Nos enfrentamos a diario con la problemática de la inseguridad. Las tasas de homicidio en ascenso, el aumento constante de las acciones criminales y la diversificación de las conductas delictivas son noticias de todos los días. No se puede ignorar una realidad que nos golpea y obliga a repensar situaciones que no habíamos imaginado. Fiscales haciendo de políticos, políticos haciendo de fiscales, policías atacando la institucionalidad y eal gobernador de la provincia con una balacera. Esto ha modificado nuestras relaciones sociales, nuestra cultura y hasta nuestro vocabulario: hablamos de narcocriminalidad, entraderas, salideras, bunkers y de la lucha de bandas por el dominio territorial.
Este fenómeno tiene entre sus protagonistas a un pequeño sector que ha encontrado en la violencia y la criminalidad una salida a la marginalidad. Si bien durante mucho tiempo fue un tema olvidado de la democracia, hoy se ha convertido en el eje central de la discusión política y ocupa el primer puesto en la agenda pública. Es un debate fundamental para la democracia.
Sin embargo, es preciso distinguir entre quienes se afanan en proponer recetas fáciles y placebos inútiles y aquellos que han decido trabajar para la transformación social de esta realidad. Las soluciones mágicas terminan cayendo por su propio peso. Sergio Mazza dijo que el problema se resolvía con cámaras de videovigilancia. Algunos legisladores propusieron castración química, otros la eliminación de las excarcelaciones. También es habitual que realicen interpelaciones y soliciten la renuncia de funcionarios o la formación de comisiones de seguimiento. Ninguna de estas medidas ha sido productiva porque parten de una falsa premisa, la que plantea que la represión estatal puede resolver el problema de la delincuencia. El caso paradigmático lo constituye la aplicación de las llamadas leyes Blumberg. Nadie pone en duda que la inseguridad empeoró desde su sanción.
Discutamos entonces, polemicemos, pero seriamente y con la responsabilidad que el tema amerita. No alcanzan los pedidos de renuncia o pequeños cambios de engranaje de un sistema corrupto. Sostenemos la idea de una seguridad democrática, respetuosa de los derechos, sin despliegues espectaculares ni superhéroes que vengan a salvarnos. Consideramos que la gestión y conducción política no se reduce a una buena imagen ante la cámara o a la utilización de un discurso de barricada.
No estamos de acuerdo con las propuestas de mano dura, ni queremos líderes en inteligencia militar implementando "políticas del palo", pero estamos dispuestos a debatir y confrontar para desterrar este concepto propio de los gobiernos autoritarios que genera un fuerte impacto social pero no ofrece una solución del problema.
Debemos avanzar en la investigación y comprensión de las múltiples causas que encierra el fenómeno delictual, así como también de su germen violento. No banalicemos el discurso, aportemos como dirigentes a bucear sobre los verdaderos conflictos y asumamos la responsabilidad de proponer políticas integrales, reconociendo la ideología que las sustenta.
(*) Diputada del Partido SI-FPCyS