Las "Perspectivas de la Economía Mundial" del Fondo Monetario Internacional (FMI) no llevaban ni un mes publicadas cuando ya eran papel mojado.
Las "Perspectivas de la Economía Mundial" del Fondo Monetario Internacional (FMI) no llevaban ni un mes publicadas cuando ya eran papel mojado.
En medio de mercados con el crédito congelado y la desaparición de la confianza en todo el planeta en el sistema financiero y la coyuntura, a los expertos no les quedó más que tirar sus pronósticos a la basura y lanzar un mensaje atemorizante: por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, en 2009 las economías de los países industrializados entrarán en su conjunto en recesión.
A nivel global, el crecimiento será de poco más del dos por ciento, lo que según una regla tradicional del FMI implica recesión. Para 2010, el Fondo espera la recuperación.
Con un gigantesco efecto dominó, el estallido de la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos causó enormes daños en la economía mundial, a través de los mercados financieros fuertemente interdependientes. Nadie parece inmune, y hasta 2009 no se conocerá el alcance total de la crisis.
Países tan diferentes como Islandia, Hungría, Pakistán o Ucrania han pedido ayuda al FMI. Los 15 países del euro entraron en recesión ya en el tercer trimestre de 2008. Incluso naciones emergentes tan fuertes como China, Brasil o India deberán despedirse de sus soñadas tasas de crecimiento.
"La buena noticia es, si es que hay alguna, que ya no estamos probablemente ante el abismo de una catástrofe financiera", opina el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard. En octubre, en cambio, la "implosión" del sistema financiero parecía inevitable.
Los gobiernos bombearon enorme liquidez en los secos mercados, dieron inyecciones de capital a instituciones financieras que se tambaleaban, ofrecieron garantías y elaboraron programas millonarios para comprar acciones en derrumbe. Pero el éxito es esquivo aún a finales del año catastrófico 2008.
"El mensaje de los mercados hasta ahora es que hay avances, pero que es muy pronto para cantar victoria", afirma Blanchard.
La mala noticia es el enorme retraso que esto implica para la economía real. El miedo a una recesión larga y profunda, al desempleo y a perder los ahorros reduce el consumo. No solamente cayeron los precios inmobiliarios en Estados Unidos y el resto del mundo. En las bolsas internacionales desaparecieron, según estimaciones de la revista británica "The Economist" unos 30 billones de dólares (23 billones de euros).
La esperanza
Si hay una luz al final del túnel, es sólo la de la caída dramática del precio del petróleo.
Los gobiernos enfrentan una guerra de dos frentes: tienen que estabilizar el sistema financiero y a la vez al menos reducir la caída económica. En tiempo récord, los bancos centrales bajaron las tasas de interés y presentaron millonarios paquetes para animar la coyuntura.
"Incluso si se hace bien, la ayuda no puede llegar a tiempo para evitar daños masivos", comentó el flamante Premio Nobel de Economía y profesor de Princeton Paul Krugman. "Estoy muy preocupado sobre cómo será el próximo año".
Muy afectados están también los más pobres entre los pobres, pese a que no tienen nada que ver con las causas de la crisis. Los países en desarrollo sufren por la caída de las exportaciones y la falta de capital.
"El daño más grave —y en muchos casos el más prolongado— amenaza a los grupos más pobres y vulnerables", advirtió hace poco el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick. Por eso llamó a los países ricos a no reducir la ayuda prometida, aún en tiempos de crisis.
Con todo, la crisis global tuvo un éxito: hizo que los emergentes lograran un lugar en la mesa de decisiones las naciones industrializadas. En la cumbre del G20 en noviembre en Washington juntos sentaron las bases de una amplia reforma financiera. "El éxito del encuentro ha cambiado a largo plazo la mecánica de la cooperación económica", sentenció The Economist. A principios de abril habrá otra reunión.
Si se cumplen los augurios del FMI, los países ricos volverán a crecer apenas en 2010. "¿Cuán seguro estamos de ello? No mucho", admite Blanchard. Es posible que la desconfianza se evapore y vuelva el consumo. De lo contrario, la debilidad económica podría hacer que los balances de los bancos se hundan más, lo que a su vez haría que siguiera sin haber crédito, lo que arrastraría la coyuntura aún a un nivel peor.