Las tres situaciones más intensas y dolorosas de la vida de Karina Rabolini sucedieron al lado de su marido, el gobernador bonaerense Daniel Scioli. El incendio en un departamento que compartían en el año 1987 y que los obligó a saltar desde su balcón para esquivar a la muerte, el accidente en lancha en el cual el ex corredor de Off Shore perdió un brazo, y la imposibilidad de tener hijos biológicos se anotan como hitos en la historia de esta mujer. Pero fue también junto al precandidato presidencial (por el Frente Justicialista para la Victoria) que ella ejercitó su capacidad de recuperación. “Las tragedias que superamos nos prepararon para lo que viene”, reflexiona la ex modelo, empresaria y directora de una fundación solidaria, durante una extensa charla con La Capital.
“Lo que viene” es la chance de que su marido sea el próximo presidente de los argentinos, y aunque Rabolini se muestra cauta a la hora de las definiciones políticas, se hace cargo de la parte que le toca en la campaña y recorre desde hace meses distintos lugares del país dando cuentas de la misión altruista que lleva adelante desde hace siete años al frente de la Fundación del Banco Provincia de Buenos Aires.
Ni el calor y la humedad que golpean a la ciudad de Rosario en un mediodía pegajoso impiden que Rabolini se vea perfecta. Eso sí, la abultada agenda que sostiene por estas horas, plagada de viajes, reuniones y entrevistas tienen su costo y la obligan a pedir “cualquier cosa dulce” para intentar dominar un principio de bajón de presión, algo que logra en apenas unos minutos.
Ahora sí, caramelos en mano, Rabolini se dispone a hablar y lo hace con soltura, entusiasmo y delicadeza. Mide sus palabras, definitivamente, pero también expone sus emociones cuando en el recuerdo aparecen esos trances que tanto impactaron en sus sentimientos.
—Naciste y creciste en Elortondo, provincia de Santa Fe, una vida de pueblo muy distinta a la que tuviste después. ¿Pensás habitualmente en ese recorrido o te enfocás más en el presente?
— Soy la misma de mi infancia y mi adolescencia. Viví muchísimas cosas, algunas muy buenas otras muy malas, y cada una de ellas me costó gran esfuerzo. A los dos la vida nos puso frente a situaciones difíciles. Pero el sentimiento que predomina es el de agradecimiento. Soy consciente de la posibilidad de haber aprendido de todo eso y sé además que con recursos, afectivos y de todo tipo, hasta lo más duro se tolera de otra manera. Por eso me pongo tanto en el lugar de los que pasan cosas muy bravas pero además están en situaciones vulnerables.
— ¿Qué fue lo más complicado que tuviste que atravesar?
— Lo del incendio fue muy triste. No recuerdo demasiado los detalles de ese momento. Todo pasa muy rápido en una tragedia, pero de esa época me quedo el vértigo, jamás podría vivir en un piso alto o asomarme en un balcón y mirar hacia abajo. Y un problema en un pie del que no me pude recuperar del todo.
El incendio al que alude Rabolini ocurrió en la madrugada del 15 de mayo de 1987. Se produjo una explosión en el piso de abajo del departamento que ella compartía con Scioli, en el décimo. Las llamas no tardaron en extenderse. Para salvarse no les quedó otra que saltar al vacío hacia otro balcón del que los separaban más de ocho metros. Ella sufrió varias fracturas en las piernas que la tuvieron internada por un tiempo. El encargado del edificio no pudo salir y falleció en el siniestro.
— Más tarde lo del accidente de Daniel. Imposible olvidar aquel día. Se corrían los 1.000 kilómetros del Delta, la misma carrera en la que nos habíamos conocido años atrás cuando nos enamoramos a primera vista. Me acuerdo del sanatorio en Rosario (el Laprida), ufff, tantas cosas … Y si pienso en los momentos duros está la imposibilidad de tener hijos. Desearlo mucho y no poder. Sin embargo, de esos fracasos rescato que todo ha sido más fácil con él. Más allá de que sea mi marido es una persona muy fuerte, sólida, ejecutiva, optimista. Daniel siempre mira hacia adelante.
— ¿Qué sentís que aprendiste de Scioli?
— Con él viví una vida de muchas emociones. Y si se quiere hay una parte de mí que está hecha a su manera. Yo tenía 17, 18 años cuando lo conocí. Es un hombre fuerte y decidido de una personalidad muy especial, magnética. Aprendí por ejemplo su cultura de trabajo, el sentido de la responsabilidad y hasta su sistema operativo a la hora de ejecutar tareas como empresaria. Le he copiado mucho a él.
Y él, ¿qué creés que tiene de vos?
