Una piba de no más de 15 años hundió la cabeza entre sus rodillas y lloraba de manera desconsolada. Como si hubiera perdido a la madre. Un abuelo envuelto en una bufanda auriazul se apretaba la cara con su mano, tenía la mirada desorbitada y hacía lo imposible para que su nieto no le vea las lágrimas. Cerca, un hombre cuarentón se quería arrancar los pelos y desparramaba insultos a los cuatro vientos. Iban 20 minutos del complemento y el fierrazo de Cristian Vella fue el principio del fin. El golpe de gracia que terminó de decretar el descenso de Central. Ya no había tiempo para el milagro de hacer tres goles. Entonces el dolor interminable se instaló en el Gigante. El pitazo final encontró a los pibes canallas de rodillas y mortificados. Y mientras All Boys festejaba una serie que ganó con absoluta justicia irrumpió el desbande generalizado en las tribunas. Corridas, tiros al aire, lucha cuerpo a cuerpo entre hinchas y policías, rotura de palcos y agresiones verbales y de las otras a algunos personajes que la gente ya no quiere volver a ver más en el club. Después hubo un escrache violento en el domicilio de Horacio Usandizaga. Para el pueblo guerrero fue un domingo muy triste, que a partir de hoy generará consecuencias institucionales y futbolísticas drásticas. Fue el peor final.