Para Miguel Bein, uno de los economistas más reconocidos por la puntería de sus predicciones, consideró que el dato clave desde el cual observar la crisis global es la brusca desaceleración del comercio internacional en lo que va del año.
Para Miguel Bein, uno de los economistas más reconocidos por la puntería de sus predicciones, consideró que el dato clave desde el cual observar la crisis global es la brusca desaceleración del comercio internacional en lo que va del año.
La drástica interrupción del flujo internacional de bienes y servicios, desde un ritmo promedio de 7% anual a un magro 3%, es indicativa de un cambio trascendente en las relaciones internacionales, que tiene importantes consecuencias. En primer lugar, alertó, porque Europa, que participa del 20% de ese intercambio, exhibe directamente una caída de 3%. En segundo lugar, porque estados Unidos, que explica el otro 18%, enfila su política económica a “comprar lo menos posible y vender lo que más pueda” al resto del mundo”. Este cambio de tendencia frena el capítulo exportador de la expansión China, que mientras busca alternativas en el estímulo al consumo interno, siente las consecuencias de un menor crecimiento.
Bein, quien estuvo en la última semana en Rosario como parte de su tradicional disertación anual en el ciclo “Descifrando el futuro” que organiza el Banco Industrial, subrayó el impacto de esta retracción de la actividad internacional en la tasa de crecimiento de las principales economías, incluidas las de los grandes emergentes. Es el caso de Brasil, que a mitad de año redujo las perspectivas de expansión previstas para 2012, hasta ubicarla en un 2%.
Es la misma tasa a la que, estima crecerá la Argentina. Un crecimiento que, si se descuenta el arrastre estadístico de 2011, es cero. Es que, enfatizó el economista, aún desde políticas económicas diferenciadas, los resultados finales de los dos grandes socios del Mercosur suelen emparentarse.
Esta cadena de transmisión empieza, dijo, por los autos. Luego de cebar el consumo en 2010 por el año electoral, Brasil empezó a sentir la desaceleración de la demanda en el segundo semestre del año pasado. Este año se profundizó y el mercado crecerá menos. Las terminales están en plan de agotar stock y, siendo la nación vecina la principal demandante de la industria automotriz local, el impacto en Argentina es crudo y directo. “En mayo las exportaciones del sector cayeron 45% y en junio 35%”, señaló Bein, quien invitó a sospechar que esta leve evolución indique una descompresión de los excedentes en el mercado externo.
En la industria argentina, las automotrices ponderan mucho. De tal modo que “si se excluye al sector de la medición, la evolución de la actividad manufacturera argentina en el semestre deja de ser cero para exhibir un crecimiento del 3%.
Como sea, para el ex funcionario de los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, esta ruta de contagio es una muestra de que el efecto de “la situación internacional es un factor de temer”. Por el menor crecimiento, la guerra comercial que implica y la avidez de las corporaciones de los países centrales por succionar divisas de sus filiales en los emergentes de modo de resolver sus problemas de liquidez.
Por eso Bein elogió la estrategia de contención dispuesta por el gobierno nacional para frenar la fuga de divisas, cuidar el mercado interno y obturar el desbalance energético con la estatización de YPF.
Dólares a resguardo. “¿Quién se puede oponer a cuidar los dólares en este contexto?”, se preguntó el economista. Y saludó la decisión del gobierno de suspender el giro de utilidades al exterior. “Son 5 mil millones de dólares al año, lo que necesita para compensar lo pierde en divisas por la sequía”, subrayó.
Frenar la hemorragia de dólares era imperativo luego de dos años de fuerte fuga, alentada por la política de sobreexpandir el consumo en el período preelectoral. “El dólar subió apenas 8% anual y los salarios en dólares el 28%, eso cebó la demanda sobre todo de bienes de consumo que en 80% tienen componentes importados, la fuga de dólares era funcional a ese esquema y la consecuencia fue que el superávit de la cuenta corriente desapareció”, describió el economista.
El análisis oficial, ironizó, fue que “si se perdían las elecciones, el problema de la falta de dólares era de otro, y si se ganaban las elecciones, era más fácil ajustar”.
De modo que, a partir de octubre, las decisiones de política económica cambiaron de signo. “Sin superávit externo y con el precio del dólar atrasado, el mercado esperó una devaluación, pero el gobierno no dio el brazo a torcer y, en lugar de tocar esa herramienta, cerró las importaciones”, completó. Una estrategia que ponderó en función de poderosas razones de historia política y económica. Según Bein, “la concepción, que no es descabellada, es que los gobiernos argentinos caen cuando se quedan sin dólares, y la orden fue asegurarse de no quedarse sin dólares, incluso si eso se paga con menos crecimiento”.
En este año de ajustes, el economista consideró que las estrategias más correctas chocan contra las formas, la ausencia de reglas, la improvisación y la falta de profesionalismo. “Nadie puede estar en contra de cerrar la salida de dólares y promover una cultura de la pesificación, pero al meterse a frenar operaciones menudas de unos pocos billetes, el gobierno incluyó a 250 mil personas en un problema que tenía con mil empresas”, dijo. La consecuencia fue una salida de los depósitos en dólares “que obligó al Banco Central a entregar 2.400 millones de dólares en encajes desde el mes de octubre pasado”. Y la brusca contracción de la actividad inmobiliaria y de la construcción en los dos últimos meses que “no tiene nada que ver con la crisis internacional sino con las decisiones de política doméstica”.
Aprendizaje. La “curva de aprendizaje” incluyó la restricción de las importaciones que, en virtud de una suerte de juego de truco entre el gobierno y los empresarios, terminó en una política en la cual no se autoriza el ingreso de insumos “hasta el momento que una fábrica se para”, con los costos que impone a la actividad económica y el empleo.
En la lista incluyó la demora oficial en liberar la exportación de trigo, que ayudó a la reducción de la siembra del cereal. Bein, un economista reconocido por el mercado que se diferenció en valorar tempranamente el paradigma de la posconvertibilidad, defiende la política económica oficial en su justo término. Lo cual lo vuelve esquivo a las exigencias de adhesión en una agenda pública en la que “se perdió la paleta de colores y todo pretende ser blanco y negro”.
Entiende que este es un año de ajustes, en el que “los políticos deberán trabajar sobre supuestos de menor popularidad” pero considera que en el actual contexto internacional, “cualquiera firma un crecimiento de 2% anual”.
El recuerdo de la crisis de 2008 y 2009 sobrevuela los pronósticos. La diferencia, estimó, es que “aunque grandes, las pérdidas de la cosecha por la sequía fueron menores que en aquel ciclo y los precios crecieron mucho más”.
En este contexto, clima mediante, su pronóstico es que el año próximo la economía crecerá un 4,5%. “Cuando uno viene de crecer durante una década al 9%, expandirse a la mitad parece un drama y emocionalmente parece una recesión, pero la verdad es que es una buena tasa, acorde a un momento económico en el cual se acabó el colchón de la devaluación y viene una etapa en la que el crecimiento estará más atado a la productividad y la inversión”.