Somoza y Luzuriaga, Nuevo Alberdi. Casas sencillas, cunetas, un gran altar del Gauchito Gil, poca luz y carteles escritos a mano que ofrecen desde parches para motos y bicicletas, hasta reparación de celulares y una mampara de baño. En esa cuadra, hasta el 10 de enero pasado existía un bunker de drogas y se vivió una balacera que hirió a tres jóvenes. Pensar que allí, o en cualquier barrio, pueden cambiar los problemas estructurales en apenas dos semanas, es cuanto menos ingenuo. Pero ayer, en Somoza y Luzuriaga y en varias cuadras del vecindario, hubo otro clima. Al menos, este fin de semana el barrio dejó de ser noticia en la crónica policial.
Unos 300 militantes kirchneristas del Movimiento Evita pintaron murales y frentes, limpiaron zanjas, renovaron una cancha de fútbol, equiparon una plaza, cortaron los yuyos, pusieron luces en las calles y armaron un festival a pura cumbia, murgas y batucada.
Hasta las fotos y los titulares sobre ese barrio cambiaron en La Capital en apenas dos semanas. El domingo 13, este diario publicaba que en esas calles los narcos habían amenazado a mano armada a un vecino a quien le habían baleado a dos de sus hijos. Hoy no hace falta enfatizar que la nota es muy distinta. Es que ayer, y “al menos por un día”, como dijeron varios vecinos aún descreídos de la movida, mucho había cambiado. El color, los sonidos, el movimiento en la calles y hasta la cara de quienes viven en ese rincón de la zona noroeste de la ciudad no se tiñó de miedos ni silencios.
“Es la primera vez que se ve algo así en esta parte del barrio. Estar afuera mateando tranquilos es lo distinto. Antes del día de los balazos, esto era la muerte”, aseguró Juan Carlos Quintana, sentado en puerta de su casa ubicada a pocos metros del pasillo donde existía el bunker de “La Gorda Liliana”, derribado por los propios vecinos hace dos semanas.
La jornada fue parte de una serie de actividades organizada por el Movimiento Evita de Rosario y a la que se plegaron militantes de otros lugares de la provincia e integrantes de cooperativas del Gran Buenos Aires. Todo comenzó el jueves, con una marcha que de desplegó hasta la sede de la Gobernación bajo el lema “Ni un pibe menos”. Y continuó por dos días en el barrio, con la “Jornada Solidaria Néstor Kirchner”.
Otra impronta. Difícil fue llegar al barrio y no darse cuenta de que algo pasaba. El insoportable calor de enero suele vaciar las calles de Nuevo Alberdi, pero ayer estaban llenas: por todos lados se veían remeras azules con la inscripción “En las calles, en los barrios, construyendo poder del pueblo”.
Quienes las vestían tenían una brocha en la mano, una bordeadora, o entraba a un domicilio o un negocio a pedir agua caliente para el mate y preguntaba: “¿Quiere que le pintemos el frente?
Y a ese interrogante contestó con un “sí” Nancy Santillán, de Gascón 2672.
“Hace once años que vivo acá. Mi marido hace changas y yo abrí este local hace un año para subsistir. No tenía nombre. Los muchachos ofrecieron pintarlo y me preguntaron si no quería ponerle Nancy, como me llamo yo. Y ahí quedó: lindo, y hasta unas flores dibujaron. Es bueno sentir que alguien viene y hace algo por los que vivimos acá, en una zona que todos tildan como roja”, comentó la mujer.
Cerca de allí, en Bouchard 3075, vive la familia de Dominga, a quien el frente de su casa también le quedó blanqueado a látex. “¿Quedó lindo, no?, preguntó la mujer, que hace 40 años llegó al barrio desde Corrientes. Ella sabe que eso no le sacará el temor que no la deja dormir por las noches hasta que sabe que su hijo llega de trabajar, que eso no evitará que nenes de apenas 12 años paren los colectivos en la ruta 34 y Sánchez Granel y los roben o que otros adolescentes se droguen a la vista de todos. “Pero el tapial quedó lindo”, destacó una y otra vez.
A pocas cuadras, en la manzana limitada por Somoza, Bouchard, Pérez y Alvarez, la postal del terreno descuidado había mutado en fiesta. Con camisetas de Boca, River, de la selección argentina, del Barça o de los cuadros de Rosario, lo mismo daba. Los que jugaban el picadito en la cancha con el césped recién cortado estrenaban arcos pintados poco antes. Y los más chicos se colgaban y hamacaban en juegos de plaza que, como los autos a estrenar, aún tenían el nylon en los caños.
Sobre Bouchard se apostó un camión sanitario del movimiento que hacía control bucal y sobre Alvarez se estacionó otro camión, pero con unos 30 integrantes de la batucada Sin Galera, del barrio San Francisquito. El grupo bajó sus plumas y trajes brillantes y se preparó para ofrecer un show en el festival de cierre de la jornada, donde el plato fuerte fue el grupo de cumbia Los Charros.
A su vez, en la calle de la balacera había más movimiento que un sábado en la peatonal Córdoba. Tres vecinos, Javier, Damián y Marcelo, subidos a una escalera, colocaban una luz en la calle, mientras otros pintaban el salón de ventas de una vecina y varios más cocinaban milanesas y se vestían para el festival en el Centro Comunitario Buenos Vecinos, recién pintado y con aires a color de un jardín de infantes.
“Estos días estamos tranquilos. Hay más color, no se sienten tiros ni se ve gente por el barrio que viene en autos caros a comprar droga. Ojalá dure”, deseó una vecina.