La llegada de los Kirchner a la realidad argentina, su discurso y, básicamente, sus controvertidos gestos, han puesto al país en guerra. Es su mérito más seguro.
La llegada de los Kirchner a la realidad argentina, su discurso y, básicamente, sus controvertidos gestos, han puesto al país en guerra. Es su mérito más seguro.
Los actuales enfrentamientos abandonaron las palomas mensajeras. Son guerras con un alto contenido mediático y un saldo: la sociedad hecha trizas. Internet bulle, arde la computadora; llegan mensajes, no dejan de llegar. Kirchner encendió el fuego, sin ninguna intención de apagarlo. Justicia: había material altamente combustible en la historia/memoria del país. La discusión está llegando al río.
No es un combate ideológico, es una trifulca de adjetivos e improperios, de reproches y culpas. Con y por los K el total del peronismo es un matrimonio separándose en el peor de sus días. Eso somos. Hay polenta, pasión, intolerancia. Hay platos rotos.
Por W. recibo el material de cinco foros que defienden el actual gobierno. Nada se pierde, todo se contesta. La vieja militancia reproduce ardores juveniles. Vale lo de Neruda: nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Mi amigo Ch. escribe para políticos (6) de la región notas, gacetillas, comunicados. Los correos van y vienen sin cesar. Ninguno es K.
Mi amigo Q. trabaja en forma abierta (paga) para quienes apoyan al actual gobierno. Si le envío quejas no las contesta. Trabaja y es militante. Mi amiga L. lo mismo. "Te aprecio, pero soy demasiado peronista para aguantar objeciones. No me escribas sobre lo que duele". Ojo, éste es un punto para recordar, algún día habrá que hablar del dolor del peronismo.
M. me confiesa, abriéndose el corazón, que uno de sus verdaderos amigos, compañero del alma, compañero, le envía sus informes sobre la situación del país. Afligido peronista el que envía, tímido peronista el que recibe. Quisieran ser K. pero la lucidez abruma.
En Internet el tráfico es mucho. Importante. En foros y fuera de ellos, desaforado.
Hay peronistas que rescatan el 45, la Constitución de 1949, el renunciamiento de Evita, la resistencia, el frondizismo creciendo con el peronismo larvado, larvado y traicionado. El protoperonismo, si Evita viviera, Cipriano Reyes, todo vuelve. La frase de Frigerio (robada a los griegos) sobre la búsqueda de la verdad la dice cualquier tilingo. Otra vez la resistencia. Le dio el cuero, vino, viste, le dio el cuero. Llegan invitaciones para peñas, sitios, esquinas, comidas, ateneos. Aún citan a Cafiero. En diversas correspondencias reivindican a Cámpora, pobrecito. Se revisa el Onganiato, el Cordobazo, Tosco, el Rosariazo, los curitas villeros. Lanusse, el ministro Mor Roig, el papel del PC en marzo de 1976. El tercer movimiento histórico, la ley Mucci. Estamos rescribiendo nuestra biografía sin advertir que es delito. Monseñor López, Fasolino, Villena, Storni, Zaspe, Podestá, Caggiano (los obispos) son mirados con otra lente. Hay menemistas, vandoristas, isabelistas. Lorenzo Miguel, la UOM, los sindicatos al poder. Proponen a Reutemann, Duhalde, Rodríguez Saá. También "desproponen" a los mismos.
El país está revisándose. Hay una detención, una demora, otra velocidad. Con demasiado lastre no se avanza; el lastre se convierte en sujeto del día, el pasado se vuelve permanente y sucede: la guerra detiene las cosas. El conflicto cambia el formato y de película se pasa a foto fija. La fotografía de cada mañana es el pasado ominoso. Muerte al montonerismo salvaje, aprobación al liberalismo. La inversa también es válida. La guerra retroalimenta la desgracia. Basurales de León Suárez, el general Valle, Rosendo y Rodolfo. Bandos y pancartas, programas radiales, radios abiertas, calles y piquetes con fixture semanal. Actualización doctrinaria, cine de liberación. El Che Guevara como actor de la política nacional.
Se escribe sobre la muerte de Rucci inventándole diversos asesinos. Se escribe sobre todos y todo con violencia, mucha violencia.
Un libro cualquiera, que denuncie, es una traición, una conspiración y un golpe de Estado. ¡Un libro! Un libro sólo quiere recibirse de novela y de derechos de autor, como todos.
Cristina es la generala Vuitton o una tímida muchacha platense, según que peronismo relate. Para quien pueda mirarlo de fuera hay un relato beligerante. No hay pacificación en los mensajes.
Internet agrandó la mesa de arena, el conflicto es de todos y en cada momento. El medio global generalizó la lucha focal. No hay sosiego para el recuento de soldados ¿Cuántos son, cuántos somos? ¿Es lícito sumar el Facebook como sitio de pelea?
El copie y pegue es un ansioso griterío que suda adrenalina. El peronismo está en guerra y el país es el campo de batalla.
Nótese: el resto de los políticos hace crónica. Mundana, carnicera, devastadora, condescendiente, oportunista, glamorosa o desatinada. Crónica. Raro equilibrio, participan desde la tribuna. Relatan al costadito de la sangre derramada, la memoria distorsionada, la pasión por tres naranjas, por una música, una marchita, un bombo. Por nada. Aclaran certeros y presurosos: no podemos hacer otra cosa, es la pelea de los peronistas. Tienen razón.
El que participa pertenece. El peronismo se pelea. La tragedia es común.
Aquellos que vienen de Marx, así sean titulares en bancos, en compañías, en ministerios son, como antes, apoyos críticos que desde fuera enseñan, aconsejan. Aprendieron en el marxismo a descargar las culpas en otro vagón. Los neomarxistas son, antes, ciudadanos comunitarios que argentinos. La derecha antiperonista (es lo mismo) sueña con Londres y Nueva York. Allí tienen su lecho.
Algunos se han hecho ricos, muy ricos. Los peronistas ricos muestran su sonrisa kolynos y esquivan los libelos. De ellos es el futuro perfumado. El primer millón siempre tiene traición y sangre. Traición al peronismo, sangre popular. Los dirigentes cabalgan sobre esto, son parte de la derecha, la izquierda, la riqueza, la corrupción y el deterioro. Los K son argentinos, peronistas, y por ellos el país entró en una guerra diaria, horaria, permanente. Es cierto, estaba larvada y ahora es visible.
En el 1945 empezó el conflicto. Ya no hay modo de escaparse. Llega con los mails de la mañana, los diarios, los escritos, los telefonazos, la tele, los correítos en el celu. La charla en el café, otra vez la tele, las paredes, el bondi, el taxista. El buen día trae la pelea, el buenas noches la acrecienta.
Insistamos con lo obvio. Hay una guerra nacional que explicita la índole argentina. No hay paz en el peronismo. Por tanto no hay paz en el país. Quien podría detener la guerra ya no puede, y/o nunca quiso… que hasta de eso se discute.
Mantengamos un concepto, está todo en superficie, es la última de las peleas, la última. Los K han blanqueado una guerra que no sirve a los soldados.
En cada armisticio hay un reparto pampa con aullidos, adjetivos y venganzas. Es todo. En la guerra los hijos sirven para el chantaje o la culpa en la noche, cuando todo parece que duerme, pero nada descansa. El peronismo ha multiplicado el cuadro.
Hay padres, hijos y nietos peleándose. Algunos por la billetera, otros por la comida.
Ya se sabe la consigna general, ni olvido ni perdón.
Personalmente: extraño a Discépolo, Enrique, él nos relató, hizo un tango triste. El nuestro.