La última aventura de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, "César debe morir", se trata de una extraordinaria experiencia cinematográfica de teatro shakesperiano en una cárcel de alta seguridad en Roma.
La última aventura de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, "César debe morir", se trata de una extraordinaria experiencia cinematográfica de teatro shakesperiano en una cárcel de alta seguridad en Roma.
La película de los octogenarios cineastas italianos que recibió el Oso de Oro del Festival de Berlín y que se estrena mañana en Rosario muestra a los presos de la cárcel Rebibbia, en Roma, cómo mutan por una temporada las cuatro paredes de sus celdas por un escenario. Es que un director de teatro propuso al director de la prisión preparar una obra de teatro protagonizada por los reclusos y éste la ha considerado una muy buena idea. La obra en cuestión es "Julio César", de Shakespeare.
Durante unos meses los encarcelados se sumergen en los textos del dramaturgo británico viajando hasta lugares de su interior nunca antes inspeccionados. El trabajo que realizan es duro: leer, aprender de memoria, ensayar? Pero la esperanza y las ganas por sentirse realizados son mayores. Los presos, sin embargo, no pueden olvidar sus errores, los crímenes que los llevaron hasta allí, y, aunque el tiempo que dedican a la obra alivia el desasosiego de muchos, otros se sentirán aún más presos después de conocer el arte, la libertad de la interpretación. La obra se estrena entre nervios e inseguridades, pero los presos reciben con gusto los aplausos del público, pero cuando cae el telón vuelven a convertirse en reclusos y a sostener el peso de su culpa en su conciencia.
"Los actores que encontramos eran al mismo tiempo presos", contó Paolo Taviani. "Fabio Cavalli nos ayudó mucho: es un director de teatro que ha dedicado parte de su vida al teatro en la cárcel. Nos dio la posibilidad de conocer a los detenidos. Luego elegimos a algunos. Durante las pruebas y los ensayos nos dieron sus verdaderos nombres, no sus motes; lloraron; se enojaron; todo ello a sabiendas de que aparecería en una película que se exhibiría en los cines de Italia. Eso nos sorprendió mucho, como también sentimos estupor al ver lo bien que actuaban. Cuando el actor decía «voy a matar al César» se percibe un dolor que no es el del típico actor, se percibe el propio pasado. Estos actores presos eran capaces de comunicar con gran emoción".
Vittorio Taviani sostuvo que "todo empezó por casualidad. Uno de nuestros amigos nos contó que había llorado con una obra de teatro, cosa que le ocurre en contadas ocasiones, y que la representación tuvo lugar en una prisión. Así que fuimos allí: era una cárcel de alta seguridad en la que los criminales mafiosos representaban «El infierno», de Dante. Los propios actores vivían el infierno de la prisión y se identificaban totalmente con los personajes. Todo el mundo sabe lo que significa la cárcel, pero cuando uno va allí y empieza a trabajar con los presos se crea una complicidad y una cercanía y uno intenta comprenderlos. Nos hemos hecho casi amigos de ellos. Aunque un día alguien nos dijo: «son criminales, ¡cuidado!», podemos tener vínculos de amistad con ellos porque sabemos que sufren por lo que han hecho. Nos preguntamos entonces qué podíamos hacer por ellos, cómo podíamos dar a conocer su situación. Así fue como se nos ocurrió lo de Julio Cesar".
La historia. El 15 de marzo del año 44 a. C. un grupo de conspiradores, liderado por los políticos Casio y Bruto, asesinó en un recinto alterno del senado romano al emperador Julio César. El historiador Suetonio cuenta que el corpulento gobernante recibió veintitrés heridas sin pronunciar una sola palabra. Sin embargo, otros escritores de la época recuerdan que, al ver a su amado Bruto entre los asesinos, las últimas palabras de César fueron: "¿Tú también, hijo mío?".
Dieciséis siglos después, la célebre frase se instaló en el centro emocional del "Julio César" de Shakespeare: una pieza dramática singular en la que el personaje que da título a la obra se convierte en una presencia fantasmal, que aparece sólo en tres escenas, dice menos de 150 versos y muere en el punto medio de la representación, cosa que no importa demasiado ya que César es una sombra que recorre la conciencia de Bruto.
Con la película "César debe morir" los directores de "Padre Padrone" y "Buenos días, Babilonia" se suman con entusiasmo al juego de las versiones libres y las analogías reveladoras mediante una representación de Julio César que ejecutan los reclusos de una cárcel de máxima seguridad, donde Salvatore Striano intrepreta el papel protagónico de Bruto, mientras que Julio César es interpretado por Giovanni Arcuri, y los antiguos conspiradores imperiales son ahora ex miembros de la mafia condenados en su mayoría a cadena perpetua.
“El proyecto nació de una situación real”
Para Lorenzo Perpignani, coproductor de la película de los hermanos Taviani, “César debe morir” no es un documental. “Se trata —contó durante un viaje reciente a la Argentina— de un proyecto que nace de una situación real. Entonces, muchas de las cosas que están dentro del guión traen una inspiración de la realidad. Pero todo el guión lo han escrito los directores desde la primera hasta la última palabra. Han hecho el guión y también lo confrontaron con los prisioneros y con el director de teatro de la compañía que trabaja hace diez años con los detenidos. La fuerza de este filme radica en que toma cosas de la realidad y roza con el documental, más allá de no serlo. A veces, la gente lo ve y, por momentos, piensa que es un documental y, en otros, cree que no. Y se van confundiendo con esa idea”, señaló el empresario.