A Cristina Fernández de Kirchner le quedan dos años en el poder para revertir la
pésima imagen que cosecha en todo el país. No es ningún imposible, basta con no cumplir una vieja
cita de los manuales políticos que indica que para un gobernante es más difícil cambiar de
ideología que de personalidad. Si la presidenta toma debida nota del nuevo escenario político y
debuta como una jefa de Estado que consensúa, dialoga y sale del encierro del poder la Argentina
puede comenzar a encarrilarse, al menos en lo formal.
La continuidad del estilo crispado o la variante de utilizar la "vetomanía"
tensará la cuerda con la oposición hasta límites intolerables y el país seguirá siendo lo que es:
una mueca agrietada por la desmesura.
Cuesta creer la caída de Néstor Kirchner, el presidente que se fue del poder con
más alta imagen y que ahora es una especie de sombra escondida bajo los árboles de Olivos. ¿Rifó de
manera tan inocente la estrategia craneada en Santa Cruz de permanecer en el poder casi una
eternidad alternando con su esposa? ¿Es Kirchner tan poco inteligente como para convertirse en lo
que plantea el libro "El dueño", de Luis Majul, que grafica situaciones dantescas tras el voto no
positivo de Julio Cobos?
Resulta ya increíble que haber perdido esa pulseada haya cambiado todo en el
gobierno, como resignándose a actuar (los funcionarios) como los más guapos del barrio apenas para
estirar los tiempos o dejar en evidencia los infantilismos de la oposición.
El Congreso será de ahora en más una especie de set televisivo donde opositores
y oficialistas jugarán al ping pong dialéctico sin ningún beneficio para el ciudadano común.
El 2011 comienza el primer día del 2010. Serán dos años hasta el día de las
elecciones marcados por los intereses político-electorales y no por el apego a encontrar un camino
que conduzca a lo que Kirchner prometió el día de su asunción: ser un país normal.
Las cartas están echadas en la oposición con un personaje que pasó de la grisura
a la visibilidad más plena apenas por cinco palabras pronunciadas de madrugada: "Mi voto no es
positivo". Una anormalidad en cualquier país que busque en sus gobernantes antecedentes que vayan
más allá de un episodio.
Que Cobos sea hoy el político más querido por la gente y el que encabece las
encuestas para suceder a Cristina demuestra la ausencia casi absoluta de líderes opositores
creíbles, que se salgan del término medio.
"Cristina, Cobos y vos" era el eslogan del Frente para la Victoria, el mendocino
sigue siendo el número dos en la estructura del poder. ¿No es hora de diferenciarse más allá de los
gestos para las fotos recibiendo a los odiados por el oficialismo en su despacho del Senado?
¿No comenzará a limarse la imagen del vicepresidente con el correr del
tiempo?
"El problema es que no asoma nadie. El problema es que Cobos al menos por ahora
no le hace recordar a la gente lo que fue la Alianza. Pero no es serio que quien aceptó convivir
con los Kirchner hoy sea el catalizador de la bronca", le dijo a este diario una dirigente que
volvió a ocupar una banca de diputada y duda de la capacidad ejecutiva del cuyano.
Pero falta una pata de la mesa: el peronismo, hoy una especie de abanico con
muchas figuritas, algunos figurones y pocas figuras.
Poco a poco Eduardo Duhalde repunta en la valoración de la sociedad, un dato que
no es menor. Pese a haber sido un piloto de tormentas, el caudillo bonaerense nunca logró
conquistar el cariño mayoritario. Algo hay en su figura que despacha dudas y sospechas.
El silencio que parece eterno de Carlos Reutemann contribuye a que en el
justicialismo se mire de otra manera a Duhalde y que muchos ya consideren a Francisco de Narváez
como el hombre que defenderá a la escudería del general.
Felipe Solá es el que mejor trabajó para darle cierta entidad legislativa al
justicialismo disidente que lleva en su panza, como el caballo de Troya, algunos diputados que
forman parte del tren fantasma de la política argentina.
El sueño de un peronismo liberal se termina día a día con las pésimas decisiones
que toma el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, quien está pagando caro su falta de formación
intelectual y su desapego por la política.
Al líder de PRO sólo le falta nombrar a la bruja Cachavacha como jefa de
Protocolo. Sus últimas decisiones han sido repudiadas no sólo por muchos ciudadanos sino también
por los legajos.
En el caso de Abel Posse atizó las brasas ya ardientes que habían generado otros
nombramientos.
Hermes Binner juguetea con decirle "no" a la vicepresidencia que le ofrece Cobos
tratando de armar un espacio de centroizquierda que contenga también a kirchneristas que no tengan
paraguas cuando sea la hora del adiós. Pero en política todas las negativas son relativas a
futuro.
"Si al Lole no lo moviliza lo que dijo Andrés Calamaro en Santa Fe apoyando una
candidatura presidencial suya no lo motiva más nada", comentó ocurrente el martes un legislador
provincial mientras El Salmón hablaba maravillas del senador.
El tiempo es veloz para los políticos pero cada vez más trabajoso para el
ciudadano común, inseguro, con bolsillos raídos y cacerola en la alacena. Por ahora.