La deuda contraída por los municipios españoles con el sector de la música supera los 75 millones de euros y éstas son las confesiones desesperadas de los actores de la crisis: "La situación es la más catastrófica en la historia del pop español", explica Paco López, director de Attraction; "todo ha cambiado muy rápido, el panorama es terrorífico", afirma la cantante Mónica Naranjo; "el sector está en el aire", sentencia el presidente de la Asociación de Representantes Técnicos del Espectáculo (Arte), Emilio Santamaría. Todas estas expresiones fueron relevadas por Pablo Gil, periodista de El Mundo de Madrid y publicadas en su artículo "El pinchazo del pop en España"
La zona sucia parece ser Andalucía: casi la mitad de la deuda se concentra en 50 promotores de esa zona mediterránea. "Estamos totalmente asfixiados, en una situación insostenible", afirma Agustín Lozano, portavoz de los productores locales. Pero la cosa no termina allí: la Asociación de Representantes de Cataluña suma a esa cifra 3,15 millones, aproximadamente, la Asociación Gallega de Empresarios Musicales estiman la deuda en "varios millones más", pero señala que sólo la Xunta de Galicia debe 1,3 millones de euros.
"El viejo sistema ha muerto", sintetiza Pablo Gil en el artículo citado. "A principios de los años 80, se instauró el sistema que ahora ha terminado abruptamente y que ha dado de comer al pop español durante tres décadas: los municipios celebraban grandes fiestas con actuaciones a menudo gratuitas, designaban a un empresario como organizador y éste adelantaba su dinero para cobrarlo a 30, 50, ó 60 días, según el contrato. Ahora el dinero se ha terminado, se han gastado miles de millones de euros... y apenas se ha invertido en la cultura local o en infraestructuras que perdurasen".
El esquema político de servicios culturales estaba totalmente desmadrado. Sin filtros, dice Santamaría (Arte) y lo corroboran todos los consultados por Pablo Gil. "Los concejales contrataban al grupo de moda según los gustos de su hija o de su mujer, y la foto que se hacían en el camerino ha costado millones". "Lo de cobrar 100.000 euros se ha acabado para siempre, ¡aquello no tenía sentido!", dice Iñigo Argomániz, manager de La Oreja de Van Gogh.
La falta de profesionalidad de los gestores culturales, la inexistencia de un marco de racionalidad para la ejecución del gasto y por ende la ausencia total de iniciativas anticíclicas terminó en el ajuste ya conocido. Tanta y tan grande fue la fiesta que, finalmente llegó el disciplinador. "Es cierta la situación preocupante en la que están los mayores promotores de conciertos, que son los ayuntamientos, pero los músicos tendrán que acomodarse a esta situación. Probablemente deberán cobrar menos y conseguir que se involucre más la iniciativa privada, los patrocinadores... Cuando llueve, llueve para todos". Así opina el actual ministro de Educación, Cultura y Deporte de España, José Ignacio Wert en un reportaje concedido a la revista Rolling Stones.
Le faltó describir el resto del gran tijeretazo cultural con el que llegó para poner orden: el Fondo de Protección a la Cinematografía -de donde salen las ayudas a la producción- ha caído un 35 por ciento, y el Instituto de Cinematografía y las Artes Audiovisuales pierde otro preocupante 35,4 por ciento (de 106 millones a 68,86 millones).
Otras unidades de negocio se han visto mejor paradas, como el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem), con una caída del 17 por ciento en sus presupuestos. La Dirección General de Políticas e Industrias Culturales y del Libro pierde, un 22 por ciento. Por último, la partida de Museos pasa de 204,78 millones a 177,51: esto es, un 12,9 por ciento, según El País en su edición del 3 de abril de 2012. Otros recortes: Museo del Prado: 24 por ciento menos en las asignaciones directas; Museo Reina Sofía: 17,63 por ciento; Teatro Real: 15 por ciento; Biblioteca Nacional de España: 14,2 por ciento menos de presupuesto en el año de la celebración del tricentenario.
Ahora bien. Entre los cachets de 100.000 euros (algo más de 500.000 pesos), y el recorte a sangre y fuego, hay mucho hilo para cortar y sobre todo, mucho fracaso para analizar. Ambas situaciones son parte de un mismo ciclo económico que en sus "etapas expansivas" se manifiesta como "servicios públicos de cultura" con todo lo que ello implica, y en las "etapas contractivas", aparece como "políticas de ajuste, recesivas". Es el ciclo gasto/ajuste.
Haber atado la línea de flotación de la actividad a las disponibilidades presupuestarias del Estado ha sido suicida, de mala política. La aparición del Estado como jugador de peso en la vida cultural en España como en tantas otras partes, produjo varios efectos negativos, entre ellos, se estatizó la iniciativa por el tamaño de su participación en la oferta cultural e inevitablemente, se paralizó la iniciativa social y privada. De hecho, muchos empresarios prefirieron mimetizarse con las acciones públicas como bien describe Pablo Gil.
Debemos aprender de estas experiencias si es que queremos crecer de manera sostenida. La crisis está a la vuelta de la esquina. El Puerto de la Música, por ejemplo, irrumpió entre nosotros en la zona expansiva del ciclo económico como proyecto estrella y luego, en pocos meses, sucumbió en el fondo de la curva cuando todo se contrajo. España está ahí nomás, a la vuelta de la esquina. La política y los gestores culturales: atónitos, sin palabras.
(*) Director Ejecutivo de la Fundación MusiMedios