Podría decirse que lo que hoy se formula sobre el acoso moral laboral es una problemática que en algunos lugares de trabajo pasó a convertirse en algo usual, sí "usual", de uso con facilidad, habitual, frecuente. Cuántos modos de significar algo que de atenderse no debería ocurrir. El naturalizar insidiosas maneras de comunicarse pasa a ser un modo de entablar una comunicación "despojada, vacía", pero como contradictoria, "cargada de todo".
Muchas son las personas que en su medio laboral con su conducta producen distintos efectos de sufrimiento en otros. Muchos son los que pueden decir algo y en realidad querer expresar otra cosa, la esencia de una comunicación paradójica y negada, una "comunicación perturbada".
En este último caso, se puede observar cómo el hostigador comunicacional exterioriza su capacidad destructiva. Este agresor niega la comunicación verbal directa y su comportamiento se basará en la falta de claridad, con una comunicación deficiente, manipulando, con respuestas evasivas, alentando y generando sospechas, descalificando, recurriendo a la crítica, a la mentira, el ocultamiento, el engaño. Con frases incompletas para que las interprete y concluya el acosado, discursos contradictorios, apelando a la ironía; y no faltarán además como recursos la seducción, el aislamiento y someterlo a la culpabilización; atentando contra la dignidad e integridad para la posterior destrucción.
De manera constante lo hace con mensajes sutiles, con comunicación indirecta, insinuaciones por lo cual resulta difícil o imposible de percibir por parte de la otra persona como mensaje agresivo, ya que otros mensajes que se emiten a la vez, lo solapan.
Quien promueve esta forma trata de bloquear toda comunicación bien entendida, de mantener el control de la situación, de los sentimientos y el comportamiento del otro; como típico callejón sin salida, la persona hostigada que se encuentra atrapada en él, responderá defensivamente.
Este patologizante modo de proceder del hostigador generará en la otra persona confusión y lo someterá a exteriorizar dificultades para poder comprender desde la lógica; como recibe información enfermiza, le será el causante de monto de angustia y exuberantes y nutridos síntomas.
El acoso moral devendrá, a partir del proceso que realiza quien hostiga, donde redunda el control, la necesidad de someter, el egoísmo y la competencia, en que las relaciones se manifiesten de un modo que concebirá inseguridades, furias y enojos.
En Argentina esta sutil e insidiosa violencia está siendo cada vez más activa. Sus porcentajes ascienden cual si fuera una contaminación. Vemos que a medida que la incomprensión, el vampirismo crece, más se amenaza la destrucción de la confianza, de nuestro vivir socialmente.
La posibilidad de ampliar nuestra comprensión, reconocimiento, de operar de una manera reflexiva, el actuar ético, de promover el respeto, la autonomía, la creatividad, la innovación harán posible una comunicación saludable, de bienestar. Como dice H. Maturana: "Si en un cierto ámbito de convivencia hay conocimiento, entendimiento, y acción efectiva a la mano, la sabiduría, la colaboración, y las conductas sociales responsables en ese ámbito de convivencia surgen de manera espontánea". Como seres humanos que somos, que tendemos a buscar la congruencia en la forma de comunicarnos, necesitamos permitirnos encontrar nuestro lugar de desarrollo, y no llegar a un estado de percibir y naturalizar como "lujosa" la dignidad y el bienestar laboral.
(*) Magister en Salud
Mental. Psicóloga. Coordinadora de A.A.M.M.RO (Atención del
Acoso Moral. Mobbing. Rosario). [email protected];
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