netamente políticos, que según confirmó
el radical Leopoldo Moreau, "serán no menos de ocho".
Ese recorrido de casi 30 cuadras será el paseo final por Buenos Aires de un
hombre que hizo, tal vez, todo lo que pudo, todo lo que le dejaron hacer, a favor del país y de su
pueblo. Mucho o poco, es lo que hay.