La Conferencia Episcopal Argentina (CEA), que preside el arzobispo José María Arancedo, negó ayer que la presidenta Cristina Kirchner haya rechazado pedidos de audiencia al ex cardenal primado de la Argentina, Jorge Bergoglio, actualmente Papa Francisco.
Lo hizo a través de un comunicado en el que aclaró que "el entonces cardenal Bergoglio no solicitó entrevistas personales con la presidenta de la Nación".
En cambio, explicó que como "presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y acompañado por los miembros de la comisión ejecutiva, el señor cardenal (Bergoglio) en dos ocasiones le solicitó entrevistas a la señora presidenta y las mismas fueron oportunamente concedidas".
De este modo, la Iglesia argentina descartó las versiones que indicaban que Bergoglio le había solicitado un total de 14 audiencias a la presidenta y que ésta no las había concedido, en medio de las rispideces entre ambos.
La relación entre el ex arzobispo de Buenos Aires y el gobierno kirchnerista tuvo varios momentos de tensión, especialmente durante la gestión del ex presidente Néstor Kirchner, quien llegó a identificar al ex cardenal como un exponente de la oposición.
Durante la administración de Cristina Fernández, los cruces tuvieron que ver con las iniciativas que impulsó la mandataria en materia social, como la sanción en el Congreso del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Rol activo. En esa oportunidad, Bergoglio asumió un rol activo y militante en contra del matrimonio igualitario e incluso llegó a tildar esa iniciativa parlamentaria como "obra del Diablo" en una carta que dirigió a unas religiosas. La presidenta, a su vez, aprovechó esas expresiones de Bergoglio para fustigar el rol de la Iglesia en el pasado y hasta la emparentó con la Inquisición medieval.
De todos modos, en los últimos tiempos, tras la salida de Bergoglio de la presidencia de la CEA, su perfil bajó y también la tensión con la Casa Rosada.
Luego de reciente elección del ex arzobispo de Buenos Aires como Papa, la presidenta celebró la noticia y viajó a la asunción de Francisco, con quien se entrevistó en privado, en el inicio de una nueva etapa en la relación.
Incluso, por orden de la Casa Rosada, todos los funcionarios y legisladores oficialistas se plegaron a los festejos por la designación de Bergoglio al frente de la Iglesia Católica, en medio de la celebración popular que tuvo lugar en el país tras la sorpresiva noticia.
La versión sobre los pedidos de audiencia de Bergoglio al gobierno fue ampliamente difundida por varios medios de prensa de la Argentina, e incluso fue material agregado de análisis de editoriales de la prensa extranjera para dar cuenta de la mala relación de Cristina con el ahora Papa Francisco.
También se usó para contrastar estilos, ya que mientras Cristina negaba reunirse con Bergoglio (versión ahora desmentida por la propia Iglesia), el ex cardenal la recibió en el Vaticano y le prodigó gestos de cariños.
Giro copernicano. La relación entre la Iglesia y el gobierno parece ahora haber dado un giro copernicano con un Papa argentino en el Vaticano, aunque habrá que ver cuáles son los gestos concretos en la práctica real de la política, y la unificación de los Códigos Civil y Comercial parece ser un buen punto para saber hasta dónde llega el poder de la Iglesia argentina, ahora con nuevos bríos con Bergoglio ungido como Santo Padre.
Algunos intelectuales cercanos al gobierno han abandonado su posición anticlerical y hasta hablan de apropiarse de Francisco ("el Papa peronista"), aprovechando la buena imagen que está cosechando Bergoglio en el país y en el mundo por sus gestos sencillos y de humildad.
Los alcances de esta nueva relación entre el gobierno y la Iglesia Católica se podrá medir cuando los obispos redacten sus habituales documentos, donde suelen pronunciarse en contra de la pobreza, a la que siempre ligan con las ambiciones desmedidas de los políticos en el poder y en los casos de corrupción.