Las actuaciones bajo presión siempre dejan tela para cortar. Central hace tiempo
que viene con la soga al cuello, pero en la fría noche de Victoria tenía una verdadera prueba de
fuego. Superada ampliamente por el juego, la actitud y, sobre todo, la convicción. No fue
avasallante pero dejó sin respuestas a Tigre y el triunfo por 1 a 0 sirvió para esperar con más
calma lo que pase hoy en Mendoza.
En cuestión de actitud, esa que se debe mostrar en momentos
límites, Central mostró aplomo como pocas veces en este extenuante Clausura. Porque hubo volumen de
juego, solidez, traslado, convicción y... Y? Faltó lo más importante: el gol.
Otra vez. Al menos en ese primer tiempo en el que pasó por
encima a un Tigre que sufrió más de lo que jugó. Aquel zapatazo de Alvarez que se fue alto al
minuto fue un aviso. Es que después llegaron muchas situaciones demasiado claras. Basta con
mencionar que Moreno le dio un pase a Islas en el penal que Brazenas cobró tras la falta de Blengio
a Zelaya. Iban 7’, momento ideal para empezar a cantar victoria en Victoria.
El destino quiso que no haya sido en esa jugada, pero
tampoco en las que vinieron luego. Porque el desequilibrio que Franzoia y Zelaya metían en tres
cuartos terminaba en chance de gol. ¿Impericia para definir? Sí. ¿Culpa de Islas? También.
Fue tan claro el dominio de Central en el primer tiempo que
Tigre sólo pudo convertir en el cabezazo de Lázzaro, a los 34’. Fue la única vez que del
medio hacia atrás titubeó. Antes y después hubo un muy buen trabajo de Escobar en el medio, y de
Valentini y Braghieri atrás.
¿Qué detonante tenía esa tónica de partido? El sufrimiento.
¿O acaso no se vinieron a la mente los partidos ante Lanús e Independiente?
Un detalle más que interesante: Central nunca resignó su
afán de protagonismo. Por eso Franzoia quedó cara a cara por izquierda a los 28 segundos del
complemento (otra vez bien resuelto por Islas). El toque final seguía ausente, pero llegó a los
23’, como corolario de una jugada fina, exquisita, con convicción.
Pero claro, todo lo dilapidado en el primer tiempo hacía
que los nervios siguieran instalados. Tal vez por eso Central no dejó de ir al frente, al punto que
en los interminables minutos finales las pocas claras fueron también suyas.
Tal vez no valga la pena enumerarlas, pero sí resaltar el espíritu ganador
que llevó a Central a jugar su mejor partido, cuando el margen de error se achicaba. La tierra del
buen vino dará su veredicto, pero anoche dejó la sensación de que todo es posible con esa fe como
bandera.
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