Brasilia. — A menos de seis meses en el poder, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, luchaba ayer por superar la pérdida de su más poderoso ministro, mientras surgían nuevas dudas sobre quién liderará la lucha contra la creciente inflación y reconstruirá las deterioradas relaciones con el Congreso. Los inversores se tomaron la salida del jefe de gabinete Antonio Palocci con calma, un día después de que renunciara tras un prolongado escándalo sobre su rápido enriquecimiento y la compra de una casa multimillonaria cuando era diputado. La moneda brasileña (BRBY) y la Bolsa de Valores (BVSP) cayeron levemente en línea con los mercados globales, reflejando la percepción de que no habrán grandes cambios en las políticas estables y ligeramente centroizquierdistas que han hecho de la economía brasileña una de las más atractivas del mundo.
Pero en el largo plazo el gobierno de Rousseff posiblemente sufrirá por la pérdida de su embajador más destacado ante los inversores extranjeros, ancla de la disciplina fiscal y del riguroso control de la inflación. Incluso los aliados de Rousseff reconocieron que la partida de Palocci esencialmente señala una nueva fase para su gobierno, que goza de altos índices de popularidad pero ha tenido problemas para lograr aprobar reformas económicas en el Congreso. “Ahora ella establecerá una nueva forma de gobernar”, dijo el presidente del Senado, José Sarney, del partido PMDB, el principal socio de Rousseff en la coalición de gobierno.
Padre del milagro. Palocci, un experimentado ex ministro de Finanzas, fue el principal defensor del recorte presupuestal de 32.000 millones de dólares este año para ayudar a prevenir el recalentamiento de la mayor economía de América latina. También favoreció la valorización del real para ayudar a contener la inflación, a pesar del doloroso efecto para la industria local.
Su reemplazo es Gleisi Hoffmann, una senadora de 45 años con apenas seis meses en el Congreso, cuyo cargo previo de más alto perfil fue como directora de finanzas de una represa hidroeléctrica. Rousseff indicó que Hoffmann tendrá un rol más limitado y técnico que el de Palocci, abriendo la posibilidad de que otros funcionarios de alto rango como el ministro de Finanzas, Guido Mantega, se vuelvan más poderosos. Hoffmann está casada con el actual ministro de las Comunicaciones, Paulo Bernardo Silva.
La crisis no acabó. La ausencia de un hábil operador político en el círculo interno de Rousseff podría exacerbar sus problemas con el Congreso, en especial si sus niveles de popularidad empiezan a caer a medida que la economía frena su crecimiento este año y la inflación —ahora en un índice anual de un 6,55%— sigue alta. “(Hoffmann) no tiene la experiencia de Palocci, ella no tiene el liderazgo que Palocci tenía, la confianza que él transmitía a mucha gente, ni el tipo de habilidad política que demostró”, dijo Sergio Guerra, legislador y jefe del partido de oposición PSDB.
Rousseff podría hacer más cambios a su gobierno para intentar llenar el vacío. La presidenta tenía previsto reunirse con su ministro de Relaciones Institucionales, Luiz Sergio, quien según los medios sería reemplazado luego de críticas de que fue un interlocutor poco efectivo con el Congreso. La ex militante de izquierda podría tener que hacer más compromisos con sus aliados, lo que posiblemente enlentezca una agenda que incluye una reforma tributaria positiva para los empresarios y un proyecto de ley que despejaría el camino para la explotación de enormes reservas de crudo.
La guardia baja. Existen también dudas sobre su autoridad luego de que el popular ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva, su mentor, volvió al escenario político para intentar solucionar la crisis. Sus asesores reconocen que el gobierno fue sorprendido con la guardia baja cuando emergieron las acusaciones contra Palocci el mes pasado, pues Rousseff no había dedicado suficientes esfuerzos a asegurar la armonía entre los aliados de la coalición, en especial con el partido PMDB. “Lo que nadie se dio cuenta es que esto podría causar tanto daño a la autoridad de la presidenta en tan poco tiempo”, dijo el diario Folha de Sao Paulo, el primero en publicar reportes sobre la riqueza de Palocci, en un editorial. Es en el largo plazo donde la ausencia de Palocci se sentirá más. El ex troskista de 50 años era el funcionario más poderoso en el gobierno de Rousseff, según dicen otros ministros. Palocci representaba los intereses del sector privado en reuniones de alto nivel, presionando este año por un recorte presupuestario de 30.000 millones de dólares.
Disensos. En los últimos meses sectores rivales dentro del gabinete presidencial de Rousseff han estado enfrentados sobre si flexibilizar la legislación para permitir que los extranjeros compren tierras, aumentar las regalías en la industria minera y privatizar parcialmente los aeropuertos. “Dilma no tiene un operador político para mantener unida su coalición, para frenar a sus aliados ambiciosos de poder”, dijo José Luciano Dias, analista de la consultora política CAC en Brasilia. “Esta crisis todavía no acabó”, añadió el consultor.
“No nos quedaremos paralizados”
Dilma Rousseff advirtió ayer que su gobierno no se dejará paralizar por presiones de una “oposición ruidosa y no siempre justa”, en un discurso en la ceremonia de posesión de la flamante ministra del gabinete, Gleisi Hoffmann. La mandataria brindó una emotiva despedida al principal ministro de su gobierno, Antonio Palocci. Dirigiéndose a él, a quien se refirió como “amigo” y “querido compañero”, Rousseff dijo que tiene “muchos motivos para lamentar” su salida del gobierno. Luego, al aludir a las presiones de la oposición que llevaron a la renuncia de Palocci, advirtió que los integrantes de su gobierno “jamás nos quedaremos paralizados frente a las disputas políticas”.