Quiere la doxa que el festival de créditos riesgosos convertidos en títulos
basura que inundaron los incontrolables mercados financieros mundiales originó la burbuja que
terminó estallando en la actual crisis económica internacional. Pero para los economistas Fabián
Amico y Alejandro Fiorito, la génesis del crac se remonta a treinta años atrás, cuando la
revolución neoconservadora comenzó a desmantelar en Estados Unidos las instituciones surgidas del
New Deal roosveliano. Una sistemática política de regresión en la distribución del ingreso en la
primera economía mundial y la sustitución del salario por deuda como elemento para dinamizar el
consumo conformaron, a su juicio, condiciones estructurales que obligan a pensar este proceso desde
una perspectiva más amplia que la que apunta a una disfuncionalidad reciente en los mercados
financieros.
"La crisis financiera tiene un origen que va más allá de la creación de la
burbuja en 2001, no es una cuestión de apuestas malas sino de un problema macroeconómico originado
en años de distribución regresiva del ingreso en EEUU, con salarios estancados o en caída", señaló
Amico, quien junto con Fiorito integra el Grupo Luján y edita la revista Circus, publicación
especializada en economía sraffiana, kaleckiana y poskeynesiana. Estuvieron en Rosario invitados
por la Red de Economía Política.
El desarme el New Deal a partir de mediados de los 70, la desregulación del
sector bancario y el disciplinamiento salarial desplazaron al gasto público y la política de
ingresos como dinamizadores de la economía. "Al mismo tiempo emerge un fenómeno que es el de la
irreversibilidad del consumo, que vuelve difícil bajar el nivel de vida a pesar de que caiga el
ingreso", describió Fiorito.
Cuando Alan Greenspan asumió la presidencia de la Reserva Federal (FED), se
encontó con el dilema de "cómo mantener el nivel de consumo con salarios deprimidos", recordó
Amico. La respuesta: sustituir el salario por deuda. Según el economista, el ex jefe de la FED
inauguró una suerte de keynesiamismo financiero donde "todo se soluciona bajando la tasa de
interés" creando "el sueño de todo país capitalista, donde los trabajadores ganan poca plata, se
endeudan mucho y consumen mucho".
"Estados Unidos es una sociedad muy competitiva en la que la identificación con
el consumo de la clase alta es muy grande, entonces hay una tendencia a no bajar el nivel de
consumo, que uno ve que históricamente se mantiene a pesar del aumento de la desigualdad", completó
Fiorito, quien recordó que este fenómeno no es desconocido en la Argentina. "Durante diez años de
disciplinamiento salarial en la convertibilidad, el endeudamiento financió el consumo e incluso
hubo votos políticos para mantener ese sistema".
En el caso estadounidense, el estrangulamiento externo no fue el cuello de
botella. Sí el default interno. "Cuando se toma deuda para financiar el gasto público aumenta el
producto y se mueve el salario, con la deuda privada esto no opera así y el esquema se vuelve
insustentable", señaló Amico.
La desregulación de décadas, la separación entre bancos financieros y de
inversión y la creación de dinero "conformaron un panorama en el cual los bancos para no quedar
fuera de competencia empiezan a echar mano del apalancamiento con deuda y la securitización de
activos tóxicos". La cadena está condenada a cortarse y, como estos mecanismos estructurados de
inversión financiera se exportan al resto del mundo, la crisis estadounidense también.
"Nadie en el mundo está interesado en que se caiga la demanda norteamericana, y
el dólar es una herramienta formidable", enfatizó Fiorito, quien subrayó: "Estados Unidos tiene un
déficit de comercio exterior terrible y aún así baja la tasa de interés sobre su propia deuda,
están en crisis y el dólar se valoriza (al menos hasta hace algunas semanas), el poder es dinero y
Estados Unidos tiene más variables para exportar la crisis", agregó.
Para estos economistas, este colchón internacional le da margen al gobierno
norteamericano para mantener su tradicional receta para hacer frente a la crisis. "Pueden seguir
intentando la receta ortodoxa de tratar de reanimar la economía por el lado de la oferta porque el
mundo le financia la crisis y porque no hay un movimiento de clase trabajadora organizada que
reaccione frente al aumento del desempleo y la baja de salarios", apuntó Fiorito.
La disyuntiva encierra una discusión teórica. "Nuestro desarrollo teórico es a
partir de la demanda efectiva como punto causal del crecimiento, la receta ofertista ortodoxa da la
posibilidad de crear una nueva burbuja en los próximos años", dijo. Para los economistas está claro
que el gobierno no puede dejar caer los bancos en una economía en la que el 80 por ciento del
consumo se explica por el crédito. El tema que si parte de la intervención estatal se orienta al
gasto público expansivo "en ciertas condiciones podés reducir la relación deuda ingreso".
"Si bajás la tasa de interés pero no tenés demanda, la depresión sigue, el gasto
fical podría salvar la brecha pero para Estados Unidos la intervención dle Estado en estos términos
es socialismo, basta con ver el debate que se armó en el Congreso con el paquete de ayuda
financiera a los bancos", dijo Fiorito.
La apuesta Obama para una política agresiva más keynesiana es todavía una
incógnita. "No hay que olvidar que aparece haciéndole homenaje a Paul Volcker", dijo.
Más allá de esa situación, la crisis abrió el juego del debate sobre política
económica. "En la crisis del 30 esperaron siete años para tomar medidas mientras esperaban que la
Bolsa suba sola, hoy hay otros mecanismos de regulación y la acción fue más rápida, pero también
hay verdad que hay una limitación ideológica más extrema que en aquella época, lo que dificulta los
rescates".
En el resto del mundo, la cosa es distinta. Sobre todo en América latina, donde
"hace cinco o seis años la discusión es otra, con otras cosas sobre el tapete y que permite ser más
optimista".