— (Medita un minuto) No lo sé, no lo he pensado. Quizá en lo que más influí fue en su manera de vestir (se ríe). Con los años logré que achique la paleta de colores que usa. Lo ves en traje y está perfecto, pero en el sport casual se pone cualquier cosa. De verdad, habría que preguntarle a Daniel qué le aporté. Pero es más fácil que él deje su impronta en alguien que otro lo haga en él. Por ejemplo, cuando teníamos problemas (Scioli y Rabolini se casaron, se divorciaron durante cuatro años y volvieron a estar juntos) yo quería que hagamos terapia de pareja. Logré llevarlo a una sesión y resulta que a la semana me encuentro al psicólogo comiendo en casa. ¡Obviamente el intento había fracasado! Pero insistí. Fuimos a otro terapeuta y aunque suene increíble pasó lo mismo. Bueno, después nos separamos…
En ese impasse como pareja, ¿pensaste en que iban a volver?
— Una se casa para siempre. Y se separa para siempre. Aunque después la vida te reencuentre , como nos pasó a nosotros y descubras que el amor está fuerte.
En un país tan machista a veces no es fácil encontrar hombres que se banquen una distancia de tanto tiempo, que cada uno haga su vida y después volverELLIPSIS_CHARACTER
— ¿Sabés qué pasa? No es machista porque es muy seguro de sí mismo, no tiene problemas de ego y eso lo aplica a todos los aspectos de su vida. Cuando arma equipos de trabajo busca a los mejores, quiere a los más capaces. Es generoso. Lo que hizo con la coparticipación a los municipios lo muestra claramente. Fue capaz de repartir mucho poder, de dar autonomía. Eso habla de su seguridad y de que puede pensar más en el beneficio de los otros que en el suyo propio. Esa apertura, esa mirada federal que él tiene es de un inmenso valor para mí. Vengo del interior y cuando sos de un pueblo hasta los sueños te quedan lejos. Que Daniel valore el trabajo de cada región, que quiera llevar educación ligada a la producción a cada rincón del país como ya lo ha hecho en Buenos Aires es muy importante. Si me preguntás si me siento porteña te digo que no, de ninguna manera. De allí que celebro tanto sus planes para el país en su conjunto y la descentralización de Buenos Aires.
¿Cómo manejás tus tareas solidarias? ¿Sos de involucrarte mucho con las historias personales?
— No logro despegarme del dolor que encierra cada pedido, cada carta. A partir de que tuve una vida más pública eso empezó a pasar, la gente se acercaba, y se profundizó desde que Daniel es gobernador. Por eso mi rol en la Fundación del Banco Provincia es tan valioso para mí, porque puedo dar respuestas de una manera organizada. La experiencia me ha ayudado mucho, ahora podemos resolver más rápido, tenemos redes con otras organizaciones del país, les pido cosas a mis amigos, a los contactos que tenemos gracias a nuestras relaciones sociales. Ricky Sarkany, Vicky Vanucci y su marido Matías Garfunkel son algunos de los que colaboran, por ejemplo, con las sillas de ruedas especiales, que son carísimas. Yo me muevo de algún modo en un mundos distintos, pero lo veo como una fortaleza porque los acerco. Por suerte veo más conciencia social entre los empresarios, y no como algo snob, sino desde el compromiso real. Yo transito muchas realidades diferentes y por eso creo en un Estado al lado de los que más lo necesitan, a su servicio y acompañando a los que emprenden, a los que tienen otros recursos.
¿Cuánto te afecta la inseguridad? ¿Pensás que hay un camino para resolver uno de los problemas más graves que enfrenta el país?
— Me duele mucho como a todos. Pero soy testigo de lo que se está haciendo. Como dice Daniel, esto no se arregla de la noche a la mañana. Pero ya veo cambios. Es un convencido de la profesionalización de la policía, de la necesidad de aportarles mucho más recursos. El jueves de hecho estuvo mostrando su programa a Omar Perotti (diputado nacional y precandidato a gobernador santafesino por el Frente Justicialista para la Victoria). El Operativo Sol funcionó muy bien en el verano y si uno mira como recibió a la provincia y como la deja te das cuenta que ese cambio es posible. Lo que yo puedo decir es que Daniel se ocupa de los temas, que no promete lo que no va a cumplir, que logra sus objetivos. Tiene una fuerza impresionante y mucha convicción.
¿Hay algo que te gustaría hacer a vos, o dedicarle más tiempo?
— En lo personal no tengo mucho tiempo libre. Pero aflojo bastante los fines de semana. Ahora se me dio por el arte. No puedo decir que pinto, pero tomo telas o soportes grandes, de más de un metro por metro y medio, y pego cosas, trabajo con madera. Lo manual es una gran laborterapia. Y el piano. Aprendí de chica y me gustaría dedicarme más. Sé un pedazo de Claro de Luna de Beethoven, otro pedazo de La Cumparsita y quiero tocar el himno nacional y la marcha peronista.
¿Te emociona la marcha?
— Mucho. ¡En los actos es impresionante! La verdad es que me conmueve más el himno nacional, pero después, sin dudas, la marcha peronista.